Historia

Tebas,dueña de Grecia


Tebas es una ciudad de Grecia, situada a 48 kilómetros al noroeste de Atenas. En tiempos antiguos fue la ciudad más grande de la región de Beocia, territorio que estaba dividido en dos partes por el río Onquestos, del que Tebas estaba situada al sur, y al norte se hallaba Orcómeno. (No confundir con la Tebas de Egipto).

La tradición dice que Tebas en Grecia fue fundada por Cadmo —hijo de Agenor, rey de Fenicia—, jefe de una colonia fenicia, que fundó la ciudad con el nombre de Cadmea (habitantes cadmeos), nombre que más tarde se restringió a la ciudadela.

Historiadores modernos consideran a los tebanos de origen pelásgico (de los pelasgos, primeros habitantes de Grecia) y no fenicio, y algunos piensan que fue en realidad una colonia de Creta y que los fenicios únicamente introdujeron el alfabeto.

Los tebanos no participaron en la guerra de Troya, pero sesenta años después de ella los cadmeos fueron expulsados de Tebas por los beocios, tribu de los etoliosemigrada desde Tesalia. Otra tradición dice que los tracios y pelasgos ocuparon Tebas durante la guerra de Troya y sus habitantes fueron enviados al exilio en Tesalia, exilio del que volvieron años más tarde.

Nace la hegemonía tebana

Cuando el gran rey persa Jerjes invadió Grecia, Tebas se alió con él y se convirtió, de facto, en la capital de la Grecia ocupada. Hasta que una coalición de griegos, liderada por atenienses y espartanos, les inflige a lios persas una severa derrota en Platea (479 a. C.), ciudad al sur de la Beocia.

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Ruinas de Tebas, en Grecia.

La derrota de los persas dejará a Grecia bajo el dominio de dos potencias que pronto empezarán a mirarse entre sí con hostilidad, Atenas y Esparta. Tebas jugará a las alianzas con uno y con otro intentando así asegurar lo que perdió tras la batalla de Platea, su dominio sobre la Beocia.

Platea se convierte a partir de entonces en el principal problema de la política exterior tebana. Aliada con Atenas, Platea pasa a ser una potencia de mediana importancia en la Beocia y pugnará con Tebas por el dominio de la provincia.

Pero esta situación durará tanto como el predominio de Atenas. Y así, durante las Guerras del Peloponeso, Esparta destruirá la ciudad de Platea (373 a. C.), por petición tebana. A partir de ahí, Tebas, indiscutible dueña de la Beocia, iniciará su ascenso.

De las Guerras del Peloponeso salió Esparta fortalecida como potencia dominante de Grecia, una vez el poderío ateniense había sido destruido por los siracusanos y los espartanos. Sin embargo, Esparta era un gigante con pies de barro. Su brutal sistema social la exponía a las revueltas internas (que se sucederán constantemente). Y su sistema oligárquico le dará una importancia excesiva a un reducido número de ciudadanos-soldados, exponiendo el país entero a una catástrofe en caso de una derrota militar.

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Hércules, nacido en Tebas, Grecia, hijo de Zeus y de Alcmena, mujer mortal hija del Rey Electrión.

Así sucederá en la batalla de Leuctra (371 a. C.), cuando los tebanos aniquilarán a la flor y nata del ejército espartano, víctimas de una concepción de la guerra más anticuada y rígida que los tebanos. Desde este año, Tebas se convertirá en la potencia hegemónica de Grecia y, para asentar su dominio, lanzará sendas campañas al norte (para poner freno al crecimiento de Tesalia) y al sur (para liberar a los arcadios y mecenos del dominio de Esparta).

Ambas campañas resultaron victoriosas. De Tesalia, los soldados tebanos se trajeron como prisionero a un joven que la historia conocería posteriormente como Filipo de Macedonia. En el Peloponeso los tebanos se plantaron, para su sorpresa, ante la legendaria Esparta.

Desde los tiempos legendarios, ningún ejército en armas había alcanzado jamás a Esparta. De hecho, la ciudad lacedemonia ni siquiera tenía murallas ¿para qué las necesitaba?

Todos los griegos se sorprendieron de la hazaña y de la osadía tebana, incluso los mismos tebanos que, desde que entraron en la tierra de los espartanos, actuaron con mucha mayor prudencia de la habitual en ellos, tanta que, después de devastar el territorio y asaltar lgunas ciudades menores, abandonaron la Lacedemonia dándole a sus enemigos el tiempo que necesitaban tanto como el vivir.

Sin embargo, tras esta expedición quedó asentada la hegemonía tebana sobre toda Grecia, y ni si quiera la alianza entre Atenas y Esparta pudo evitarlo. Sin embargo, duraría poco.
Tan solo nueve años después, una coalición de pueblos del Peloponeso y del Ática será nuevamente derrotada por los tebanos en Mantinea (362 a. C.), en esa batalla, morirán los mejores líderes tebanos (incluido Epaminondas) y Esparta perderá lo que le quedaba. Era el momento más adecuado para la entrada de una nueva potencia en escena, y esa nueva potencia llegó del norte, desde Macedonia.

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Epaminondas, triunfador general tebano.

El debilitamiento de Tesalia había beneficiado a los macedonios de la misma manera que la destrucción de Platea había hecho con Tebas. Y el antiguo prisionero, Filipo de Macedonia, llegará con un ejército ante el cual ningún griego podrá oponerse.

A partir de Filipo de Macedonia, ninguna de las antiguas ciudades recuperará jamás su poder. Y a partir de su hijo, Alejandro Magno, el poder de los helenos se trasladará a reinos como Egipto, Macedonia o el Imperio Seleúcida.

Datos históricos:

• Su fundación se atribuye al líder fenicio Cadmo. De allí el nombre de su acrópolis, «Cadmea», y el modo en que Sófocles se refiere a sus habitantes, «progenie del remoto Cadmo».

• Era la principal ciudad de Boecia.

• Era enemiga de Atenas, al punto que se alió con los invasores persas en el 479 a.C., peleando contra los griegos en la batalla de Platea.

• En la Guerra del Peloponeso peleó juntó a Esparta para destruir Atenas. Pero temió luego el poder de su aliado vencedor y, junto a Corinto, Argos y Atenas, peleó contra Esparta en la Guerra de Corinto (395-386 a.C.).

• Este cambio de bando exasperó las relaciones con Esparta. Se desató la guerra entre ambas ciudades y el general Epaminondas se impuso a los espartanos dando a la ciudad de Tebas un breve período de supremacía en Grecia.

• Tebas se unió a Atenas para impedir el avance de Filipo de Macedonia, pero sin éxito. En 388 Grecia quedó bajo el poder macedónico.

• Muerto Filipo, los tebanos intentaron recuperar su independencia pero fueron aplastados por Alejandro Magno, quien los venció en 335 a.C., destruyó la ciudad y vendió a los sobrevivientes como esclavos.

• Casandro de Macedonia la reconstruyó en 315 a.C.

• Los Romanos la volvieron a destruir en el siglo II a.C.

Datos históricos:

• Crates, discípulo de Diógenes de Sínope< y maestro de Zenón de Citio (fundador de la escuela estoica), nació en Tebas.

• Edipo, el héroe trágico, nació en Tebas del Rey Layo y su esposa Yocasta.

• Epaminondas, el gran general y estratego, nació en esta ciudad.

• Hércules (Heracles), el héroe mitológico, era hijo de Zeus y de Alcmena, esposa del general tebano Anfitrión.

• Píndaro, el famoso poeta griego del siglo IV a.C., nació cerca de Tebas y tenía una casa en la ciudad que fue, junto a los templos, el único edificio respetado por Alejandro Magno cuando mandó destruirla.

Fuente.

Operacion Valkiria

¿Qué pasó el 20 de julio de 1944?

El coronel Claus Schenk Von Stauffenberg acababa de ser trasladado a Berlín bajo las órdenes del general Friedrich Olbricht, miembro de un comité de resistencia que empezaba a maquinar un plan para dar muerte a Hitler. Era 1943, y Olbricht ya tenía entrelazados a más de 200 implicados en distintos estratos de la sociedad alemana e incluso de la sección de inteligencia y contraespionaje. El objetivo era eliminar a Hitler, Göring y Himmler, neutralizar a las SS e instalar un gobierno provisional que intentaría hacer las paces con occidente y detener la guerra.

Von Stauffenberg se ofrece para ejecutar el atentado. Por sus lesiones de guerra (había perdido un ojo y varios dedos de la mano), los conspiradores dudan de su capacidad para activar la bomba, pero finalmente deciden que su invalidez es la coartada perfecta para no levantar sospechas. Después del 1 de julio, von Stauffenberg intenta en varias ocasiones atentar contra Hitler, Himmler y Gōring a la vez. No consigue encontrarles a todos juntos.

El 20 de julio 1944, el alto mando se reúne en el cuartel general de Hitler, situado cerca de Rastenburg (hoy, Ketrzyn-Polonia). Stauffenberg porta un maletín con un explosivo inglés de 1 kg que se activa mediante un detonador químico absolutamente silencios. Pero para sorpresa de los conjurados, Hitler adelanta en una hora la reunión, ya que debía recibir a Benito Mussolini pasado el mediodía.

Antes de entrar en la sala de reuniones, Stauffenberg, con la excusa de cambiar su camisa, se introduce en un cuarto y con mucha dificultad extrae el mecanismo con sus tres dedos de la mano izquierda y activa con un alicate el primer explosivo en su maletín. No alcanza a activar el segundo. Von Haeften, su compinche, lleva una segunda bomba no activada en su maletín a un bunker antiaéreo cercano. El dispositivo químico hará detonar la primera bomba en menos de 5 minutos.

Al cónclave asisten 16 personas además de Hitler. El ambiente es caluroso. Se ordena abrir las ventanas. Empieza la reunión. Stauffenberg llega con retraso, se excusa con un gesto y se sitúa tan cerca de Hitler como le es posible, supuestamente esperando su turno de exponer la situación en el Frente Oriental. Hitler ocupa la parte central de la mesa mirando hacia el exterior. Stauffenberg está su derecha, apenas a metro y medio.

Poco después de comenzar la reunión, Stauffenberg se retira discretamente con el pretexto de una llamada desde Berlín y coloca el maletín con explosivos bajo de la mesa, muy cerca del lugar en el que se apoya Hitler. Tiene apenas 3 minutos antes de explotar. Al salir, uno de los asistentes choca con el pie accidentalmente con el maletín y lo aparta, colocándolo junto a una de las patas gruesas de la mesa en el lado más alejado de Hitler. La reunión continúa.

Tres minutos después, a las 12:14 horas, el artefacto explota. Hitler, que estaba agachado sobre la gruesa mesa, ve de súbito que esta sube y le golpea en el rostro. La explosión es tan violenta que mata al estenógrafo y hiere de muerte a otros cuatro asistentes a la reunión, dejando a otros malheridos. Como la habitación estaba con las ventanas abiertas, la fuerza de la explosión se fugó. Milagrosamente, Hitler salva la vida. Es protegido por la gruesa pata y el grosor de la mesa, la cual se deshizo en astillas, que quedaron clavadas en su pierna. Sólo sufrió magulladuras ligeras en su brazo y en el lado izquierdo de su rostro.

Von Stauffenberg y Haeften presenciaron a lo lejos la brutal explosión y creyeron, sin comprobar los resultados, que ni Hitler no podría haber sobrevivido a ella. Partieron apresuradamente al aeródromo y viajan a Berlín, radiando previamente la palabra «Walkiria», como señal de que el atentado había tenido éxito para que otros implicados tomasen las decisiones acordadas para asumir el control del estado.

Al llegar a la Bendlerstrasse, alrededor de las 16.30 horas, Stauffenberg se da cuenta que el plan de toma de poder no se ha iniciado. El ejército de reserva no ha tomado los cuarteles. Stauffenberg se convirtió rápidamente en el primer sospechoso de Himmler y Ernst Kaltenbrunner. Joseph Goebbels, que está sumariando a los cabecillas, saca a los sospechosos al patio de estacionamientos y son ejecutados en esa misma noche.

En las dos semanas siguientes murieron unas 200 personas directamente implicadas. Al final, más de 5.648 personas fueron ejecutadas los meses siguientes por las SS. De todos los intentos de atentado contra Hitler, éste es el que estuvo más cerca de lograr su objetivo.

Las últimas palabras al grito de Stauffenberg segundos antes de morir fueron: Larga vida para la Sagrada Alemania. En consonancia con la propaganda nazi, la acción de Claus von Stauffenberg fue considerada un acto de traición para la población alemana. Con el paso del tiempo, se le ha dado categoría de héroe en la lucha por la liberación de yugo nazi, llevando incluso una calle de Berlín: Stauffenbergstrasse.

Texto.

Guerra de Independencia de los Estados Unidos

Guerra de la Independencia de los Estados Unidos

La Guerra de Independencia de los Estados Unidos fue un conflicto que enfrentó a las trece colonias británicas originales en América del Norte contra el Reino de Gran Bretaña. Ocurrió entre 1775 y 1783, finalizando con la derrota británica en la batalla de Yorktown y la firma del Tratado de París.

Durante la guerra, Francia ayudó a los revolucionarios estadounidenses con tropas comandadas por Marqués de La Fayette, mientras que España lo hizo desde el principio gracias a Bernardo de Gálvez y de forma abierta a partir de la batalla de Saratoga, mediante armas, suministros y abriendo un frente en el flanco sur.

Las colonias británicas que se independizaron de Gran Bretaña edificaron el primer sistema político liberal y democrático, alumbrando una nueva nación, los Estados Unidos de América, incorporando las nuevas ideas revolucionarias que propugnaban la igualdad y la libertad. Esta sociedad colonial se formó a partir de oleadas de colonos inmigrados, y no existían en ella los rasgos característicos del rígido sistema estamental europeo.

En las colonias del sur (Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia) se había organizado un sistema esclavista (con unos 500.000 esclavos negros) que explotaban plantaciones de tabaco, algodón y azúcar. De este modo, la población estaba compuesta por grandes y pequeños propietarios y esclavos.

Los antecedentes a la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos se remontan a la confrontación franco-británica en Norteamérica y a las consecuencias de la Guerra de los Siete Años.

La Guerra de los siete años terminó en 1763. El 10 de febrero, el Tratado de París ponía fin al imperio colonial francés en América del Norte y consolidaba a Inglaterra como la potencia hegemónica. En oposición sólo tenía a España, que controlaba Nueva Orleans, la ciudad más importante, con unos 10.000 habitantes. Respecto a Francia, la pérdida territorial no fue sentida como algo catastrófico. Se conservaban los derechos pesqueros en Terranova y la población católica francófona recibiría un trato de respeto. Por otro lado en el Caribe las pérdidas pueden ser compensadas pues la colonia principal francesa del Caribe, Puerto Príncipe (la Española), produce la mitad del azúcar consumido en todo el mundo, y su comercio con África y las Antillas está en pleno apogeo.

Respecto a los colonos estadounidenses, la guerra modificó radicalmente el panorama anterior. Los francófonos católicos de Quebec, tradicionales enemigos de los colonos estadounidenses de las Trece colonias recibieron un trato respetuoso por parte de las autoridades británicas. Trato que se confirmó en 1774 cuando se dotó a Canadá de un estatuto particular dentro de las colonias estadounidenses, llevándose sus fronteras hasta la confluencia del Ohio y el Misisipi. Asimismo su población conserva un derecho civil propio y la Iglesia Católica es reconocida. Todos estos movimientos fueron mal aceptados por la población de las Trece colonias.

La causa inmediata de este conflicto fue el injusto trato que Gran Bretaña infligía a los colonos, pues éstos aportaban riquezas e impuestos a la metrópoli pero no tenían los medios para decidir sobre dichos impuestos, por lo que se sentían marginados y no representados.

La guerra

Después del triunfo de Gran Bretaña sobre Francia en la Guerra de los Siete Años (1756-1763) en la que recibió gran ayuda de las colonias económica y militarmente, dicha colaboración no fue recompensada. Las medidas represivas del gobierno inglés (producidas tras sublevaciones como el Motín del té de Boston y las sanciones de las Actas Intolerables) provocaron el inicio de la guerra de independencia.

El descontento se extendió por las Trece Colonias y provocó una manifestación en Boston en contra de los impuestos que debían pagar por artículos indispensables como el papel, el vidrio o la pintura. En esta manifestación no hubo ningún altercado y el gobierno inglés hizo oídos sordos a las peticiones de los colonos. Pero éstos no iban a consentir que la situación continuara así, con lo que se reunieron junto a varios miembros de otras poblaciones para urdir una acción más propagandística que la manifestación. En 1773 los colonos se reunieron en Boston. De Gran Bretaña llegaban tres naves cargadas de cajas que contenían . Varios miembros de la sociedad secreta se disfrazaron de indios y fueron nadando hasta alcanzar los tres barcos. Una vez allí capturaron a sus tripulantes y tiraron la mercancía por la borda. Fue la primera acción contra la represión de impuestos, lo que intranquilizó a los británicos.

En 1774 se reunió por primera vez el Congreso de colonos en contra de la servidumbre a los británicos y a favor de una patria independiente. Ya se discuten unas hipotéticas leyes. Pese al clima de enemistad contra los ingleses en las colonias, todavía había algunos colonos que apoyaban al rey inglés Jorge III, siendo llamados kings-friends.

Los primeros combates

Tropas alemanas que sirvieron con los británicos, llamadas «Hesianos» o «Hessians» en inglés (C. Ziegler, tras Conrad Gessner, 1799).

El 19 de abril de 1775, soldados ingleses salieron de Boston para impedir la rebelión de los colonos mediante la toma de un depósito de armas de estos últimos en la vecina ciudad de Concord. En el poblado de Lexington se enfrentaron a 70 milicianos. Alguien, nadie sabe quién, abrió fuego, y comenzó de este modo la guerra de independencia. Los ingleses tomaron Lexington y Concord, pero en su regreso hacia Boston fueron hostigados por cientos de voluntarios de Massachusetts. Se producen las primeras bajas de la contienda, ocho soldados colonos. Para junio, 10.000 soldados coloniales estaban sitiando Boston. Los británicos principalmente atacaron con Casacas rojas.

En mayo de 1775, un Segundo Congreso Continental se reunió en Filadelfia y empezó a asumir las funciones de gobierno nacional. Nombró catorce generales, autorizó la invasión del Canadá y organizó un ejército de campaña bajo el mando de George Washington, un hacendado virginiano y veterano de la Guerra Francesa e Indígena. Consciente de que las colonias sureñas desconfiaban del fanatismo de Massachusetts, John Adams presionó para que se eligiera a este coronel de la milicia virginiana, que tenía cuarenta y tres años, como comandante en jefe. Fue una elección inspirada. Washington, que asistía al Congreso de uniforme, tenía el aspecto adecuado; era alto y sereno, con un digno aire militar que inspiraba confianza. Como dijo un congresista: «No era un tipo que actuara alocadamente, que despotricara y jurara, sino alguien sobrio, firme y calmado».

Se empezaron a reclutar soldados de entre todas las partes de las colonias. Muchos de ellos eran hombres que vivian del campo o cazadores que eran bravucones y poco avezados en el combate. En las primeras luchas contra los británicos, George Washington llegó a decir: «hemos reclutado un ejército de generales, no obedecen a nadie».

Al principio, la guerra fue desfavorable para los colonos. En junio de 1775 se produjo una batalla en la colina Búnker (Bunker Hill), frente a Boston. Los colonos sublevados se encontraban perfectamente atrincherados. Los británicos asaltan la colina con 2.000 efectivos, pero los colonos no retroceden y resisten y cuando los últimos asaltantes consiguen llegar a la cima las bajas británicas son de 800. Es una victoria pírrica para los ingleses. Los insurgentes, además, hicieron circular su versión de los hechos, que no era otra sino que se habían retirado simplemente por la falta de munición y no por el empuje de los casacas rojas.

Travesía del río Delaware

El 2 de julio de 1776, el Congreso finalmente resolvió que: «estas Colonias Unidas son, y por derecho deben ser, estados libres y soberanos». El 4 de julio de 1776 se reunieron 56 congresistas estadounidenses para aprobar la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, que Thomas Jefferson redactó con la ayuda de otros ciudadanos de Virginia. Se imprimió papel moneda y se iniciaron relaciones diplomáticas con potencias extranjeras. En el congreso se encontraban cuatro de las principales figuras de la independencia: George Washington, Thomas Jefferson, Benjamin Franklin y John Adams. De los 56 congresistas, 14 murieron durante la guerra. Benjamin Franklin se convierte en el primer embajador y jefe de los servicios secretos.

La unidad se extendió entonces por las Trece Colonias para luchar contra los británicos. La declaración presentó una defensa pública de la Guerra de Independencia, incluida una larga lista de quejas contra el soberano inglés Jorge III. Pero sobre todo, explicó la filosofía que sustentaba la independencia, proclamando que todos los hombres nacen iguales, y poseen ciertos derechos inalienables, entre ellos la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que los gobiernos pueden gobernar sólo con el consentimiento de los gobernados; que cualquier gobierno puede ser disuelto cuando deja de proteger los derechos del pueblo. Esta teoría política tuvo su origen en el filósofo inglés John Locke, y ocupa un lugar prominente en la tradición política anglosajona.

Estos hechos convencieron al gobierno británico de que no se enfrentaba simplemente a una turba de Nueva Inglaterra y barrió casi cualquier objeción que los miembros del gabinete tuvieran contra la conquista de las colonias. La confirmaron de que Inglaterra estaba envuelta en una guerra, y no en una simple rebelión, dictó una política militar dieciochesca convencional, consistente en maniobras y batallas entre ejércitos organizados.

Este cambio de estrategia forzó a los británicos a evacuar la ciudad de Boston en marzo de 1776, y transferir sus principales fuerzas a Nueva York, cuya población se presumía era más favorable a la causa de la Corona y que contaba con un puerto superior y una posición central. En consecuencia, en el verano de 1776, sir William Howe, que sustituyó a Gage como comandante en jefe del ejército británico en Norteamérica, arribó al puerto de Nueva York con una fuerza de más de treinta mil hombres. Howe tenía intención de aislar Nueva Inglaterra de los otros rebeldes y derrotar al ejército de Washington en una batalla decisiva. Iba a pasar los dos años siguientes tratando de llevar a cabo este plan.

Según todas las apariencias, un enfrentamiento militar prometía todas las ventajas para Gran Bretaña, una de las potencias más poderosas de la tierra, con una población de unos once millones, comparada con los dos millones y medio de colonos, un quinto de los cuales eran esclavos negros. La armada británica era la mayor del mundo y casi la mitad de sus buques participaron inicialmente en el conflicto con los nacientes Estados Unidos. El ejército era una fuerza profesional bien entrenada; en 1778, llegó a tener cerca de cincuenta mil soldados estacionados solo en Norteamérica, a los cuales se añadieron más de treinta mil mercenarios alemanes durante la contienda.

Para enfrentarse a ese poder militar, los rebeldes tenían que empezar de la nada. El Ejército Continental que crearon tenía menos de cinco mil efectivos permanentes, complementados por unidades de las milicias estatales de diferentes tamaños. En la mayoría de los casos, unos oficiales inexpertos, no profesionales, servían como jefes militares. Washington, el comandante en jefe, por ejemplo, solo había sido coronel de regimiento en la frontera virginiana y tenía poca experiencia en el combate. No sabía nada de mover grandes masas de soldados y nunca había dirigido un asedio a una posición fortificada. Muchos de sus oficiales habían salido de las capas medias de la sociedad: había posaderos convertidos en capitanes y zapateros en coroneles, como exclamó, asombrado, un oficial francés. Es más, «sucede con frecuencia que los colonos preguntan a los oficiales franceses qué oficio tienen en Francia». No es de extrañar, pues, que la mayoría de los oficiales británicos pensara que el ejército insurgente no era «más que una banda despreciable de vagabundos, desertores y ladrones» incapaces de rivalizar con los casacas rojas de Su Majestad. Un general británico llegó a alardear que con mil granaderos podía «ir de un extremo a otro de Norteamérica y castrar a todos los hombres, en parte por la fuerza y en parte con un poco de persuasión».

Sin embargo, estos contrastes eran engañosos, porque las desventajas británicas eran inmensas desde el principio del conflicto. Gran Bretaña tenía que conducir la guerra desde el otro lado del Atlántico, a cinco mil kilómetros de distancia, con los consiguientes problemas de comunicaciones y logística; incluso alimentar adecuadamente era un problema casi insalvable. Al mismo tiempo, tenía que hacer una guerra absolutamente diferente a la que cualquier país hubiera librado en el siglo XVIII. La propia Norteamérica era inconquistable. La enorme extensión del territorio hacía que las maniobras y operaciones convencionales fueran difíciles y engorrosas. El carácter local y fragmentario de la autoridad en Norteamérica inhibía cualquier acción decisiva por parte de los británicos. No había ningún centro neurálgico con cuya captura se pudiera lograr aplastar la rebelión. Los generales británicos acabaron por decidir que su principal objetivo debía ser enfrentarse al ejército de Washington en una batalla, pero, como dijo el comandante en jefe británico no sabían como hacerlo, «ya que el enemigo se mueve con mucha más celeridad de la que nosotros somos capaces».

Una de las causas de los resultados negativos de los colonos eran sus mosquetes, ya anticuados y que solo podían disparar a pocos metros para obtener precisión. Esto llevó a que se creara un nuevo tipo de arma más eficaz, que fue el fusil modelo Pennsylvania, de gran precisión desde más de 80 metros. Los colonos en estos primeros combates lucharon en forma de guerrillas.

George Washigton, por su parte, comprendió desde el principio que, por el lado estadounidense, la guerra tenía que ser defensiva. «En todas las ocasiones debemos evitar una acción general -dijo ante el Congreso en septiembre de 1776- o arriesgar nada, a menos que nos veamos obligados por una necesidad a la cual no deberíamos vernos arrastrados.» Aunque nunca actuó como cabecilla guerrillero y se concentró todo el tiempo en crear un ejército profesional con el cual pretendía batir a los británicos en una batalla abierta, en realidad, sus tropas pasaban buena parte del tiempo librando escaramuzas con el enemigo, acosándolo y privándole de comida y avituallamiento siempre que era posible (guerra de guerrillas). En esas circunstancias, la dependencia de los estadounidenses de unas fuerzas de la milicia no profesionales y la debilidad de su ejército organizado los convertían, como dijo un oficial suizo, en más peligrosos que «si tuvieran un ejército regular». Los británicos no comprendieron nunca a qué se enfrentaban; esto es, a una verdadera revolución que contaba con un apoyo generalizado de la población. Por ello, continuamente subestimaron el aguante de los rebeldes y sobreestimaron la fuerza de los colonos leales a la Corona. Al final, la independencia acabó significando más para los estadounidenses que la reconquista o conservación de las 13 Colonias para los ingleses.

La batalla de Saratoga

Las cosas empezaron a cambiar en octubre de 1777 cuando un ejército británico bajo el mando del General John Burgoyne se rindió en Saratoga, en el norte del estado de Nueva York. Este fue el golpe de gracia y propagandístico que necesitaban los colonos para su independencia. Desde Canadá llegaron indios (dirigidos por Joseph Brant), estos últimos estaban a favor de los británicos porque los colonos les estaban expropiando sus tierras cada vez más. La expedición estaba comandada por el general John Burgoyne y pretendía llegar a Albany. Sin embargo fueron interceptados y tuvieron que presentar batalla en Freeman, cerca del río Hudson. Aquí estaban los colonos comandados por Benedict Arnold (que después fue traidor), Horatio Gates y Daniel Morgan. Este último comandaba a fusileros vestidos con pieles y que eran antiguos cazadores.

El general Burgoyne contaba con 600 mercenarios alemanes (los británicos llegaron a utilizar hasta 16.000 en toda la guerra) para tomar la granja. El 9 de septiembre Morgan tiene a sus hombres bien escondidos en un bosque contiguo a la granja y en los trigales de la misma. Una vez se acercan los mercenarios alemanes, los fusileros salen de sus escondites y disparan a los enemigos, produciendo gran sorpresa entre estos y provocando que caigan a decenas. Burgoyne entonces manda otros 600 más, que también caen. Los británicos retroceden, pero Burgoyne resiste, aunque sin suministros ni víveres, y consigue poco tiempo después tomar la granja.

Horatio Gates, aunque hombre pesimista, es convencido por Morgan y Arnold para lanzar un ataque a los británicos. Con los cañones incautados a los británicos bombardean la granja y consiguen la rendición de Burgoyne. Entre el cañoneo de los colonos un general británico, Simon Fraser, ordenó una carga de caballería totalmente desesperada, por lo difícil de la situación. Esta carga fue rápidamente neutralizada por los hombres de Morgan, que consiguieron acabar con el general. Éste, antes de morir, pidió ser enterrado en el campo de batalla, y para ello varios soldados británicos se reunieron, lo que llegó a confundir a los colonos. Creyendo que los enemigos se estaban reorganizando para otro ataque, empezaron a cañonear la zona en que estaban enterrando a Simon Fraser, y aunque no dieron en el blanco sí produjeron que los que se esforzaban en la faena fueran salpicados por la arena y el polvo. Al final se le pudo enterrar entre una lluvia de balas de cañón. Este hecho produjo esta frase de un general alemán llamado Riedesel: «¡qué gran entierro para un gran guerrero!»

La ayuda extranjera y el final de la guerra

Alentados por la victoria de Saratoga, Francia y España veían la oportunidad como una ocasión de oro para lograr la revancha del desastroso Tratado de París de 1763, con el que concluyó la Guerra de los Siete Años. Así Francia tras unos meses de cierta vacilación, entró abiertamente en la guerra firmando una alianza en febrero de 1778 con los colonos. Pese a sus escasas provisiones y limitado adiestramiento, las tropas coloniales pelearon bien en general, pero podrían haber perdido la guerra si no hubieran recibido ayuda del erario francés y de la poderosa marina francesa.

Por su parte, España, aunque enseguida ayudó a los rebeldes con dinero, armas y municiones, se mostró más reacia a la intervención directa, debido al temor de Floridablanca a las consecuencias de un conflicto armado; incluso aspiró a algo que, de momento, resultaba una verdadera utopía: la mediación entre los contendientes. Los objetivos españoles en América eran expulsar a los británicos tanto del golfo de México como de las orillas del Misisipi y conseguir la desaparición de sus asentamientos en América Central.

Después de 1778, la lucha se trasladó en gran medida al sur y el conflicto ya había adquirido un cariz internacional con la entrada de Francia. Un año más tarde la realidad se impuso y España declaró la guerra a Inglaterra, pensando incluso en la posibilidad de invadir Gran Bretaña mediante el concurso de una armada francoespañola, plan que resultó inviable. Para su entrada abierta en el conflicto el gobierno español había firmado el llamado tratado de Aranjuez, acuerdo secreto con Francia sellado en Aranjuez el 12 de abril de 1779, por el cual España conseguía una serie de concesiones a cambio de unirse a su aliado en la guerra. Francia prometió su ayuda en la recuperación de Menorca, Mobile, Pensacola, la bahía de Honduras y la costa de Campeche y aseguró que no concluiría paz alguna que no supusiera la devolución de Gibraltar a España. Esto provocó que los británicos tuvieran que desviar a Gibraltar tropas destinadas en un principio a las colonias.

Los puertos de Toulon y Brest, en Francia, que estaban bloqueados por los británicos, fueron desbloqueados por la falta de efectivos de los británicos. Con los puertos atlánticos abiertos, los franceses pudieron llevar tropas a América al mando de La Fayette, siendo de gran ayuda a los colonos en su guerra.

Más tarde Holanda también se unirá a la coalición formada por España y Francia, con ambiciones de ganar posiciones por el dominio de los mares.

En 1781, 8.000 soldados británicos al mando del general Charles Cornwallis fueron rodeados en Virginia, el último reducto, por una flota francesa y un ejército combinado franco-estadounidense al mando de George Washington de 16.000 hombres. Tiene lugar así la batalla de Yorktown. Cornwallis se rindió, y poco después el gobierno británico propuso la paz. Murieron 156 británicos, 52 franceses y 20 independentistas, siendo los últimos en caer en la Guerra de la Independencia.

En los restantes frentes entre 1779 y 1781, España sitió Gibraltar, una vez más infructuosamente, y se iniciaron una serie de campañas en América contra distintos puntos estratégicos del golfo de México en manos británicas, en la mayor parte de los casos coronadas por el éxito (Pensacola). Por otro lado, una exitosa expedición a Menorca permitió la recuperación de la isla en febrero de 1782. El Tratado de París o Tratado de Versalles se firmó el 3 de septiembre de 1783 entre Gran Bretaña y Estados Unidos y puso término a la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. El cansancio de los participantes y la evidencia de que la distribución de fuerzas, con el predominio inglés en el mar, hacía imposible un desenlace militar, condujo al cese de las hostilidades.

El tratado de París de 1783 (la Paz de Versalles)

  • Se reconocía la independencia de Estados Unidos de América y otorgó a la nueva nación todo el territorio al norte de Florida, al sur del Canadá y al este del río Misisipi. El paralelo 32º se fijaba como frontera norte. Gran Bretaña renunció, asimismo al valle del Ohio y dio a Estados Unidos plenos poderes sobre la explotación pesquera de Terranova.
  • España mantenía los territorios recuperados de Menorca y Florida oriental y occidental. Por otro lado recuperaba las costas de Nicaragua, Honduras (Costa de los Mosquitos) y Campeche. Se reconocía la soberanía española sobre la colonia de Providencia y la inglesa sobre Bahamas. Sin embargo, Gran Bretaña conservaba la estratégica posición de Gibraltar (Londres se mostró inflexible, ya que el control del Mediterráneo era impracticable sin la fortaleza de la Roca).
  • Francia recuperaba algunos enclaves en las Antillas, además de las plazas del río Senegal en África.
  • Holanda recibía Sumatra, estando obligada a entregar Negapatam (en la India) a Gran Bretaña y a reconocer a los ingleses el derecho de navegar libremente por el Índico.
  • Gran Bretaña mantenía a Canadá bajo su Imperio, a pesar de que los estadounidenses trataron de exportar a tierras canadienses su revolución.
  • Finalmente, se acordó el intercambio de prisioneros.

En general los logros alcanzados pueden juzgarse como favorables para España y en menor medida para Francia a pesar del elevado coste bélico y las pérdidas ocasionadas por la casi paralización del comercio con América, un pesado lastre que gravitaría sobre la posterior situación económica francesa. Por otra parte, el triunfo de los rebeldes estadounidenses sobre Inglaterra no iba a dejar de influir en un futuro próximo sobre las colonias españolas. Esta influencia vino por distintos caminos: la emulación de lo realizado por comunidades en similares circunstancias, la solidaridad de los antiguos colonos con los que aún lo eran, la ayuda de otras potencias interesadas en la desaparición del imperio colonial español, etc. Estos aspectos se manifestaron de un modo claro durante las Guerras Napoleónicas.

La nueva constitución

Una vez conquistada la independencia resultó muy complicado poner de acuerdo a todas las antiguas colonias. En 1787, 55 representantes de las antiguas colonias se reunieron en Filadelfia con el fin de redactar una constitución. Se creaba así un único gobierno federal, con un presidente de la república y dos cámaras legislativas (Cámara de Representantes y Senado). Esta constitución estaba inspirada en los principios de igualdad y libertad que defendían los ilustrados franceses y se configuró como la primera carta magna que recogía los principios del liberalismo político estableciendo un régimen republicano y democrático. La independencia y democracia estadounidense causó un notable impacto en la opinión y la política de Europa

Texto

Calendario romano

Características

El calendario romano fue creado durante el reinado de Rómulo, fundador de Roma. Comprendía diez meses lunares, de marzo a diciembre. Entre diciembre y el comienzo del año siguiente había un período de tiempo que no correspondía a ningún mes.

Posteriormente se realizó una reforma atribuida por los historiadores al rey Numa Pompilio, segundo rey de Roma. Entre diciembre y marzo se añadieron dos nuevos meses: enero y febrero. Desde mediados del siglo II a. C., el año, que hasta entonces había empezado en el mes de marzo, pasó a comenzar en enero. Así el año pasó a durar 355 días: febrero tenía 28 días, marzo, mayo, julio y octubre 31, y el resto 29. Como tras la reforma de Numa Pompilio las cosas no se arreglaron, ya que seguía el calendario lunar oficial desfasado con el curso estacional, basado en el ciclo solar, se optó por añadir cada cuatro años dos meses, uno de 22 y otro de 23 días, denominados Mercedonios o Intercalares

Nominaciones

Nominación de los años

Para indicar los años, o fechar, los romanos utilizaban tres procedimientos distintos:

  • Tomaban como referencia el año de la Fundación de Roma el 753 a. C. Ponían la palabra año en ablativo seguido del numeral ordinal correspondiente, también en ablativo, y de la expresión ab urbe conditia (desde la fundación de la ciudad). Por ejemplo: Anno trecentesimo quarto ab urbe conditia, era el año 340 después de la fundación de Roma (en notación actual 340 AUC), o sea el 413 a. C.
  • En la época republicana Ponían en ablativo los cónsules que gobernaron en el año que querían fechar. Por ejemplo: L. Domitio Ap. Claudio consulibus, significa en el consulado de L. Domicio y de Ap. Claudio, o sea, el 54 a. C.
  • También utilizaron como referencia para indicar los años el 509 a. C., fecha de la expulsión de los reyes (Post reges exactos)

Nominación de los Meses

La denominación de los meses, por orden, era: (Nótese que la ve se lee como u en las palabras latinas.)

  • Martivs: en honor a Marte, padre de los fundadores de Roma, Rómulo y Remo, y al que se dedicó el primer mes del año.
  • Aprilis: posiblemente consagrado a Venus, Apru en etrusco.
  • Maivs: titularidad discutida, ya que algunos afirman que estaba dedicado a la madre de Mercurio, la diosa Maya, que se encargaba del desarrollo de los vegetales, mientras otros se lo adjudican a venerar a los antepasados, los Maiores.
  • Ivnivs: consagrado a Juno (Ivno). También existe otra posible dedicación a los descendientes, los Ivniores.
  • Qvintilis: llamado así por ser el quinto mes (qvinqve-cinco). A la muerte de Julio César pasó a llamarse Ivlivs en su honor, por ser el mes de su nacimiento.
  • Sextilis: mes sexto (sex-seis). Se dedicó posteriormente a Octavio Augusto y recibió el nombre de Avgvstvs.
  • September: mes séptimo (septem-siete)
  • October: mes octavo (octo-ocho)
  • November: mes noveno (novem-nueve)
  • December: mes décimo (decem-diez)

La siguiente intervención para intentar adecuar el calendario con el discurrir de las estaciones la realizó el rey Numa Pompilio, añadiendo, a continuación de la decena ya existente, dos meses nuevos:

  • Ianvarivs: en honor a Jano.
  • Febrvarivs: dedicado a Februo (más conocido por el nombre de Plutón), dios de las ceremonias de purificación que se llevaban a cabo en este mes, para expiar las culpas y faltas cometidas a lo largo del año que acababa, y para comenzar el nuevo con buenos augurios.

Nominación de los días

Pintura de la muerte de Julio Cesar. Fue asesinado en los Idus de Marzo, o sea el 15 de marzo.

Pintura de la muerte de Julio Cesar. Fue asesinado en los Idus de Marzo, o sea el 15 de marzo.

Para indicar los días del mes, los romanos tomaban como referencia tres fechas únicas, de las que dos de ellas se atrasaban o adelantaban en el día que caían, según el mes de que se tratara: las calendas, las nonas y los idus.

  • Las calendas, (Kalendae, -arum). Las calendas eran el primer día de cada mes. De esta palabra deriva calendario.
  • Las nonas, (nonae, -arum). Las nonas eran el día cinco de cada mes, excepto en marzo, mayo, julio y octubre en los cuales las nonas eran el día siete.
  • Los idus, (idus, -uum). Los idus eran el día trece de cada mes, excepto en marzo, mayo, julio y octubre, en los que eran el día quince.

Si querían indicar una de estas tres fechas fijas, la ponían en ablativo junto con el adjetivo del mes correspondiente:

Kalendis Ianuariis, en las calendas de enero (1 de enero),
Nonis Octobris, en las nonas de octubre (7 de octubre).

Si se trataba de indicar el día anterior o posterior de las tres fechas anteriores, se ponía el adverbio pridie o postridie seguido de la fecha y del adjetivo correspondiente del mes en acusativo. Por ejemplo:

Pridie Nonas Iaunuarias, la víspera de las nonas de enero.
Postridie Idibus Octobribus, el día siguiente a los idus de octubre (16 de octubre).

Si se trataba de cualquier otra fecha, se contaban los días que faltaban para llegar hasta el más próximo de las tres fechas fijas y se colocaba la expresión ante diem, seguida del número del día correspondiente (expresado en numeral ordinal), del nombre de la fecha fija con la que se relacionaba, y del adjetivo del mes de esta última, todos ellos en acusativo. Para hacer la cuenta también se sumaba el día de la fecha fija. Por ejemplo:

Ante diem sextum Kalendas Martias, el sexto día antes de las calendas de marzo (24 de febrero).

Nominación de las Horas

Los romanos no dividían el día en 24 horas o en 24 partes iguales durante todo el año.

Ellos repartían el tiempo de luz (el día) en doce horas. De esta manera, en verano, las horas resultaban más largas que en invierno. Para medir las horas, utilizaban relojes de sol, y más raramente de agua.

Las horas se expresaban con números ordinales: hora prima, hora secunda, hora tertia, etc. La hora prima era la primera del día, la del amanecer. La hora que marcaba el final del día, la puesta de sol, era la hora duodecima. De la hora sexta, que marcaba el mediodía, procede la palabra siesta.

La noche se dividía en cuatro partes denominadas vigilia: prima vigilia, seconda vigilia, etc. También tenían una duración diferente según fuera la época del año.

Esta distribución en cuatro partes y el propio nombre guardaban relación con los turnos de vigilancia de los campamentos militares.

Texto.

Odiseo

Odiseo o Ulises era un héroe famoso en los mitos griegos antes de que su figura quedara inmortalizada para siempre en los poemas de Homero. En la larga tradición oral de las narraciones míticas que sirvieron de base a éstos seguramente muchos otros aedos habían celebrado las hazañas del rey aventurero de la pequeña isla de Ítaca, renombrado por su astucia y guerrero decisivo en la conquista y destrucción de Troya. Pero, desde luego, fue Homero quien en el s. VIII a.C. configuró para siempre su memoria en sus dos inmortales relatos épicos. En la Ilíada y sobre todo en la Odisea, esa epopeya que lleva su nombre y donde él es el indiscutible protagonista, Ulises u Odiseo se nos presenta como un personaje inolvidable, el más complejo, ingenioso y moderno de todos los héroes helénicos.

UN HÉROE DE CARNE Y HUESO

Ya en la Ilíada, que es un poema guerrero, destaca Ulises no sólo como un hábil combatiente, sino también como alguien caracterizado por su inteligencia y su habilidad diplomática. Es el héroe oportuno tanto para encabezar embajadas como para urdir emboscadas, alguien que sabe intervenir con sagaces actuaciones en los momentos conflictivos. Cuenta con una muy notable facilidad de palabra, y por eso el rey de Micenas, Agamenón, lo aprecia muy especialmente como un caudillo muy prudente en contraste con el inflexible y arrogante Aquiles. También la bella Helena, desde los muros de Troya, lo describe con elogios ante el soberano troyano Príamo. Ulises será quien idee la construcción del famoso caballo de madera con el que los aqueos lograrán, al décimo año de asedio, conquistar taimadamente la ciudadela troyana, aunque este episodio no se cuenta en la Ilíada, sino en la Odisea.

Esencialmente, la Odisea es el relato del regreso de Ulises a su patria. El rey de Ítaca, que no quería abandonar su isla para ir a la guerra, se vio obligado a partir con los demás caudillos aqueos obedeciendo a un juramento de alianza con Agamenón y Menelao. A este respecto, una antigua leyenda –que no cuenta Homero, sino otros autores- refería que Ulises intentó zafarse de la contienda fingiéndose loco, pero que fue desenmascarado por el también astuto Palamedes, de quien se vengó más tarde.

Ulises tardó veinte años en regresar a su palacio. Los diez primeros años los pasó combatiendo en el largo asedio, y los diez restantes en el viaje de vuelta. Este laberíntico regreso es lo que cuenta, en sus veinticuatro cantos y más de trece mil versos, la Odisea homérica. Aunque más corto que la Ilíada, de dieciséis mil, al lector actual la Odisea le la impresión de ser mucho más extenso. Esa sensación se debe a sus variados episodios y los nuevos horizontes que abre. Así, mientras que la epopeya de la conquista de Troya narra los combates bélicos en torno a los muros de la ciudad asediada y los conflictos entre los distintos reyes y héroes aqueos, la Odisea nos conduce a escenarios muy diversos: desde Troya – cuya destrucción final está evocada por el rey espartano Menelao y por Helena en charla con Telémaco, y por los aedos de Ítaca y Feacia – hasta las salas del palacio de Ítaca, donde la esposa y el hijo del héroe aguardan su regreso. Entre uno y otro ámbito, ahí queda el mar que el viajero debe cruzar, una distancia geográfica que en el poema se vuelve inmensa, por los peligros y naufragios que amenazan a Odiseo, que, en errante y azarosa navegación, perderá por el camino todos sus barcos y a todos sus compañeros, y volverá solo y con un cauteloso disfraz de mendigo a su casa.

Ese mar resonante, con sus feroces encuentros, sus tempestades y sus monstruos, con sus princesas y sus magas, con sus islas enigmáticas, ocupa el centro de la Odisea, y las aventuras marinas, que están contadas por el mismo Odiseo –en el banqute hospitalario de Feacia-, constituyen el corazón fantástico, y el trecho más famoso, inolvidable, del gran relato. En su honor ahora puede escribirse “odisea”, con minúscula, como nombre común para designar cualquier viaje aventurado y arriesgado.

LA ESTRUCTURA DE LA ODISEA

Recordemos cómo se evoca en el poema de Homero el regreso de Ulises. En los cuatro cantos iniciales, se nos cuenta la situación en la isla de Ítaca. En el palacio la ausencia prolongada del rey ha dejado en situación apurada a la reina, Penélope, a la que acosan numerosos pretendientes a su mano, y a su hijo, Telémaco, que decide abruptamente zarpar en busca de su padre. Esos primeros cantos cuentan el viaje de Telémaco, quien visita en el cercano Peloponeso las cortes de dos reyes que combatieron en Troya y fueron grandes amigos de Odiseo: el viejo Néstor en Pilos, y el esposo de Helena, Menelao, en Esparta. En los coloquios se evocan las gestas de los héroes aqueos en Troya y el terrible regreso de algunos de ellos. Esa parte es la llamada Telemaquia, y se ha interpretado como la primera muestra de un tema de gran interés para la literatura posterior: el de la educación del príncipe.

Ulises aparece a partir del canto V. Los dioses (la sagaz Atenea, que protege al héroe, y el justiciero Zeus) envían a Hermes para que diga a Calipso, la ninfa que lo ha retenido por amor en su isla durante siete largos años, que le permita partir. Ulises se fabrica una balsa con maderos de la isla y se echa de nuevo al mar. El dios Poseidón, padre del cíclope al que cegó Ulises, le prepara un nuevo naufragio, pero el héroe logra llegar a la costa de la isla de Feacia, donde es acogido hospitalariamente.

UN HÁBIL EMBUSTERO

Allí es donde cuenta Ulises sus aventuras. En primera persona, pues, se nos ofrece lo más fabuloso de la Odisea. El aventurero se revela como un magnífico narrador en medio del banquete de los feacios. Es una escena estupenda ésa en que toma Ulises la palabra, después de que el aedo Demódoco ha cantado la toma de Troya por los aqueos, con su gran caballo de madera, invención del astuto Ulises. Ahora él, allí presente, se presenta ante los atónitos comensales y va a contar la continuación de sus propias andanzas.

Ulises comienza su relato ante la expectación general. Como si compitiera con el aedo de la corte, inspirado por la Musa, Ulises cuenta su propia historia, lo que da una intensidad particular a lo narrado. Se sabe convertido ya en personaje famoso, como ha evidenciado el canto anterior del cantor profesional de la corte feacia; es ya un personaje de relatos épicos popularizados por otros narradores en el mundo griego.

Así que el protagonista de las aventuras marinas, que resulta ser a la vez el narrador de las mismas, aparecerá como un héroe más fabulosos y taimado que el gran guerrero de Ilíada evocado en la Telemaquia. Sus avatares mediterráneos lo sitúan en escenarios que no son los de la épica, sino los de un mundo fantástico próximo a los cuentos maravillosos, donde aparecen ogros y brujas, y viajes al mundo de los muertos.

Por otra parte, la narración en primera persona, en la que el narrador coincide con el protagonista del viaje maravilloso, es la exigida en la literatura fantástica. Tras Ulises vendrán Eneas, Luciano, Simbad, Dante, Gulliver, a contarnos sus viajes increíbles también con ese mismo artificio y encanto. ¿Quién podría relatar los asombrosos encuentros del camino sino el mismo intrépido viajero, a la vuelta de su viaje?

Los hospitalarios feacios se quedan fascinados por la seductora narración. El buen rey Alcínoo expresa ingenuamente su admiración por la extraordinaria veracidad de tan fabulosos episodios. Nosotros que, al leer toda la Odisea, sabemos del arte de Ulises para el disfraz y el engaño, podríamos sentir alguna duda al respecto. Al encontrarse en Ítaca Ulises se inventa unas cuantas autobiografías falsas, y la misma diosa Atenea le elogia su singular talento para el engaño.

Sabemos, en efecto, que Ulises es un habilísimo embustero cuando le conviene para sacar provecho de sus mentiras. Pero está claro que, al mentir, se inventa historias verosímiles, mientras que, al contar relatos tan fabulosos como estas aventuras marinas, debe referir la verdad. Queda, pues, muy demostrado que el astuto aventurero mediterráneo es, a la vez, un magnífico narrador, del mismo modo que el valeroso combatiente de la Ilíada se mostraba a la par un excelente orador.

LOS EPISODIOS MARINOS

Los episodios del arriesgado itinerario de Ulises son de lo más variado. A lo largo de ellos Ulises va perdiendo sus doce naves y a sus numerosos compañeros, y sólo él escapa de la muerte. Mencionemos esos peligrosos encuentros: saqueo del país de los cícones; arribada a la tierra de los lotófagos, adictos a una planta que provoca el olvido; visita a la isla de Eolo, dios de los vientos, cuyo regalo se pierde por culpa de los codiciosos compañeros de viaje; visita a la isla de los cíclopes y encuentro en la cueva del voraz Polifemo; batalla con los lestrígones, gigantes antropófagos, que destruyen todos los barcos de la flota menos el del propio Ulises; estancia en la isla de la hechicera Circe; viaje al Hades, el país de los muertos, para dialogar con el adivino Tiresias, y, de paso, con las almas de otros difuntos héroes de la Ilíada; rauda travesía junto a la costa donde cantan las seductoras y mortíferas sirenas; paso terrorífico entre la monstruosa Escila y la vertiginosa Caribdis; arribada a la isla donde pacen las vacas del divino Helios, algunas de las cuales son devoradas por los insensatos y famélicos compañeros de Ulises, lo que provoca la destrucción fulgurante del navío; y, finalmente, llegada de Ulises, náufrago, a la idílica isla de la ninfa Calipso, que, enamorada de él, le retendrá a su lado siete años.

En vano esta amorosa ninfa le ofrecerá la inmortalidad si accede a quedarse con ella para siempre. Ulises no cede a esa tentación porque desea, por encima de todo, volver a su tierra junto a los suyos. Y porque no quiere renunciar a su historia personal, por más que ésta comporte una dosis amplia de dolor y tenga que concluir, como todas las historias humanas, en la vejez y la muerte. Calipso, presionada por Hermes, tiene que resignarse y dejar partir al héroe por el proceloso mar.

Acerca del itinerario de estos viajes se ha escrito mucho. Algunos estudiosos, ya en la antigüedad y repetidamente en tiempos modernos, han querido trazar sobre un mapa la ruta de Ulises. Las hipótesis al respecto son curiosas, pero por lo general poco convincentes. ¿Tuvo Homero a mano algún periplo prestado por comerciantes fenicios o por piratas griegos? ¿Quiso dejar en sus versos misteriosas claves, en un código secreto, dirigidas a futuros viajeros? No parece muy verosímil.

Pero si alguien quiere imaginar el zigzagueante rumbo de Ulises sobre el mapa del Mediterráneo encontrará fácilmente pistas y guías oportunos. Se suele situar la cueva de la ninfa Calipso muy cerca de Ceuta, y la de Circe vecina al golfo de Nápoles, según una presunción tradicional. Se suele pensar también que los lotófagos habitaban en la apacible isla de Djerba, frente a Túnez, y parece probable situar a los lestrígones en la áspera costa tracia. En cuanto a la gruta de Polifemo se suele apostar por Sicilia o sus alrededores.

No importa demasiado para leer el poema de Ulises. En todo caso ahí respira el viejo Mediterráneo, que entonces parecía joven y misterioso, ese mar “de color de vino”, espumoso y resonante, recorrido por héroes y dioses. Por él iban ya los audaces navegantes griegos con sus frágiles naves, con afán de colonizar algunas costas para comerciar y descubrir nuevas orillas y fundar nuevas ciudades en pleno s. VIII a.C. Era el mar ya surcado por otros héroes míticos, como Jasón y los argonautas, y también por piratas fenicios, competidores de los griegos, ávidos de cambalaches y amigos de raptar doncellas y niños, y revenderlos como esclavos. En fin, todo un vasto caudal de historias y aventuras, un buen escenario para otras odiseas.

LOS PERSONAJES DE LA ODISEA

Pero conviene no pasar por alto otro de los atractivos de este relato que más que una epopeya de viejo cuño es una narración de aventuras: el de la presencia de diversas figuras muy atractivas en el entorno del héroe. De un lado están las siluetas de sus familiares, como su mujer Penélope, su hijo Telémaco, su padre Alertes y su antigua nodriza Euriclea. Y es muy notable la abundancia de personajes femeninos, todos ellos de singular encanto. En un poema épico las figuras femeninas quedan muy al margen de la acción, y ése es el caso de Helena, Andrómana y Hécuba en la Ilíada. Pero en la Odisea tenemos unas cuantas figuras femeninas de muy notable personalidad, como Penélope, la misma Helena, la princesa Nausica, la reina Arete, las magas Circe y Calipso, y la vieja Euriclea, muy bien perfiladas todas ellas.

Al igual que Teseo, Jasón y tantos héroes, Ulises tiene un aire seductor que hechiza a Nausica, Circe y Calipso. Sin embargo, sus amoríos con las dos magas no tienen otra consecuencia que la de retrasar su regreso a casa, y, en cuanto a su trato con la bella princesa de Feacia, Ulises se van sin prestarle mucha atención.

LA NOBLEZA DE LOS HUMILDES

Además de estas figuras femeninas, están también muy bien perfiladas otras, como la del joven Telémaco, que debe mostrarse digno hijo de su padre en unas circunstancias de lo más difícil, comportándose siempre con noble audacia, aunque parezca algo duro con su madre en alguna ocasión. O el viejo Alertes, ese viejo rey retirado en sus campos que vemos al final del poema. Pero sobre todo nos llama la atención la actitud del porquerizo Eumeo, fiel esclavo de corazón más noble que nadie, que acoge a su señor cuando éste llega como un mendigo vagabundo a su choza y luego lucha a su lado y al de Telémaco en el combate final contra los pretendientes. O la de Euriclea, la nodriza del héroe, que siente una honda devoción por sus señores.

Es un rasgo muy interesante de la Odisea ese interés por la gente de condición humilde. El poeta ha prestado atención, incluso, al lamento de una pobre sirvienta que, más lenta que las otras, está moliendo el grano a altas horas de la noche, y en su agobio maldice a los pretendientes por su insaciable voracidad e insolencia.

Otro emotivo momento es el de la muerte de Argos, el viejo perro de Ulises que, abandonado sobre el estiércol, a la puerta del palacio, muere de vejez, pero que en sus últimos momentos llega a reconocer en el mendigo que se acerca a su viejo amo, a aquel con el que, muy joven, salía alegre de caza. El perro es el primero que, en su hogar, reconoce al héroe tan largo tiempo ausente. Agoniza contento el viejo Argos, mientras Ulises oculta su llanto al verlo. Los versos del relato cuentan la muerte del viejo can como si fuera la de un guerrero, y el lector advierte, en el contraste entre el cachorro que recuerda Ulises y el animal que ve ahora, consumido por el abandono y la vejez, el paso terrible de los años de ausencia.

ENTRE EL CUENTO Y LA NOVELA.

La Odisea abandona los tonos épicos y la temática bélica, y se desliza hacia el relato novelesco, como se ha dicho muchas veces. Pero conserva en el fondo el esquema de un cuento tradicional con final feliz.

Como en el viejo cuento, el rey partió para una guerra lejana e hizo prometer a su esposa que no se casaría hasta un determinado plazo (cuando su hijo se convierta en un joven con barba primeriza) se presenta de incógnito en el certamen en que se va a decidir quién será el marido de la reina aparentemente viuda. Y entonces empuña su arma familiar, toma venganza de los pretendientes y recupera su trono y su lecho.

Así Ulises, que, disfrazado de mendigo ha podido comprobar, en su propio palacio, la soberbia brutalidad de los pretendientes y la fidelidad de Penélope, toma en sus manos su gran arco y empieza a cumplir su venganza. La matanza de los pretendientes precede al final feliz, que culmina con el reconocimiento de Penélope y la feliz reunión de los esposos en su cámara nupcial, sobre el lecho fabricado para su boda por el hábil Ulises.

LA HERENCIA DE ULISES

Ulises se presenta como un nuevo tipo de héroe. Solitario, errabundo, logra su objetivo final, que no es otro que el de regresar a casa, desde la guerra que, por fin, concluyó. No es un magnífico campeón de tremenda fuerza, como Heracles, ni un as de las armas, como Aquiles o Áyax, aunque sea indudablemente un buen combatiente cuando se ve obligado a ello. Su arma principal no es la lanza, ni siquiera el arco (que, como vemos, se había dejado en casa al partir hacia Troya, y que empuñará en su momento con enorme destreza), sino la inteligencia y la palabra. No abandonó su Ítaca natal para luchar contra los monstruos ni para conquistar un gran tesoro lejano, aunque luego haya tenido que luchar mucho y sortear graves peligros, y le gusta volver a casa con un buen botín.

Ha sabido realizar su viaje con firme paciencia, con incansable coraje y una singular curiosidad. Recordemos cómo se quedó en la cueva de Polifemo para enfrentarse al cíclope y cómo quiso, bien atado al mástil de su nave, escuchar el canto de las seductoras sirenas. Los epítetos con que Homero acompaña su nombre definen bien el talante del héroe: es polytropos, “de muchas vueltas o de múltiples tretas”; polytlas, “muy sufridor”; polymetis, “de mucha astucia”; polyméchanos, “de muchos recursos”.

No es, en Homero, un buscador de aventuras sin fin, un explorador inquieto en busca de nuevos horizontes, sino únicamente un viajero ansioso de regresar a su hogar: Ítaca es la meta de ese peregrinaje arduo y complicado. Ese trayecto marítimo que va desde la costa de Asia Menor, donde queda destruida Troya, hasta su isla rocosa en el extremo sur del Adriático, frente a las costas occidentales del Peloponeso, un barco antiguo podía hacerlo tranquilamente, con tiempo favorable, en unos pocos días. Pero Ulises emplea diez años. El tormentoso mar y los dioses podían, desde luego, complicar cualquier travesía.

La batalla de Platea

La Batalla de Platea tuvo lugar el 27 de agosto de 479 a. C. al enfrentarse los ejércitos persas y griegos durante ocho días en las orillas del río Asopo en los alrededores de Platea y en las faldas del monte Citerón. Esta batalla pertenece a lo que se conoce como la Segunda Guerra Médica entre persas y griegos. En ella murió el general Mardonio comandante del ejército persa y el general espartano Pausanias se cubrió de gloria con el triunfo de su ejército.

Antecedentes histórico

En el año 490 a. C. los griegos derrotaron al ejército de Darío I, rey de Persia, en la batalla de Maratón. Primera Guerra Médica entre Persia y Grecia.

En el año 486 a. C. muere Darío I cuando preparaba una segunda campaña contra Grecia, lo sucede en el trono su hijo Jerjes quien continúa con los preparativos.

En el año 481 a. C. Jerjes inicia la Segunda Guerra Médica cruzando el Helesponto con un ejército formidable y una gran escuadra. Emprendiendo una avance paralelo de su ejército y armada, hacia Grecia.

En el año 480 a. C. en el mes de agosto, el ejército persa derrota en el desfiladero de las Termópilas al ejército griego mandado por Leónidas I rey de Esparta. Leónidas y sus hombres mueren en forma heroica defendiendo el paso.

Después de esta derrota, el ejército griego se retira al Istmo de Corinto protegiendo el Peloponeso y los atenienses, liderados por Temístocles, toman la decisión más heroica de su historia, no rendirse, evacuar Atenas y el Ática, trasladando sus familias a la isla de Salamina y enfrentar en Salamina a la flota persa.

Mapa de las Guerras Médicas

Mapa de las Guerras Médicas

El 23 de septiembre de 480 a. C. la flota griega derrota a la flota persa en el paso oriental de la isla de Salamina en el golfo Sarónico. En la que se conoce en la batalla de Salamina.

Tras la batalla de Salamina, Jerjes ordena a su flota dirigirse al Asia Menor y él emprende el regreso con su ejército dejando una fuerza de ocupación en Grecia de 120.000 hombres al mando del general Mardonio en Tesalia y otra en Tracia y Macedonia al mando del general Artabaces.

Movimientos previos a la batalla

A comienzos del verano del año 479 a. C., Mardonio comisionó a Alejandro I de Macedonia para que transmitiera a Atenas una oferta de paz y alianza con Persia sobre una base de igualdad. Los atenienses rehusaron la oferta, pero exigieron a los espartanos que se unieran con ellos en contra del invasor persa.

Moderna reconstrucción de una falange griega.

Moderna reconstrucción de una falange griega.

Ante la negativa ateniense, Mardonio se dirigió a Atenas y volvió a ofrecer una alianza a Atenas. Arístides, general ateniense exigió a Esparta una acción inmediata en contra del ejército de Mardonio si quería conservar la lealtad de la ciudad. Como resultado de lo anterior salió del Peloponeso hacia el istmo, al mando del general Pausanias, un ejército espartano compuesto por 10.000 hoplitas. Mardonio prendió fuego a la ciudad y se retiró a Beocia con el propósito de atraer a los espartanos y sus aliados al terreno más favorable para los movimientos de su caballería.

Pausanias debe haber llegado al istmo de Corinto probablemente en julio de ese año, allí reunió a los contingentes peloponenses y luego se dirigió a Eleusis donde se le unió Arístides con 8.000 hoplitas y una considerable fuerza de arqueros.

Desde Eleusis el ejército marchó a Eritras ubicándose en las laderas del monte Citerón, desde donde se podía observar el campamento persa rodeado de una empalizada junto al río Asopo.

Fuerzas participantes

  • Aliados griegos : el ejército al mando del general Pausanias sumaba 40.000 hoplitas y el resto tropas ligeras. Había contingentes de 19 ciudades estado griegas siendo los de Atenas y Esparta los más numerosos.
  • Aliados persas: el ejército al mando del general Mardonio estaba conformado por alrededor de 120.000 hombres aportados por beocios, aliados asiáticos y los persas que eran el grueso.

Desarrollo de la batalla

Aunque la posición griega no era apropiada para el empleo de la caballería, Mardonio decidió atacar antes que los griegos continuaran sumando refuerzos y para ello envió toda su caballería, al mando del general Masistio, en contra de las fuerzas griegas, acción que resultó desastrosa para los persas y en la cual perdió la vida el general Masistio.

De este primer enfrentamiento, los persas comprendieron que en terreno accidentado la caballería no servía de gran cosa frente a fuerzas entrenadas y bien dispuestas. Los griegos a su vez se entusiasmaron con el triunfo y creyeron que podían vencer a la caballería en cualquier terreno.

La victoria obtenida contra la caballería persa y la carencia de un suministro adecuado de agua en Eritra decidió a Pausanias a abandonar su posición defensiva en la montaña y trasladó su ejército a la llanura de Platea, entre dicha ciudad y el río Asopo. Los espartanos se ubicaron en el ala derecha, los atenienses en el ala izquierda y el resto de los aliados en el centro.

Cuando Mardonio descubrió el cambio de posición del ejército griego, se apresuró a sacar su ejército hacia la llanura formando una línea paralela a la de los griegos. El ala izquierda conformada por los persas, enfrentando a los espartanos, los aliados asiáticos en el centro y los beocios y otros griegos en el ala derecha, enfrentando a los atenienses.

Según Heródoto, los dos ejércitos permanecieron enfrentándose durante ocho días, sin efectuar ningún movimiento. Al octavo día, Mardonio envió a la caballería a destruir los pasos por donde llegaba el aprovisionamiento a las tropas griegas. Además Mardonio comenzó a atacar nuevamente con su caballería, pero esta vez empleando proyectiles lanzados desde larga distancia.

La posición griega se hizo crítica después del ataque a sus lineas de abastecimiento por lo que en la mañana del segundo día de ataque decidieron retroceder en la noche a una posición hasta el monte Citerón.

En la mañana del 27 de agosto, Mardonio, al ver el nuevo movimiento griego dejó a su ala derecha que combatiera contra los atenienses y él, con el grueso del ejército y la caballería, se lanzó contra el ala derecha griega conformada por los espartanos.

En este combate, la falange griega demostró una vez más la fortaleza de su constitución. Las ropas ligeras y la carencia de escudos u otra protección de los persas constituyeron la mayor desventaja contra hombres fuertemente armados. Mardonio fue muerto y desde ese mismo instante los persas cedieron y al poco tiempo retrocedieron en fuga. Pausanias había conseguido una victoria que cambiaría el curso de la historia. Por su parte los atenienses, después de una encarnizada lucha, vencieron a los beocios.

Consecuencias

Después de la batalla los griegos saquearon al campamento persa entregando el botín al oráculo de Delfos. Los persas abandonaron Tebas y al poco tiempo regresaron al Asia Menor.

Esta victoria y la de Salamina unieron a los helenos, desarrollando un cierto sentimiento de patria y de que todo lo que no era heleno era bárbaro. La pérdida de prestigio no sólo contuvo la expansión del Imperio persa, sino que lo llevó a su ruina.

Texto sacado de aqui.

Vikingos

Vikingo es el nombre dado a los miembros de un grupo étnico originario de Escandinavia, de los países nórdicos que vivió entre los años 789 y 1100. Fueron descendientes de un pueblo de origen germánico que se estableció en la península escandinava hacia el año 2000 a. C..

Sus ataques y su aparición en la escena política europea comenzaron con el saqueo del monasterio de Lindisfarne (793) en el norte de Gran Bretaña, al que pronto siguieron ataques a otros monasterios. Los anales y crónicas de los dos siglos siguientes están repletos de relatos aterradores. En grupos más o menos numerosos, los vikingos atacaron con sus barcos las costas europeas, remontaron los ríos de Francia, Alemania y Rusia, conquistaron gran parte del territorio de los pueblos eslavos de la antigua Rusia, las islas británicas Irlanda e Inglaterra y asolaron el Mediterráneo.

Su actuar violento aterrorizó a las antiguas comunidades que, aunque acostumbradas a la guerra, no tenían forma de prever cuándo habría una incursión. Estos ataques influyeron de forma indirecta en la creación de un período de inestabilidad que favoreció la descentralización política del feudalismo.

Durante los siglos siguientes, los vikingos tuvieron gran influencia en la historia europea: en las Islas Británicas gobernaron durante muchos años hasta ser finalmente conquistadas por los normandos, descendientes de vikingos. En Rusia contribuyeron a la formación del estado ruso. En Francia terminaron recibiendo como feudo la región de Normandía. En Italia fundaron el reino normando de Sicilia e incluso llegaron a influir con sus incursiones en el Califato de Córdoba y el Imperio Bizantino.

El último reducto hostil que representaba el rey Harald III «el despiadado«, el cual murió en la Batalla del puente Stamford en el año 1066 cuando intentaba tomar posesión del territorio de Inglaterra.

La Era Vikinga termina en 1100 porque ese mismo año acaban las incursiones vikingas.

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Origen del término

Recreación histórica moderna de un desembarco vikingo.

Recreación histórica moderna de un desembarco vikingo.

El origen de la palabra es discutido. Algunos proponen que se encuentra en la palabra Wik, que significa «hombres del norte» u «hombres del mar», y que posteriormente cambió a Vik (aun cuando algunos eruditos han sugerido que la palabra proviene del sajón wic, un campamento militar). Otros sostienen que viene de la frase Vik in, que significa «bahía adentro», refiriéndose así a sus desembarcos. Otros sugieren que procede de la región geográfica de Vik Noruega. Otros de vig (una batalla, aunque es improbable por motivos fonológicos), o de vijka, que significa mover o desviarse, haciendo de un vikingo «el que da un rodeo o se desvía». En las fuentes escritas escandinavas, se llamaba viking a los viajes que organizaban para saquear regiones vecinas de forma estacional. Al que participaba en tal saqueo era realmente llamado vikingr. Existen más teorías, algunas bastante improbables.

Este nombre fue, sin embargo, poco usado fuera de Escandinavia. Son frecuentes las formas varegos (del mar Varego o mar Báltico) y Nordmanni (normandos, literalmente «hombres del norte»), de origen franco. Mientras los cronistas alemanes los describen como Ascomanni («hombres del fresno», una descripción inexplicable que se ha sugerido que puede haber derivado de que algunos de sus barcos se construían con árboles de fresno, aun cuando la mayoría era de roble). Las fuentes musulmanas hispanas se refieren a ellos como mayus (literalmente, magos, nombre dado a los sacerdotes mazdeístas y utilizado por extensión para referirse a los paganos); las fuentes eslavas, como Rus (posiblemente del nombre finés para Suecia Ruotsi ), y las bizantinas, como Rhos (del adjetivo griego para rojo, por su complexión rubicunda) o Varangoi (probablemente del antiguo noruego Var, voto, que describe una banda de hombres que habían jurado fidelidad entre sí).

Estos nombres se usaban indistintamente para todas las naciones escandinavas, fueran noruegos, suecos o daneses. Por ejemplo, Adam de Bremen, en un escrito en torno a 1075, se refiere a «los daneses y los suecos y otras gentes más allá de Dinamarca (noruegos) llamados escandinavos». Por lo tanto, cuando las crónicas hacen referencia repetidamente a Dene o Dani, no debería asumirse que los vikingos en cuestión provenían necesariamente de Dinamarca. Sólo los irlandeses, que los llamaban Lochlannach (gente del norte) o Gaill (forasteros o extranjeros), intentaron realmente distinguir entre noruegos (Finn-gaill, extranjeros blancos) y daneses (Dubh-gaill, extranjeros negros).

Origen y pueblos vikingos

Mapa de Escandinavia y el norte de Europa

Mapa de Escandinavia y el norte de Europa

Pertenecían étnicamente a la familia de los pueblos germanos y su lengua y cultura eran germánicas, como las de todos los pueblos escandinavos. Los primeros monjes cristianos germanos asociaron a su pueblo al hijo mayor de Noé llamado en la Biblia Gomer o cimerios. Esta comunidad lingüística y cultural de toda el área escandinava ha de tenerse en cuenta a la hora de profundizar en el conocimiento del espíritu que llevaban estos pueblos.

Estos pueblos, al igual que los griegos, habitaban una geografía muy segmentada que – junto al clima y los animales carnívoros – hacía muy difícil la comunicación por tierra, lo que les obligó a navegar. El mar se convertiría en su principal medio de comunicación.

Pueden distinguirse tres grupos de vikingos:

  • Daneses: al principio tenían una organización militar muy fuerte, realizaron incursiones piratas rápidas, cuyo único fin era el botín. Era también el pueblo más numeroso de los tres. Habitaban en las penínsulas de Jutlandia y Escania, aparte de las islas que separan al mar Báltico del mar del Norte entre ambas penínsulas. Esto les daba una gran ventaja estratégica que les permitía dominar las rutas de comercio, al igual que Constantinopla.
    En Dinamarca se han hallado restos de fortificaciones, de fines del período de apogeo vikingo, donde podía concentrarse gran número de tropas. Las fortificaciones tienen forma circular y están divididas en cuatro cuadrantes, con edificios en cuadro en cada uno de ellos. Los recintos fortificados están concebidos con una precisión que atestigua gran sentido del sistema y del orden por parte de los jefes vikingos, y también que, en el séquito del rey danés, había gente con profundos conocimientos de geometría. Un ejemplo de este tipo de asentamientos es la antigua Haithabu.
  • Noruegos: empezaron surcando los mares y ríos con fines pacíficos, que posteriormente cambiarían por incursiones a mayor escala que las de los daneses, con fines de conquista. Se les conocía por ser muy buenos navegantes y fue también en Noruega donde se conservó mejor la tradición naval.
    Cabe señalar que los noruegos controlaron el mar del Norte, recorrieron el océano Atlántico y llegaron incluso a competir con la influencia árabe del mar Mediterráneo, surcando grandes ríos al igual que los suecos. Los noruegos colonizaron Islandia, Groenlandia y Vinlandia.
  • Suecos: realizaron grandes viajes a través de los mares entre los siglos VIII y XI. Recorrieron toda la Europa septentrional y meridional, fundando la nueva nación que hoy se conoce como Rusia. Se piensa que pueden haber llegado incluso a tierras budistas, pues entre algunos tesoros vikingos enterrados en Suecia se han encontrado una estatua de Buda y objetos del Lejano Oriente.

Expansión

     Siglo VIII      Siglo IX      Siglo X      Siglo XI      Área de influencia de las incursiones vikingas

Mapa mostrando las zonas de asentamiento vikingas: Siglo VIII Siglo IX Siglo X Siglo XI Área de influencia de las incursiones vikingas

Es un misterio por qué estos pueblos nórdicos se lanzaron a la expansión, en busca de tierras que conquistar o colonizar a partir del siglo VIII.

Una teoría bastante común sugiere que Escandinavia podría haber sufrido una etapa de superpoblación. La generalización de una agricultura mucho más eficiente en los tiempos precedentes habría permitido a la población dispararse, con la consiguiente presión demográfica por nuevas tierras. Esto, en un pueblo costero con una avanzada navegación, supondría una era de expansión a través de los mares. Aunque casi todas las explicaciones toman como base esta teoría, pues se hace difícil imaginar una extensión semejante sin una presión por nuevas tierras, generalmente se la considera como parte de una explicación mayor. La principal objeción a esta teoría es la falta de pruebas de tal aumento demográfico y la falta de argumentos para las incursiones y saqueos. Además, las tierras nórdicas, aunque duras, disponían y disponen de amplias zonas sin habitar que no parecen haber sido ocupadas.

Otra argumentación bastante usada es que los vikingos se aprovecharon de la debilidad de las regiones que atacaban y ocupaban. Así, la época de grandes ataques coincide con la fractura del Imperio Carolingio y la división británica.

Se considera también que el declive de las antiguas rutas comerciales puede haber sido un factor decisivo. Desde la caída del Imperio Romano en 476, los intercambios comerciales en Europa no hicieron más que disminuir, y la unidad política y de mercado se rompió. Así, los vikingos tuvieron una gran ocasión como comerciantes: cambiaban las pieles y esclavos de su tierra por plata y especias árabes, que usaban para comerciar y comprar armas a los francos, ocupando un puesto vacío de intermediarios.

Otro factor importante fue la destrucción del poder naval frisio por los francos, que dejó a los vikingos sin rivales en el Atlántico Occidental, dándoles la oportunidad de ocupar su antigua zona de influencia. A este hecho se suma también el avance en las mejoras técnicas navales de los vikingos. Por ejemplo, sus embarcaciones tenían poco calado, lo cual les permitía navegar por ríos poco profundos, adentrándose tierra adentro por vías fluviales. Construyeron barcos de unos 20-25 metros de eslora por 3-6 metros de manga, con una capacidad de entre 40 y 100 personas, pero siempre manteniendo una maniobrabilidad y ligereza que les daba ventaja en cualquier situación. Desarrollaron además la orientación astronómica.

Otra de las causas parece responder a un factor político. Según se cree, en los años precedentes a la expansión, en Escandinavia se sucedieron una serie movimientos de unificación. Las tribus o grupos que quedaban fuera de estos movimientos debían buscar nuevas zonas de asentamiento.

Sin embargo, estas últimas hipótesis explican más bien cómo pudieron extenderse, aunque no el porqué.

La Era Vikinga: el terror del norte

Los contactos entre los países nórdicos y el resto de Europa venían de antiguo. Los hérulos, por ejemplo, fueron unos claros predecesores de los futuros vikingos, ya que también procedian de Escandinavia y efectuaron algunas expediciones de saqueo a lo largo de las costa atlántica de Europa a bordo de embarcaciones. Los hallazgos arqueológicos muestran que el comercio y la influencia datan de varios milenios adC. No obstante, los países escandinavos constituían un remoto rincón de poca importancia política y económica para el resto de Europa.

Sus ataques y su aparición en la escena política europea comenzaron con el saqueo del monasterio de Lindisfarne en 793. Los monasterios, que acumulaban amplias posesiones, alimentos y cobijo, son objetivo de sus siguientes ataques, que se producen con gran facilidad y rapidez (al fin y al cabo, los monjes no podían defenderse). En 794, son saqueados el monasterio de la isla escocesa de Iona, los monasterios de Jarrow y Monkwearmouth en la costa inglesa y el monasterio de Inishboffin en Irlanda. Dichos ataques se repetirían en los años siguientes, azotando la zona. No obstante, hay que tener en cuenta que la mayoría de fuentes de esa época fueron redactadas por los pueblos atacados, por lo que es posible que muchos de los datos estén exagerados. De hecho, los ataques fueron vistos en muchos casos como herejías por los monjes de los monasterios, ya que suponían un ataque directo a Dios.

En 799, los vikingos se empiezan a aventurar lejos de esa zona y arriban por primera vez a la costa francesa en Bretaña. El estuario del Loira y las islas de la región fueron víctimas de las razias vikingas. En el 820, ya una flota de 13 navíos ataca por el Sena. En 834 se tienen noticias de sus primeros ataques a los Países Bajos.

En las Islas Británicas y el Canal de la Mancha, el paso del tiempo sólo incrementó el número de ataques, su fuerza y su alcance. En 840, se tiene constancia de su primer campamento invernal en Irlanda, donde, para protegerse de los daneses, los jefes locales se alían con los noruegos, que desde 853 pasan a controlar Irlanda. En 850, invernan también en Inglaterra, donde fundan en 866 un asentamiento permanente en York y conquistan una amplia porción del país. Al sur, también empeoran las cosas: en 845 se produce el primer ataque a París y en 847 a Burdeos.

La primera expedición vikinga al Mediterráneo data de 844, cuando queman Sevilla. En el 858, una expedición de más de 62 barcos saquea las costas del Levante ibérico y la Toscana italiana. A partir de esa época, comienzan a remontar ríos, siendo rechazados en 863 frente a Colonia, aunque obteniendo éxito en otras incursiones por Alemania y Francia. Al oeste, remontan el Volga por Rusia, apoderándose en 861 de Nóvgorod y en 863 de Kiev. En el 865, una primera expedición sin éxito trata de llegar a Constantinopla.

En 878, el rey de Wessex Alfredo I el Grande venga los múltiples saqueos de Inglaterra y logra derrotar a un ejército danés, garantizando la independencia de su tierra, aunque tiene que reconocer el dominio de éstos sobre la otra mitad de Inglaterra. La guerra no tardaría en reanudarse, pero desde entonces los vikingos llevan la peor parte. En 885 su ataque más afamado a París sólo se evita con el pago de un rescate y el permiso para saquear las tierras durante su camino de vuelta. Pero en 888, Alain de Bretaña logra derrotarlos también. El comienzo del siglo X en Europa Occidental marca el fin de sus grandes éxitos. En 911, se rechaza el último ataque a la desembocadura del Sena, y en 931 son expulsados de sus bases en el Loira. La década siguiente ve sus últimos ataques a Bretaña.

En Oriente su esplendor duraría más, y a lo largo del siglo X, varias expediciones tienen éxito en sus ataques por el Mar Negro y el Caspio. Los comienzos del siglo XI verían un último reaparecer cuando en 1014 se reinstaura el dominio vikingo de Inglaterra y con el vikingo Canuto. Este renacer se considera definitivamente terminado cuando el rey Harald III «el despiadado» muere en la batalla de Stamford Bridge en 1066, durante conflictos dinásticos en Inglaterra.

La Era Vikinga termina en 1100 cuando Suecia se convierte al cristianismo.Ese mismo año acaban las incursiones vikingas.

Aun así, los descendientes de los vikingos lograron consolidarse en el ámbito europeo y fundaron el primer reino ruso en Kiev. Los normandos, vikingos asentados en Francia, salieron de Normandía y subieron a los tronos del reino de Jerusalén, Inglaterra, Sicilia, Nápoles y del Imperio Latino.

Historia por países

Islas Británicas

De acuerdo con las crónicas anglosajonas, tras el ataque a Lindisfarne en 793, los vikingos continuaron con sus incursiones esporádicas sobre la costa inglesa. Ese mismo año los vikingos saquearon un monasterio que custodiaba las reliquias de San Cuthbert. Marcó el principio de un violento período de saqueos, ataques y devastaciones que, con el tiempo, se fueron haciendo más violentos y organizados. Así, los noruegos atacaron durante el invierno entre 840 y 841, en vez de durante el verano como solían, recalando en una isla frente a Irlanda. En el 850, llegaron a invernar en suelo inglés.

Durante esta época era típica la siguiente oración en cualquier iglesia de Northumbria:

A furare normannorum libera nos Domine (De la furia de los hombres del norte líbranos, Señor)
Guillermo I visto por un artista del siglo XIX.

Guillermo I visto por un artista del siglo XIX.

En 865, un gran ejército danés, supuestamente liderado por Ivar, Halfdan y Guthrum, llegó a East Anglia. Cruzaron Inglaterra hacia Northumbria y capturaron York (Jorvik), donde se asentaron. Aunque la mayoría de los reinos anglosajones fueron conquistados sin grandes problemas, Alfredo el Grande logró contenerlos en la frontera de Wessex. Los vikingos dominaron Inglaterra durante muchos años, sometiéndola al pago de un impuesto (Danegeld o el oro de los daneses) en el territorio dominado, que fue llamado Danelaw (o «bajo la ley danesa»). Alfredo firmó en torno al 880 la llamada Paz de Guthrum con el rey danés, según la cual acordaron una frontera que repartiría los territorios. El rey Guthrum reinaría sobre los territorios al norte y al oeste, mientras que Alfredo recibiría los del sur y el este (a partir de este momento, podemos empezar a hablar de Angloland, nombre que dio Alfredo a sus territorios). Sin embargo, Alfredo y sus sucesores continuaron la guerra llegando finalmente a expulsar a los vikingos y tomar York.

Una nueva oleada de vikingos llegó en 947 cuando Erik Hacha Sangrienta reconquistó York. La presencia vikinga se prolongó hasta el reinado de Canuto el Grande (1016-1035), tras cuya muerte, una serie de guerras sucesorias debilitó a la familia reinante. El fin de estas luchas sería la derrota de Harald III en la batalla de Stamford Bridge. Irónicamente, la nueva dinastía sería fundada por Guillermo I el Conquistador, un normando o descendiente de vikingos asentados en Francia.

Irlanda

Los vikingos llevaron a cabo numerosas expediciones sobre Irlanda. Se asentaron en algunos puntos, fundando ciudades como Dublín. Aunque en algunos momentos parecieron estar a punto de controlar la isla, acabaron mezclándose con los irlandeses. La literatura, el arte y la arquitectura reflejan esta profunda influencia escandinava. A través de las rutas comerciales y vikingas, entraron además en contacto con Oriente.

Desde 795, los monasterios de la costa este de Irlanda sufrieron numerosos ataques, pronto extendidos al resto de la costa, especialmente en el norte y este. En los primeros 40 años, se trató generalmente de pequeños grupos no organizados. A partir de 830 empezaron a actuar flotas considerables y coordinadas, estableciéndose los primeros asentamientos en las costas, entre los que destaca Dublín. Esos asentamientos vikingos fueron aceptados por los nativos, produciéndose en muchos casos un mestizaje.

En 832, una flota vikinga de 120 barcos invadió los reinos de las costas norte y este, hecho atribuido a los deseos de controlar los rentables ataques a Irlanda. Durante la década de 830 se comenzó a profundizar hacia el interior, en contraposición a los ataques más superficiales y desorganizados que se habían estado llevando a cabo sobre las costas. Ya en 840, los vikingos disponían de varias bases tierra adentro. Para protegerse de los daneses, los jefes locales se alían en esa época con los noruegos, que desde 853 pasan a controlar Irlanda.

En 838, una pequeña flota remontó el río Liffey en el este, donde fundaron un campamento (longphorts para los nativos), que sería el antecesor de Dublín. Otros longphorts fueron Cork, Limerick, Waterford y Wexford.

Uno de los últimos grandes combates con presencia vikinga fue la batalla de Clontarf en 1014, muchas veces mitificada, en la que los vikingos lucharon tanto en el bando del rey Brian Boru como en el de sus enemigos.

Escocia

A pesar de la falta de fuentes de los primeros tiempos, hay constancia de una presencia vikinga hacia la década de 830. En 839, un grupo – supuestamente de noruegos – invadió el centro del reino Picto, por el valle de Earn y el río Tay. Como consecuencia de ello murió el rey Eoganan de los pictos y su hermano y vasallo, el rey de los escoceses, decapitando el reino. La fundación del Reino de Escocia por Kenneth MacAlpin se encuentra entre las consecuencias de este hecho.

Las islas del noroeste de Escocia (Shetland, Orcadas, Hébridas, Caithness y Sutherland) fueron colonizadas por los noruegos, a veces como parte del reino de Noruega y a veces como estados independientes. No fueron completamente integradas en Escocia hasta la anexión de las Shetland y las Orcadas en 1468. Galloway también recibió una copiosa inmigración nórdica.

Gales

Gales no fue colonizado como el resto de Gran Bretaña y de las islas británicas. Sin embargo, sí se produjo un reducido poblamiento en lugares como Saint David, Haverfordwest y Gower, entre otros. Algunos topónimos como Skokholm, Skomer y Swansea son vestigios de esta población vikinga.[1] Aun así, los vikingos no pudieron establecer ningún control político sobre la zona, a diferencia de lo que ocurrió en Inglaterra o Irlanda.

Francia

La mitad occidental del Imperio Carolingio sufrió a lo largo del siglo IX, y tras la ruptura del mismo, numerosos ataques vikingos, que asolaron las costas. Los primeros ataques se concentraron en la zona del Canal de La Mancha, junto con las islas británicas una de las zonas más castigadas por los vikingos. El mismo Carlomagno tuvo que armar una flota para tratar, infructuosamente, de proteger sus costas. La ribera del Loira, que solían remontar, también sufrió numerosos ataques. Los vikingos establecieron un asentamiento en una isla junto a la desembocadura del mismo, que se convirtió en una base para sus ataques.

Desde 820, el Sena sirvió de vía para atacar Francia. Ruán fue varias veces saqueada, y en 845 París sufre el primer saqueo, viéndose obligado el rey Carlos el Calvo a pagarles para que se retiren.

Los vikingos se aprovecharon de las guerras civiles en Aquitania, en los primeros años del reinado de Carlos II el Calvo. En la década de 840, Pipino II de Aquitania les solicitó ayuda, instalándose un asentamiento vikingo en la desembocadura del Garona. Dos duques de Gascuña morirían defendiendo Burdeos de sus ataques: Seguin II y Guillermo I, así como un obispo de la ciudad. Un duque posterior, Sancho Mitarra, les permitiría instalarse también en la desembocadura del Ardour. En el 862 se llegan a adentrar hasta Tolosa (Toulouse).

En 864, ante la completa derrota militar, el rey Carlos el Calvo publicó el Edicto de Pistres, con el que creaba una fuerza de caballería bajo control real que debía estar lista para ser convocada contra cualquier ataque vikingo. Además, se ordenó la fortificación de puertos y puentes, con el fin de evitar que los vikingos se adentraran demasiado tierra adentro. No obstante, una alianza entre vikingos y bretones derrotó en la batalla de Brissarthe (865) a Robert el Fuerte, margrave de la marca fronteriza de Neustria, y a Ranulf I de Aquitania. Ambos murieron en la batalla.

Tumba de Rollon, en la Catedral de Ruán

Tumba de Rollon, en la Catedral de Ruán

A partir de la década de 880, los duques de Bretaña logran derrotar a los vikingos y alejarlos de sus tierras, lo que no impidió un nuevo ataque sobre París, que tuvo que pagar un rescate para salvarse, y un saqueo de Borgoña en 886.

Los últimos ataques vikingos importantes en Francia son repelidos en 911. Es entonces cuando el líder vikingo Rollón obtuvo del rey de Francia Carlos el Simple el Ducado de Normandía por el Tratado de Saint-Clair-sur-Epte. Él y los suyos se convirtieron al catolicismo y comenzaron a ser llamados normandos u hombres del norte, fundando una dinastía ducal que llegaría, a partir de Guillermo el Conquistador, a dominar Inglaterra.

Sus últimas bases sobre el Loira se verían destruidas durante la década de 930.

Rusia

Fundaron Rusia creando las ciudades rusas de Nóvgorod y Kiev, y posteriormente se eslavizaron pasando de vikingos a rusos (ya que, como se ha dicho, también eran conocidos como Rus).

Escandinavos con base en Kiev llegaron incluso a intentar atacar a la mismísima Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente. Al sur, un vasto territorio recibió el nombre de Danelagen.

Península Ibérica

Estatua en recuerdo de las incursiones vikingas, Catoira (Galicia).

Estatua en recuerdo de las incursiones vikingas, Catoira (Galicia).

En el 840, un número indeterminado de naves bordearon la costa castellana, asturiana y gallega hasta llegar a la actual Torre de Hércules (su gran tamaño debió parecerles importante) y saquearon la pequeña aldea emplazada a sus pies. Ordoño I tuvo noticias de la expedición y convocó a su ejército para hacer frente a la incursión, derrotando a los vikingos y recuperando buena parte del botín. Hundió, asimismo, entre sesenta y setenta de sus naves, lo que no debió ser una gran victoria, como demuestra el hecho de que siguieron su campaña de saqueos. En Lisboa los cronistas hablan de una escuadra compuesta por 53 bajeles.[2]

En el año 844 otra expedición normanda arrasa la ciudad de Gijón y sigue la costa atlántica hasta llegar a Lisboa y atacarla. Después tomaron Cádiz y subieron de nuevo por el Guadalquivir, saqueando minuciosamente Sevilla durante 7 días desde la que lanzaron avanzadillas a pie. Sin embargo, cuando Abd Rahman II salió con sus hombres y tras algunas batallas los vikingos vieron que no podían con la fuerza andalusí, aquellos huyeron, abandonando Sevilla y a muchos rezagados, quienes se rindieron a las fuerzas del emir y terminaron, o bien criando caballos y haciendo queso, o bien con el viejo castigo para la piratería: ahorcados, en este caso de las palmeras de Tablada.[2]

Durante el reinado de Alfonso III de Asturias, los vikingos llegaron a cortar las comunicaciones navales con el resto de Europa. El historiador e hispanista Richard Fletcher[3] menciona al menos dos incursiones reseñables en Galicia en 844 y 858, y dice:

Alfonso III estaba lo bastante preocupado por la amenaza de los vikingos como para establecer puestos fortificados en la costa, como hacían otros reyes.

En el 858 los normandos suben por el Ebro desde Tortosa, lo remontan hasta el reino de Navarra, dejando atrás las inexpugnables ciudades de Zaragoza y Tudela, suben luego por su afluente, el río Aragón hasta encontrarse con el río Arga, el cual también remontan, llegan hasta Pamplona y la saquean, raptando al rey navarro. Una expedición similar ataca Orihuela desde el Segura. En el 859, los vikingos llegan de nuevo a Pamplona y secuestran al nuevo rey García I Iñíguez.

Como consecuencia de estos ataques, en 859 se intentó detenerlos de nuevo. Se amplió el puerto de Sevilla y se aumentó la flota de vigilancia marítima bajo Abderramán III y Alhakén II. Abderramán II ante las incursiones normandas construye los Ribat, fortalezas en las desembocaduras fluviales, entre ellas las denominadas hoy en día San Carlos de la Rápita en Tarragona, La Rábida en el río Tinto de Huelva; La Rábita en Granada, entre las desembocaduras del río Grande y el Guadalfeo, etc.

En 968 el Obispo Sisnando de Santiago de Compostela fue asesinado y el monasterio de Curtis saqueado, teniendo que tomarse medidas para defender la ciudad interior de Lugo. El saqueo de Tuy en el siglo XI dejaría el cargo episcopal de la ciudad vacío por medio siglo. La captura y secuestro de rehenes para pedir un rescate también fue práctica común: Fletcher menciona el pago de Amarelo Mestáliz para garantizar la seguridad de su tierra y rescatar a sus hijas, capturadas en 1015. El obispo Cresconio de Compostela (1036–66) repelió un ataque vikingo más y construyó las Torres del Oeste (Catoira) como fortaleza naval para proteger Compostela. Póvoa de Varzim, en el norte de Portugal, fue colonizada por los vikingos. Lisboa también sufrió ataques de importancia.

Más contundente fue el conde Gonzalo Sancho, quien terminó con toda la flota de Gunrod de Noruega (Gunderedo en español); el conde Sancho capturó y pasó a cuchillo a toda la tripulación y su rey.

No se sabe con certeza la causa o causas que terminaron con los ataques vikingos. Algunos autores opinan que la aceptación de la fe cristiana hacia el año 1000 por la mayoría de ellos, los atenuó en su deseo de atacar a sus correligionarios. También se apunta a que las incursiones sólo constituían una moda y que terminaron cuando ya no fueron novedad. De cualquier modo, los reinos nórdicos deseaban cada vez más abrirse al resto de Europa y comerciar con ellos en lugar de invadirlos. Como ejemplo está el caso del rey castellano Alfonso X El Sabio que casó a su hermano Fernando con la princesa Cristina de Noruega el 31 de marzo de 1252, porque dicho matrimonio era conveniente tanto para Alfonso X como para Haakon IV.

El Mediterráneo


Arrebataron Sicilia a los árabes, llegaron hasta la región de Palestina y pusieron en severos apuros al Imperio Bizantino o Imperio Romano de Oriente, que los contrató como mercenarios. Ver Guardia varega.

Los vikingos católicos o normandos dominaron política y militarmente a Calabria a partir del 900 hasta el 1100. Los rasgos fenotípicos insólitos de actuales calabreses, como ojos no pardos (verdes, amarillos, celestes), cabelleras rubias o cara no ovoide, son un signo de la carga genética de los pueblos del norte: se está en presencia del fenotipo vikingo.

Exploraciones


Territorios y viajes vikingos

Territorios y viajes vikingos

En sus expediciones ocuparon las islas al norte de Escocia. Colonizaron Islandia, que anteriormente había estado poblada por monjes irlandeses, y descubrieron también la desde entonces provincia danesa de Groenlandia.

Algunas teorías sostienen que los vikingos fueron los primeros europeos en llegar al Nuevo Mundo, que ellos denominaron Vinlandia según las sagas. Habrían arribado a la isla de Terranova, en la costa atlántica de Canadá, como lo prueba el asentamiento hallado en L’Anse aux Meadows.

Groenlandia

Según cuentan las sagas islandesas, los vikingos de Islandia llegaron por primera vez a Groenlandia en el año 982. En aquel momento, la colonia consistía en dos asentamientos, con una población total de entre 3.000 y 5.000 habitantes, y al menos 400 granjas que pueden datar de esa época han sido identificadas en el sitio por los arqueólogos.

En el año 981, Erik el Rojo, que había sido desterrado de Islandia, emprendió un viaje de exploración hacia una tierra mencionada por marinos y poetas. En su drakkar de 32 metros de largo recorrió hacia el oeste unos 320 kilómetros hasta encontrar la costa este de Groenlandia, a la que no pudo acercarse por la banquisa. Las corrientes lo arrastraron hacia el cabo Farewell, al sur de la isla. Cuatro años más tarde, Erik el Rojo con 400 personas fundó dos colonias en la costa oeste que llegaron a tener 5000 y 1400 colonos.

En su cúspide, la colonia vikinga en Groenlandia tuvo una diócesis en Gardar y exportaba marfil, cuerdas y productos agropecuarios. En 1261, la población aceptó el gobierno del rey de Noruega, aunque continuó aplicando sus leyes locales.

Vinland

Asentamiento vikingo en L'Anse aux Meadows, Terranova.

Asentamiento vikingo en L’Anse aux Meadows, Terranova.

Según cuentan las sagas islandesas (la «Saga de Erik el Rojo» y la «Saga de los groenlandeses» — capítulos del Hauksbók del Libro de Flatey), los vikingos iniciaron la exploración al oeste de Groenlandia a los pocos años de establecerse los asentamientos en la isla. Bjarni Herjólfsson, un mercader que navegaba entre Islandia y Groenlandia, perdió el rumbo, llegando a un territorio mucho más al oeste. Herjólfsson describió el territorio a Leif Eriksson, quien exploró el área con mayor detalle y fundó un pequeño asentamiento, llamado Leifbundir.

Las sagas describen tres áreas separadas descubiertas durante esta exploración: Helluland, que significa «tierra de las piedras planas»; Markland, territorio cubierto por bosques (algo que claramente interesaba a los colonos de Groenlandia, región escasa de árboles); y Vinland, que estaba algo más al sur de Markland. Fue en Vinland donde se estableció el asentamiento descrito en las sagas.

Sociedad y cultura


Los vikingos fueron un pueblo marinero muy mitificado en los relatos medievales. Sin embargo, tenían una personalidad real que ya ha sido estudiada y se refleja en su ordenada sociedad.

Estructura social

Campesinos y artesanos

El núcleo de la sociedad estaba formado por campesinos y artesanos, los que constituían una clase media muy generalizada e instruida. Eran hombres libres y tenían señalados derechos, tales como:

  • Uso de las armas.
  • Privilegio de integrar la asamblea local (en su condición de propietarios de tierras).

La vida diaria de los campesinos está abundantemente descrita en algunas sagas, narraciones poéticas en prosa sobre los pueblos nórdicos, y no parece diferenciarse mucho de la vida que hacía el resto de los campesinos escandinavos. El elemento natural de la vida campesina era la granja. Éstas estaban organizadas en una estricta economía cerrada, de manera que cada una producía por sus habitantes todo lo necesario para la vida.

La clase guerrera: nobles y el rey

Por encima de esta clase estaban los dirigentes guerreros del pueblo supeditada al rey. Los miembros de esta clase superior, elegidos por el pueblo, eran los que dirigían las campañas bélicas, de cuyo éxito dependía su posición.

Los comerciantes

Los bienes de consumo que no provenían de la producción local, sobre todo los artículos de lujo, habían de ser adquiridos a los comerciantes, quienes constituían otra clase social (aunque no en pocas ocasiones eran también propietarios de tierras).

Los esclavos

En su inmensa mayoría provenientes de las regiones saqueadas o individuos endeudados, o sus descendientes, tenían asignados los trabajos más duros, que no requerían ninguna especialización, sino sólo la fuerza física. Desde su nacimiento, los esclavos pertenecían a sus dueños. A diferencia de los siervos, no tenían ningún tipo de derecho legal y les estaba enteramente prohibido el uso de las armas. Caso especial son las mujeres raptadas para esposas o concubinas. Con el tiempo, en climas templados aptos para la agricultura, la esclavitud fue evolucionando hacia la servidumbre, siguiendo el ejemplo del feudalismo.

El papel de la mujer

Las mujeres solían casarse en matrimonios acordados. La esposa era la jefa en el interior de la casa y a menudo se hacía cargo de la marcha de la granja cuando su marido y sus hijos estaban ausentes por motivos guerreros o comerciales.

Sin embargo, numerosas naves normandas eran comandadas y tripuladas en su totalidad por mujeres. Es el caso de Rusla de Noruega, hija del rey Rieg y hermana de Tesandus que fue desposeído de su trono por el rey Omund de Dinamarca. La muchacha primero armó un barco y con el tiempo se hizo con una flota entera, con la que atacó todas las naves danesas que pudo, para vengarse de la afrenta realizada a su hermano. En contra de lo que se podría pensar, fue Tesandus quien la capturó, tras el naufragio de su drakkar, y la sujetó por sus trenzas mientras sus hombres la mataban con los remos (el rey Omund había conseguido atraer bien al príncipe hacia su causa después de adoptarlo).

El mar

Imagen de un barco vikingo o drakkar

Imagen de un barco vikingo o drakkar

Los diversos pueblos vikingos se encontraban interrelacionados a través del mar, que comunicaba los numerosos núcleos habitados sin unidad política. Las diferencias en sus costumbres y en las rutas marítimas elegidas se deben sobre todo a su posición geográfica y a sus peculiares características físicas.

Para surcar estos mares usaban dos tipos de barcos drakkars (dragones en nórdico) y knarr. Los knarres eran barcos veleros de casco corto y amplio, lentos pero de gran capacidad. El desarrollo de los drakkares, barcos largos y estrechos de fácil navegación y muy útiles para desembarco y transporte de tropas, sin igual en la Europa Medieval, fue uno de los motivos que impulsó su rápida expansión.

Los drakkars


Drakkar en un tapiz de Bayeux

Drakkar en un tapiz de Bayeux

Los drakkars eran embarcaciones largas, estrechas, livianas y con poco calado, con remos en casi toda la longitud del casco. Versiones posteriores incluían un único mástil con una vela rectangular que facilitaba el trabajo de los remeros, especialmente durante las largas travesías. En combate, la variabilidad del viento y la rudimentaria vela convertían a los remeros en el principal medio de propulsión de la nave.

Casi todos los drakkars eran construidos sin utilizar cuadernas, superponiendo planchas de madera; para tapar las juntas de unión entre las planchas se utilizaba musgo impregnado con brea. El reducido peso del drakkar y su poco calado hacían posible que navegara por aguas de sólo un metro de profundidad, lo que posibilitaba un rápido desembarco e incluso el transportar la embarcación por tierra.

Las guerras

Durante la Era Vikinga, Escandinavia fue escenario de numerosas guerras. Sin embargo, éstas tenían un carácter más de rencillas entre los magnates locales por dominar a sus rivales que de verdaderas luchas entre naciones. Hasta la segunda mitad de la Era Vikinga no se puede hablar de verdaderos reyes locales, ni de estados definidos.

Religión, mitología y cosmología


Ruinas del Hof (templo vikingo) de Hov, Islas Feroe.

Ruinas del Hof (templo vikingo) de Hov, Islas Feroe.

Los vikingos tenían tres deidades principales: Odín, Thor y Freyr (o Frey). Odín, jefe de todos los dioses, que gobierna en Asgard (residencia de los «Aesir«), dios de la sabiduría, de la poesía, de la música, de los muertos en combate, es el más poderoso de los dioses vikingos. Su representación más habitual es la de un guerrero equipado para el combate, con una lanza (de nombre Gungnir) como arma. Su ojo izquierdo está hueco y le flanquean dos cuervos: Hugin (Pensamiento) y Munin (Memoria). Ayudantes de Odín y las portadoras de la victoria son las valkirias, quienes cabalgan con Odín en la batalla y recogen a los valerosos guerreros que cayeron con honor en combate y los llevan a Valhalla, el cielo de los guerreros.

Thor es el dios del trueno, el hijo de Odín. Si los caudillos y los guerreros honran a Odín, a Thor le adoran los campesinos y la gente llana, que depende del trueno y de las lluvias y de que los temporales se apiaden de sus cosechas. Thor es un dios impetuoso, de naturaleza violenta y raramente reflexivo. De cabellos y barba rojos, lo más destacado de él es su fuerza, representada por Mjöllnir, su martillo, que descarga en forma de rayo mientras provoca un gran estruendo. La actividad preferida de Thor es la caza de trolls o la caza de gigantes. Según los vikingos, en los lugares más inhóspitos viven trolls, gigantes y otros enemigos declarados de los hombres. Thor es su principal enemigo y, siempre protector de la humanidad, viaja a menudo a Jotunheim para darles caza.

Freyr es el dios de la fertilidad y de la naturaleza. Pese a ser el tercer dios en importancia de los vikingos, no es de la familia de los «Aesir», sino de otra familia de dioses, los «Vanir». Freyr y su hermana Freyja son gemelos y todas las cosas que crecen lo hacen gracias a ellos.

Otros dioses de importancia en la mitología vikinga son:

El dios Thor peleando contra gigantes.

El dios Thor peleando contra gigantes.

  • Frigg: esposa de Odín. Es el prototipo de perfecta esposa y adorada por las amas del hogar.
  • Sif: esposa de Thor. De preciosa cabellera rubia, perdió sus cabellos por una travesura de Loki.
  • Tyr: Dios de la guerra, un sacrificio en honor suyo precedía al inicio de la Thing, la reunión socio-jurídica de los vikingos. Perdió su mano en las fauces del lobo Fenrir.
  • Baldr: el más bello y amado de los dioses, hijo de Odín y Frigg.
  • Njord: el padre de los «Vanir», es el dios del mar y de los pescadores. Sus hijos son Freyr y Freyja.
  • Heimdall: dios de la Luz y enemigo de Loki.
  • Freyja: diosa del amor, hermana de Freyr.
  • Hodur: el dios ciego. Por su mano cometerá Loki su penúltima fechoría, el asesinato de Balder.
  • Mimir: el dios de la sabiduría, es consejero de Odín. Es el guardián del Pozo del Conocimiento, y permitió a Odín beber de él a cambio del sacrificio de su ojo.
  • Loki: hermano de sangre de Odín, Loki es un espíritu cambiante. Ha sido un dios embustero y un leal compañero, de naturaleza perversa, por él llegarán todos los males a los dioses y desencadenará la Ragnarok.

Sus principales enemigos (y enemigos de los hombres son):

  • Fenrir: hijo de Loki. Es un lobo temible, que de cachorro fue el juguete de los dioses en Ásgard hasta que fue demasiado mayor y peligroso para los dioses. Intentaron encadenarlo pero rompió las cadenas. Le ataron mediante una cinta especialmente creada para él a una roca de la que no se puede mover hasta que, llegada la Ragnarok, se libere. Durante la Ragnarok, matará a Odín.
  • Jormugandr: la serpiente mundial. Es otro hijo de Loki, enemigo declarado de Thor, quien sujeta el mundo en su torso y se enrolla sobre sí misma devorando su propia cola. En la Ragnarok, Thor matará a la serpiente, y ésta a su vez lo envolverá en vapores venenosos que finalmente acabarán con su vida.
  • Surt: es el enemigo de Freyr. Por casarse con la hija de Surt, Freyr tuvo que regalarle su espada mágica, que lucha sin que nadie la empuñe. Cuando llegue la Ragnarök, Freyr morirá a manos de Surt. Liquidado su combate, la llama de este gigante de fuego consumirá todo lo existente en el mundo.

Runas

La piedra de Rök, estela rúnica medieval.

La piedra de Rök, estela rúnica medieval.

Antiguo Futhark

Antiguo Futhark

Las runas fueron un signo de escritura utilizado por los antiguos escandinavos. Las runas son signos y símbolos, y se cree que constituyen un alfabeto. Se les atribuye un uso práctico y otro sagrado. En este sentido, tienen relación con la magia, posturas de meditación e incluso rituales. Su origen se remonta a la Edad del Bronce y quizás a un tiempo anterior.

En su origen las runas se labraban en pequeñas piezas de piedra, por lo general cantos rodados, aunque también las hay en arcilla y actualmente se las reproduce en juegos de naipes con diseños muy variados.

Celebridades

Uno de los vikingos más famosos es el noruego Erik el Rojo, que colonizó Groenlandia. Su hijo Leif Erikson también está en la lista de vikingos célebres por haber descubierto América antes que Cristóbal Colón.

También es bastante conocido Canuto el Grande, rey de Dinamarca, que logró someter todo el este de Inglaterra.

Otro de los grandes fue Harald Haardrade (Harald el Despiadado), quien es considerado el último vikingo. Harald huyó muy joven a Constantinopla, donde participó en la Guardia Varega durante diez años, siendo uno de sus mejores líderes. Luego escapó con la hija de la emperatriz hacia Novgorod, para enviarla de vuelta a Constantinopla. Compartió el reino de Noruega con su sobrino (Magnus I el Bueno) a cambio de la mitad de su riqueza acumulada en Constantinopla, pero después de un corto tiempo su sobrino falleció en extrañas circunstancias y quedó gobernando en solitario.

Cuando Harald supo que Guillermo el Bastardo (quien después de conquistar Inglaterra sería llamado El Conquistador) tenía la intención de apoderarse de Inglaterra, diseñó un árbol genealógico según el cual tenía derecho a ser rey de Inglaterra, reunió un ejército y, junto con Tostig (hermano del rey Haroldo II de Inglaterra) se embarcó a conquistar la isla. Desembarcó en el norte y fue descendiendo hasta llegar a York, encontrando poca resistencia, pues el ejército del rey Harold II se hallaba en el sur de la isla. Y en una rápida y larga marcha, Harold II llegó hasta donde estaba Haardrade, quien ya consideraba que estaba todo bajo control, pero se encontró con una férrea defensa y cayó en la batalla de Stamford Bridge (25 de septiembre de 1066).

Otro muy conocido fue Goodrya Lafred, también llamado el «El de la barba larga», que según la historia sería apodado «El que cura» debido a su capacidad de atender a las personas enfermas.

Influencia posterior

Nazismo

Como se ha comentado anteriormente, el parentesco entre germanos y escandinavos hizo al nacionalismo germano cultivar los mitos nórdicos. Durante la Alemania Nazi, el intento racista de idealización de los arios germanos llevó a recurrir también a los vikingos. Así, partidos fascistas europeos, como el noruego Nasjonal Samling, usaron símbolos vikingos en su propaganda.

Aunque Alemania no fue particularmente influida por los vikingos, también el Partido Nacional Socialista de Hitler recurrió a ellos: aunque no se declararon descendientes de los vikingos, los consideraron uno de los pueblos germanos (como atestiguan la mitología, la escritura rúnica, etc.) que su teoría hacía superiores. Mucha de la iconografía nacionalsocialista incluye por este motivo símbolos comunes a ambas culturas, como por ejemplo, el emblema de las SS. Hoy en día, los neonazis siguen usando como distintivo runas y otros signos vikingos entre su simbología nazi.

El estereotipo vikingo

En el imaginario popular, los vikingos han creado un estereotipo usualmente aplicado para describir a los escandinavos. Se trata de personas rubias o pelirrojas, de gran altura y piel y ojos claros. A sus antepasados de la Era vikinga se los suele representar como bárbaros, sedientos de sangre y representados con cascos con cuernos debido a que el pintor sueco Gustav Malstrompor quiso definirlos como seres casi endemonianos aplicándoles cuernos en sus cascos por primera vez en 1820 para el poema épico Frithiof`s Saga y que la industria del cine ha ampliado dicho estereotipo irreal, cascos realmente nada prácticos en su estilo de lucha y de los que no hay constancia de uso vikingos, que parecen ser una invención durante su idealización romántica.

Sobre su altura, cabe reseñar que Ahmad ibn Fadlan, cronista y viajero musulmán, y diversas fuentes los mencionan como gente de gran estatura. Aunque estudios modernos sobre restos arqueológicos han dado un tamaño normal para personas actuales (1,68-1,76), cabe destacar que, en las condiciones de carestía alimenticia y numerosas enfermedades de la época, debe de haber sido una estatura excepcional, y que probablemente hubiera sido superior con nuestro nivel de vida.

Su tópico como seres sanguinarios, bárbaros y paganos se debe a las crónicas y registros de la época, de autores como Adam de Bremen y Alcuino de York, que los suelen representar como un castigo divino por los pecados del mundo medieval. Así, redundan excesivamente en el componente pagano, aparte de la subjetividad ya existente (cabe recordar que en la mayoría de los casos son relatos de los pueblos víctimas de los ataques vikingos). Para la época que vivieron, donde acontecimientos como la matanza de 4.500 sajones por Carlomagno no eran consideradas como atrocidades, no fueron especialmente brutales. Y la historieta cómica de Dik Browne Olafo el vikingo (Olafo el Amargado o Agar the Horrible en inglés) pone de relevancia las contradicciones presentes en los estereotipos de los vikingos, aunque la óptica del humor tiende un velo de simpatía hacia los personajes de la misma.

Ejercito espartano

El ejército espartano era la fuerza militar de la ciudad estado de Esparta, una de las más importantes en la historia de la antigua Grecia. El ejército constituía el pilar principal del estado espartano, en el cual la primera y principal obligación de sus ciudadanos era convertirse en buenos soldados.

Sometidos al entrenamiento militar desde su infancia, los soldados espartanos eran los más disciplinados, entrenados y temidos de la antigua Grecia. En los momentos de mayor apogeo de Esparta, entre los siglos VI y IV a. C., estaba aceptado comúnmente en Grecia el hecho de que «un soldado espartano valía lo que varios hombres de cualquier otro estado».

El ejército en la época micénica

La primera referencia que nos ha llegado sobre los espartanos en la guerra se remonta a la Ilíada, en la que se relata cómo los espartanos participaron junto con otros contingentes griegos. Al igual que el resto de ejércitos de la civilización micénica, el ejército espartano estaba compuesto principalmente por infantería, la cual iba equipada con lanzas cortas, espadas y el característico escudo griego (dyplon).

Se trata de una era en la que los relatos que tenemos nos ofrecen un tipo de guerra de carácter heroico, basada en tácticas simples que a veces suponían poco más que una carga general. La mayor parte de las bajas se producían en el momento en que uno de los dos ejércitos enfrentados huía en desbandada, momento en el que el otro ejército vencedor podía perseguirle para dar muerte a los soldados en retirada.[2] En este tipo de guerra «heroica» descrita por Homero, el arco se veía como un arma afeminada.

Los carros de guerra eran utilizados por las élites. Sin embargo, y al contrario que sus análogos de Oriente Medio, parece que su utilización quedaba reducida al papel del transporte del guerrero al lugar de la batalla. En ese momento, el soldado bajaba del carro y luchaba a pie y, si era necesario, el soldado podía volver a tomar las riendas del carro para alejarse del combate. En cualquier caso, también existen relatos en los que los guerreros arrojan su lanza contra el enemigo en el momento previo a desmontar del carro.

Las reformas de la Época Arcaica y la expansión

La Esparta micénica, al igual que gran parte de Grecia, pronto se vio envuelta por las invasiones dorias, que finalizaron en la civilización micénica y provocaron la conocida como «Edad Oscura de Grecia». Durante esta época, Esparta (o Lacedemonia) era un mero pueblo dórico a la ribera del río Eurotas, en Laconia.

A comienzos del siglo VIII a. C., sin embargo, la sociedad espartana se transformó. Las reformas, que más tarde la leyenda acabaría atribuyendo a la figura posiblemente mítica de Licurgo, supondrían la creación de nuevas instituciones y el establecimiento de un nuevo estado espartano de corte militarista. La nueva constitución de Esparta permanecería inalterada durante los siguientes cinco siglos.

Desde aproximadamente el año 750 a. C. Esparta se embarcaría en una expansión continua, que le llevaría en primer lugar a someter a Amiclas y otros pueblos de Laconia para más tarde, en la Primera Guerra Mesenia, conquistar el fértil territorio de Mesenia. A comienzos del siglo VII a. C. Esparta era, junto con Argos, el poder dominante en el Peloponeso.

Establecimiento de la hegemonía espartana sobre el Peloponeso

Inevitablemente, los dos poderes dominantes en el Peloponeso, Argos y Esparta, terminarían colisionando. El enfrentamiento comenzó decantándose del lado de Argos, tras su victoria en la batalla de Hysias del año 669 a. C. Esta derrota espartana fue el desencadenante de la Segunda Guerra Mesenia, que ocupó al ejército espartano durante casi veinte años.

A lo largo del siglo VI a. C., Esparta aseguraría su control sobre la península del Peloponeso: Arcadia fue obligada a reconocer la supremacía espartana, Argos perdió la ciudad de Cinuria cerca del 546 y sufrió un duro golpe a manos de Cleómenes I en la batalla de Sepeia del año 494. Mientras tanto, una serie de expediciones espartanas contra las tiranías sirvieron para incrementar enormemente su prestigio militar

A comienzos del siglo V a. C., Esparta era la potencia indiscutible del sur de Grecia, y ostentaba la hegemonía de la recién creada Liga del Peloponeso (que era más conocida para sus contemporáneos como los «lacedemonios y sus aliados»).

Guerras contra Persia y Guerras del Peloponeso

Estatua de mármol de un hoplita (siglo V a. C. Es posible que represente a Leónidas I, rey de Esparta. Museo Arqueológico de Esparta, Grecia.

Estatua de mármol de un hoplita (siglo V a. C. Es posible que represente a Leónidas I, rey de Esparta. Museo Arqueológico de Esparta, Grecia.

A finales del siglo VI, Esparta era reconocida como la ciudad estado preeminente de Grecia. El rey Creso, de Lidia, firmó con ellos una alianza y, más tarde, las ciudades griegas de Asia Menor apelaron a también a Esparta en busca de ayuda en la revuelta jónica.

En la segunda invasión persa, liderada por Jerjes I, Esparta recibió el liderazgo general de las fuerzas griegas en tierra y mar. Debido a esto, los espartanos jugaron un papel crucial en la expulsión de los invasores, principalmente en la batalla de las Termópilas y la batalla de Platea. En los hechos posteriores, sin embargo, los acuerdos del general Pausanias con los persas y la falta de interés de los espartanos en luchar muy alejados de su tierra supuso que se retiraran a una especie de aislamiento relativo, que supuso que fuese la ciudad de Atenas la que asumiese el mando en el esfuerzo contra los persas. La tendencia aislacionista de Esparta se vio fortalecida por las revueltas de algunos de sus aliados y por un gran terremoto en el año 464 a. C., al que le siguió una revuelta a gran escala de los hilotas mesenios.

Más adelante, el crecimiento de Atenas como potencia llevaría a las consiguientes fricciones entre las dos ciudades, que a su vez desembocarían en dos conflictos a gran escala, la Primera Guerra del Peloponeso y la Segunda Guerra del Peloponeso, que devastaron Grecia. Esparta sufrió una serie de duros reveses militares en estas guerras, incluyendo el primer caso de rendición de una unidad espartana completa en la batalla de Esfacteria en 425 a. C., pero finalmente lograron la victoria gracias a la ayuda de los persas. Bajo el mando de Lisandro, la flota peloponesia (financiada con dinero persa) capturó las ciudades de la alianza ateniense y logró la decisiva victoria naval de Egospótamos que forzó a los atenienses a rendirse. La guerra dejó a Esparta en posesión de la hegemonía sobre la totalidad de Grecia.

La corta «hegemonía espartana»

Esta situación hegemónica del estado de Esparta sobre los demás estados de Grecia no duró demasiado. Esparta había sufrido duras bajas en las Guerras del Peloponeso, y su mentalidad conservadora y en ocasiones demasiado estrecha de miras, pronto provocó la alienación de muchos de sus aliados. En concreto, la ciudad estado de Tebas se enfrentó a Esparta en varias ocasiones, minando con ello su autoridad, y la Guerra de Corinto que prosiguió a esos hechos llevó a la humillante Paz de Antálcidas, impuesta por Persia, que destruyó la reputación de Esparta como protectora de la independencia de las ciudades estado griegas.

Al mismo tiempo, el prestigio militar espartano sufrió un duro golpe cuando un contingente de 600 hombres fue diezmado por peltastas (tropas ligeras) dirigidas por Ifícrates. A pesar de su continuo esfuerzo militar, Esparta era incapaz de proyectar su poder por encima de la totalidad de Grecia, y sufría de escasez de recursos humanos militares que se agravaban por su negativa a reformar el ejército para solventar ese problema. La consecuencia final fue que la fuerza de Esparta se colapsó tras la desastrosa derrota ante la fuerza tebana liderada por Epaminondas en la batalla de Leuctra, en 371 a. C. La batalla supuso la pérdida de numerosos espartiatas (las tropas de élite espartanas), y el final de su control de Mesenia.

Historia posterior

Después del desastre de Leuctra y el ascenso de Tebas, Esparta quedó reducida al estatus de potencia de tercer nivel, y se retiró en su aislamiento. Los espartanos fueron, curiosamente, el único estado griego que se negó a participar en las campañas de Alejandro Magno en Persia y, por ese motivo, cuando Alejandro envió 300 corazas persas capturadas en la batalla del Gránico, envió también el siguiente mensaje:

Alejandro, hijo de Filipo, y los griegos – excepto los espartanos – de los bárbaros que viven en Asia

Durante la ausencia de Alejandro en Oriente el rey Agis III provocó una revuelta, pero fue derrotado. Tras la muerte de Alejandro, Esparta volvió a verse envuelta como estado independiente en muchas de las guerras del siglo III a. C. Bajo los reyes reformistas Agis IV y Cleómenes III disfrutó de un corto renacimiento y logró una serie de éxitos contra la Liga Aquea, pero terminó con su derrota en la batalla de Selasia. El último resurgimiento de esparta tuvo lugar bajo el mando de Nabis, pero tras su derrota en la Guerra contra Nabis la ciudad fue incorporada en la Liga Aquea en 189 a. C. Esto supuso el final de Esparta como poder independiente, y más tarde quedaría sometida al gobierno de Roma, aunque manteniendo el estatus de ciudad autónoma.

Organización del ejército

Estructura social

«…los aliados de los lacedemonios se ofendieron ante Agesilao, porque […] ellos [aportaban] tantos [soldados], y los lacedemonios, a los que seguían, tan pocos. […] Agesilao, queriendo refutar sus argumentos con números […] ordenó a todos los aliados sentarse todos juntos separados, y los lacedemonios aparte. Entonces su heraldo solicitó que se levantasen primero los alfareros, luego los herreros, luego los carpinteros, y los constructores, y así con todos los artesanos. En respuesta, casi todos los aliados se fueron levantando, pero no los lacedemonios; puesto que tenían prohibido aprender cualquier trabajo o arte. Entonces Agesilao dijo con una carcajada: ‘Veis, hombres, cuántos soldados más que vosotros estamos enviando.'»
Plutarco, Vida de Agesilao, 26

Los ciudadanos de Esparta (también conocidos como los «lacedemonios») estaban divididos en tres clases. La primera de ellas estaba formada por los ciudadanos plenos, conocidos como espartiatas u homoioi («iguales»), que recibían una cantidad de tierra (kleros) a cambio de su servicio militar. La segunda clase eran los periecos, no ciudadanos de condición libre, generalmente mercaderes, artesanos y marineros. Esta clase, dentro del ejército, constituía la infantería ligera y llevaba a cabo trabajos militares auxiliares. La tercera y más numerosa clase eran los hilotas, siervos propiedad del estado que eran utilizados para cultivar la tierra de los espartiatas. En el siglo V a. C., los hilotas también eran utilizados como tropas ligeras en las escaramuzas.

Los homoioi eran el núcleo central del ejército espartano: participaban en la Asamblea espartana (Apella) y constituían la fuente de la que se nutría el ejército para formar a sus soldados hoplitas, que componían la base del ejército. Es más, los homoioi estaban obligados por ley a ser soldados y nada más, teniendo prohibido aprender o ejercitarse en cualquier otra actividad. En gran medida, la necesidad de mantener un continuo despliegue militar en la sociedad espartana suponía la obligación de mantener a un número cada vez más vasto de hilotas subyugados.

Uno de los principales problemas de la sociedad espartana con el paso del tiempo fue la caída del número de ciudadanos con plenos derechos (oligantropía), lo cual supuso consecuentemente una caída en el número de soldados que formaban el núcleo del ejército: el número de homoioi disminuyó desde los 6.000 ciudadanos existentes en 640 a. C., hasta tan sólo 1.000 en 330 a. C. Esto supuso que los espartanos se viesen obligados a utilizar hoplitas reclutados de entre los hilotas, y que en ocasiones viesen la necesidad de otorgar la libertad a algunos de ellos, los neodamodes, y a darles tierras en las que establecerse a cambio de que cumpliesen un servicio militar.

Por otra parte, la población de espartiatas se dividía entre distintos grupos en función de su edad. Los más jóvenes (menores de 20 años) se consideraban más débiles debido a su falta de experiencia, y a los más mayores (más de 60 años o, en épocas de crisis, de 65) sólo se les llamaba a filas en caso de emergencia, y para defender las caravanas de suministros.

Estructura táctica

La principal fuente para el conocimiento de la organización del ejército espartano son los escritos de Jenofonte, que admiraba a los espartanos. Su obra La Constitución de los Lacedemonios ofrece una visión detallada del estado y la sociedad espartana a comienzos del siglo IV a. C. Otros autores, como Tucídides, también ofrecen información al respecto, aunque no tan confiable como la de los relatos de Jenofonte, cuya información fue obtenida de primera mano.

Se sabe poco de la organización del ejército anterior a esa época, y existe un gran margen para la especulación. La primera forma de organización militar y social (durante el siglo VII a. C.) parece que podría haber consistido en las tres tribus (llamadas phylai y con los nombres de Pamphyloi, Hylleis y Dymanes) que aparecen en la Segunda Guerra Mesenia (685-668 a. C.). Una subdivisión posterior fue la «fraternidad» (phratra), y se tiene constancia de la existencia de 27, nueve por cada tribu. En algún momento, esta división fue reemplazada por cinco divisiones territoriales, los obai (que significa «pueblo») y que aportaban un lochos de unos 1.000 hombres cada uno. Parece ser que este sistema todavía se usaba en las guerras contra Persia, como puede inferirse de las referencias que Heródoto hace a los lochoi en su Historia.

Los cambios que acaecieron entre las Guerras contra Persia y las Guerras del Peloponeso no se encuentran documentadas aunque, según Tucídides, en la batalla de Mantinea del año 418 a. C. había presentes 7 lochoi, cada uno de los cuales estaba dividido en cuatro pentekostyes de 128 hombres cada uno, y 16 enōmotiai de 32, dando un total de 3.584 hombres para el ejército espartano principal.A finales de la Guerra, la estructura había evolucionado todavía más con la finalidad de combatir la escasez de soldados y para crear un sistema más flexible que permitiese a los espartanos enviar destacamentos más pequeños a campañas o guarniciones fuera de su tierra natal. Según Jenofonte, la unidad básica seguía siendo la enōmotia, con 36 hombres en tres filas de doce bajo el mando de un enomotarca (enōmotarches). Dos enōmotiai formaba un pentēkostys de 72 hombres bajo el manod de un pentēkontēr, y dos pentēkostyai se agrupaban en un lochos de 144 hombres dirigidos por un lochagos. Cuatro lochoi componían una mora de 576 hombres, la unidad táctica más grande del ejército espartano, a cuyo mando se encontraba un polemarca. Seis morai componían el ejército espartano en campaña, a los que se añadían los skiritai y los contingentes enviados por estados aliados.

Los reyes y los hippeis

El ejército completo de Esparta era dirigido oficialmente en la batalla por los dos reyes. En un inicio, los dos reyes acudían al mismo tiempo a la batalla, pero a partir del siglo VI a. C. se decidió enviar sólo a uno, permaneciendo el otro en la ciudad. Al contrario que lo habitual en otros estados, la autoridad de los reyes de Esparta estaba muy limitada, y el poder real estaba en manos de cinco hombres electos, llamados éforos (ephoroi).

Por otra parte, los reyes iban acompañados por un selecto grupo de 300 hombres que componían la guardia real, y que recibían el nombre de hippeis («caballeros»). A pesar de su título, se trataba de hoplitas de infantería, al igual que todos los demás homoioi. En realidad, los espartanos no llegaron a utilizar caballería propia hasta las épocas más tardías de la Guerra del Peloponeso, cuando se añadieron pequeñas unidades de 60 hombres de caballería a cada mora.

Los hippeis formaban parte de la primera mora, y eran la élite del ejército espartano. Siendo ese su estatus, se desplegaban invariablemente en el flanco derecho de la línea de batalla, puesto que era ese flanco el lugar honorario reservado para los mejores soldados. Eran seleccionados todos los años por oficiales especialmente comisionados para ello, los hippagretai, y se buscaban entre los hombres con experiencia de batalla y con hijos, de forma que su línea de sucesión continuase en caso de muerte. Fueron los hippeis los que lucharon en una competición celebrada en 546 a. C. contra los caballeros de Argos, y fueron también los hippeis los 300 soldados que acompañaron al rey Leónidas I en su famosa batalla contra los persas en las Termópilas.

Entrenamiento


«Ὦ ξεῖν’, ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε
κείμεθα, τοῖς κείνων ῥήμασι πειθόμενοι

«Extranjero, ve y di a los espartanos que aquí, obedeciendo sus leyes, yacemos.»
Simónides de Ceos, epitafio por los espartanos que murieron en las Termópilas.

Durante el periodo arcaico griego, de entre 700 y 600 a. C., la educación en la mayor parte de los estados griegos y con independencia del sexo se centraba en las artes. Cuando los niños eran más mayores, entonces la población masculina recibía también la correspondiente instrucción militar. Sin embargo, a partir del siglo VI a. C. en adelante, el carácter militarista del estado de Esparta se fue volviendo más pronunciado, y la educación de esta ciudad estado quedó volcada en cubrir las necesidades de la guerra.

Tanto los niños como las niñas eran criados por las mujeres de la ciudad hasta la edad de siete años, momento el cual los niños varones (paidia) eran apartados de sus madres para agruparles juntos en los denominados agelai. En ese momento eran educados para soportar la escasez y las situaciones más duras. Se les proveía de muy escasa comida y ropa, lo cual favorecía que intentasen robar. Por otro lado, si se les cogía robando eran castigados, pero no por el hecho de estar robando sino por no haber sido lo suficientemente buenos en ello y haber sido atrapados. Existe una historia muy característica sobre los robos, contada por Plutarco: «Los niños convirtieron el robo en una cuestión verdaderamente seria, hasta el punto de que uno de llos, según cuenta la historia, llevaba oculto bajo su ropa un zorro que había robado. Aguantó que el animal mordiera y arañase su cuerpo y prefirió morir por ello antes que dejar que su robo fuese descubierto». Por otra parte, los chicos eran educados para fomentar la competición entre ellos en juegos y en combates de entrenamiento, a la vez que fortalecían el espíritu de pertenencia al grupo. En cuanto a la educación intelectual, los niños aprendían a leer y a escribir, y memorizaban las elegías de Tirteo que elogiaban el valor guerrero y la vigorosa afirmación del ideal moral de la patria espartana y de las celebraciones de la muerte por ella, todo ello en el marco de la Segunda Guerra Mesenia sobre la que escribió el poeta.

A los doce años, los niños pasaban a ser jovénes (meirakion). Se intensificaba su educación física, su disciplina se hacía mucho más estricta y los chicos eran abrumados con una gran cantidad de tareas. Debían andar siempre descalzos, y vestían sólo una túnica tanto en invierno como en verano.

La mayoría de edad se alcanzaba a la edad de 18 años, y el joven adulto (eiren) comenzaba sirviendo como entrenador de los más pequeños. Al mismo tiempo, los chicos más prometedores eran seleccionados para la Krypteia. Al cumplir 20 años, los espartanos pasaban a ser elegibles para el servicio militar, y se unían a una de las mesas (sisitia), en las que estaban incluidos 15 hombres de edades diferentes. Aquellos que eran rechazados quedaban en una forma de ciudadanía inferior, puesto que sólo los soldados podían ser homoioi. En cualquier caso, e incluso después de eso, incluso durante el matrimonio y hasta aproximadamente la edad de 30 años, pasarían la mayor parte del día en los barracones con su unidad. Los deberes del servicio militar duraban hasta los 60 años, si bien existen casos registrados de personas de más edad participando en campañas en tiempos de crisis.

A lo largo de toda su vida adulta, los homoioi continuaban bajo un régimen de entrenamiento realmente estricto. Sobre el particular, Plutarco comenta que «…eran los únicos hombres en el mundo para los que la guerra suponía un respiro del entrenamiento para la guerra La valentía era la principal virtud para los espartanos: Las madres espartanas solían dar a sus hijos que partían a la guerra su escudo a la vez que decían «¡Con él o sobre él!», en el sentido de «vuelve con él, o transportado encima de él» y debido a que en la batalla, el pesado escudo de los hoplitas era el primer elemento que un soldado abandonaba cuando quería escapar.

El ejército en campaña

Tácticas

Reconstrucción de una falange avanzando en formación cerrada.

Reconstrucción de una falange avanzando en formación cerrada.


Al igual que otros estados griegos, el ejército espartano estaba basado en la infantería, y luchaba mediante el empleo de la formación de falange. Los espartanos no introdujeron ninguna innovación táctica o cambios significativos en la guerra de soldados hoplitas. Por el contrario, su ventaja fundamental frente a otros estados se basaba en que el continuo entrenamiento y superior disciplina hacía que su falange estuviese mucho mejor cohesionada y fuese más efectiva en el campo de batalla. Utilizaban la falange al estilo clásico, en una línea única con una profundidad uniforme de entre 8 y 12 hombres. Cuando luchaban junto con sus aliados, los espartanos normalmente ocupaban el flanco honorario, que era el derecho. Si, como solía ocurrir, los espartanos lograban la victoria en su flanco, entonces giraban hacia la izquierda para arroyar la formación enemiga desde el flanco.

Durante la Guerra del Peloponeso, los enfrentamientos se fueron haciendo cada vez más fluidos, y las tropas ligeras se usaban cada vez en mayor grado por lo que las tácticas fueron evolucionando para adaptarse a ese cambio. Sin embargo, en los enfrentamientos entre falanges lo que prevalecía a la hora de conseguir la victoria era la resistencia y la capacidad de empujar más que el enemigo.

La falange espartana sólo pudo ser derrotada cuando los tebanos, con Epaminondas al mando, modificaron la estructura de la falange para inventar la falange oblicua. Epaminondas, en la batalla de Leuctra, incrementó la profundidad del flanco izquierdo de su falange, que debía enfrentarse a los espartanos ubicados en el flanco derecho de la línea enemiga, y gracias a esa innovación táctica pudo arroyar a las tropas de élite enemigas antes de que su debilitado flanco derecho pudiese sucumbir.

Marchando

Según Jenofonte, el ejército era movilizado por los éforos, y sólo tras una serie de ceremonias y sacrificios religiosos el ejército se reunía y marchaba al frente. El ejército marchaba precedido por el rey, con los esquiritas (skiritai) y las tropas de caballería actuando como guardia de avanzada y partidas de exploración. Las provisiones necesarias (cebada, queso, cebolla y carne en salazón) se llevaban junto con el ejército, y cada espartano iba acompañado de un sirviente hilota. Cada mora marchaba y acampaba de forma separada, y contaba con su propia caravana de aprovisionamiento.

Por último, el ejército espartano ofrecía un sacrificio a los dioses todas las mañanas previas a la batalla. El rey o los oficiales eran los encargados de hacerlo y, si los presagios no eran favorables, un líder podía rechazar seguir marchando o enfrentarse al enemigo.

Equipación

Hoplita del siglo IV a. C. Porta un casco tracio, una coraza con relieve muscular y pteruges de cuero y grebas. Está equipado con una lanza (dory), el xifos y el escudo hoplita (aspis). En esa época, muchas ciudades estado habian estandarizado el vestido y el equipamiento de sus soldados, consiguiendo con ello una apariencia más uniforme.

Hoplita del siglo IV a. C. Porta un casco tracio, una coraza con relieve muscular y pteruges de cuero y grebas. Está equipado con una lanza (dory), el xifos y el escudo hoplita (aspis). En esa época, muchas ciudades estado habían estandarizado el vestido y el equipamiento de sus soldados, consiguiendo con ello una apariencia más uniforme.

Los espartanos utilizaban el mismo equipamiento típico de los hoplitas de la Antigua Grecia. Su única marca distintiva de los espartanos con respecto a sus vecinos griegos eran su túnica (chitōn») y su manto (himatión), así como el pelo largo, que los espartanos mantuvieron durante mucho más tiempo que la mayor parte de los griegos. Para los espartanos, el pelo largo mantenía su antiguo significado arcaico como símbolo del hombre libre. Por otro lado, para los griegos del siglo V, su peculiar asociación con los espartanos había llegado a hacer que tuviese el significado de simpatía política a favor de éstos. Otro símbolo espartano muy conocido, y adoptado a mediados del siglo V a. C., era la letra lambda (Λ), que hacía referencia a la región de Laconia o Lacedemonia y que iba pintada en los escudos de los espartanos. Los hoplitas espartanos a menudo son representados llevando una cresta atravesada en su casco, si bien se trata posiblemente de un símbolo utilizado para identificar a los oficiales.

En el periodo arcaico, los espartanos estaban equipados con armaduras de bronce articuladas, grebas para las piernas, y el casco, normalmente un casco corintio. A menudo se discute qué tipo de armadura para el torso utilizaban los espartanos durante las Guerras Persas, si es que usaron alguno, aunque parece probable que continuasen llevando corazas de bronce, aunque de un estilo algo más esculpido, o bien que hubiesen llevado el linotorax en su lugar. En la última parte del siglo V a. C., cuando la guerra se había vuelto más flexible y los enfrentamientos a gran escala entre falanges eran más raros, los griegos fueron abandonando muchas de las formas de armadura corporal utilizadas hasta entonces. Los lacedemonios también adoptaron una nueva túnica, la exomis, que podía colocarse de forma que dejase el brazo y el hombro derecho descubiertos y libres para entablar el combate. Además, y junto con la lanza, los espartiatas también iban armados con un xifos como arma secundaria.

Los espartanos mantuvieron el sistema tradicional de la falange hoplita hasta las reformas de Cleómenes III, cuando fueron equipados con la sarissa macedonia y comenzaron a entrenarse en el estilo de la falange macedonia.

La Armada

Trirreme griego.

Trirreme griego.


A través de su historia, los espartanos se caracterizaron por ser el ejército de tierra por excelencia. Durante las Guerras Persas, contribuyeron con un pequeño contingente naval de 20 trirremes y con el comandante supremos de la flota, pero siempre se apoyaron en sus aliados, y principalmente en los corintos, para conseguir una fuerza naval de consideración. Este hecho supuso que, cuando estalló la Guerra del Peloponeso, los espartanos tenían el dominio militar en tierra, pero los atenienses eran la potencia suprema en el mar. Los espartanos saquearon el Ática repetidamente, pero los atenienses siguieron siendo bien provistos por mar, y fueron capaces de enviar incursiones de saqueo por su cuenta a lo largo del Peloponeso con su flota. Eventualmente, fue la creación de una armada propia lo que permitió a Esparta vencer a Atenas.

Gracias a los fondos procedentes del tesoro persa, Lisandro, que había sido nombrado navarca en 407 a. C., fue capaz de reunir una armada fuerte, y consiguió amenazar y finalmente destruir la preeminencia ateniense en el mar Egeo. Sin embargo, el mantenimiento de dicha armada duraría poco, y no sobreviviría a los acontecimientos de la Guerra de Corinto: en la batalla de Cnidos de 394 a. C., la armada espartana sería derrotada de forma definitiva por una flota conjunta de Atenas y Persia, en lo que supondría el final de la breve supremacía naval espartana. El golpe final lo recibirían 20 años más tarde, en la batalla de Naxos de 376 a. C.

Desde ese momento, los espartanos mantendrían una pequeña flota de forma periódica, pero su efectividad estaría limitada. Finalmente, el último momento de apogeo de la flota espartana sería bajo el gobierno de Nabis, que creó una flota con ayuda de sus aliados cretenses para controlar la línea de costa de Laconia.

Carga de la Brigada ligera

La Carga de la Brigada ligera fue una desastrosa carga de caballería, dirigida por Lord Cardigan en el curso de la Batalla de Balaklava el 25 de octubre de 1854 durante la Guerra de Crimea. Ha pasado a la Historia como tema de un célebre poema (La carga de la Brigada ligera) de Alfred Tennyson, cuyos versos «No hay ninguna razón / sólo hay que actuar y morir»[1] han hecho de esta carga un símbolo de lo absurdo de la guerra; e incluso la célebre banda de heavy metal, Iron Maiden, ha hecho una canción acerca de esto.

Acontecimientos

La carga fue llevada a cabo por la Brigada ligera de la caballería británica, formada por el 4º Regimiento de Dragones ligeros, el 13º Regimiento de Dragones ligeros, el 17º Regimiento de Lanceros, el 8º Regimiento de Húsares y el 11º Regimiento de Húsares, a las órdenes del general Lord Cardigan. Cargaron junto a la Brigada pesada, formada por el 4º Regimiento de Dragones irlandeses de la Guardia, el 5º Regimiento de Dragones de la Guardia, el 6º Regimiento de Dragones de Inniskilling y los Grises escoceses. Estas unidades eran las principales fuerzas de caballería británicas en el campo de batalla. El mando de la caballería recaía en Lord Lucan.

Lucan recibió una orden del comandante en jefe del ejército, Lord Raglan, indicando que «Lord Raglan desea que la caballería avance rápidamente hacia adelante, persiga al enemigo, e intente impedir que retire sus cañones. La artillería montada puede acompañarle. La caballería francesa se encuentra a su derecha. Inmediato». Quien lleva la orden es el capitán Nolan, que es posible que hubiera transmitido informaciones orales complementarias.

Una vista reciente del «Valle de la muerte» en el que la carga tuvo lugar. Hoy está ocupado por viñedos, aunque era un campo abierto en 1854.

Una vista reciente del «Valle de la muerte» en el que la carga tuvo lugar. Hoy está ocupado por viñedos, aunque era un campo abierto en 1854.

The Charge of the Light Brigade at Balaklava, por William Simpson (1855), ilustrando la carga en el «Valle de la muerte» desde la perspectiva rusa.

The Charge of the Light Brigade at Balaklava, por William Simpson (1855), ilustrando la carga en el «Valle de la muerte» desde la perspectiva rusa.

Como respuesta a la orden, Cardigan dirigió 673 (ó 661) jinetes directamente a través del valle existente entre la colina de Fedyukhin y la de la calzada, el valle que más tarde el poeta Alfred Tennyson denominará Valle de la muerte. Las tropas rusas, al mando de Pavel Liprandi, estaban formadas por aproximadamente 20 batallones de infantería con el apoyo de más de cincuenta piezas de artillería. Dichas fuerzas estaban desplegadas en ambos lados y al fondo del valle.

Parece que la orden de Cardigan se refería a la masa de cañones rusos existentes en un reducto al fondo del valle, aproximadamente 1,5 km más lejos, mientras que Raglan entendió que se refería a un grupo de reductos en la otra vertiente de la colina que formaba el lado izquierdo del valle. Aquellos no eran visibles desde las posiciones ocupadas por la Brigada ligera, desplegada en el fondo del valle.

La brigada alcanzó el contacto con las fuerzas rusas del fondo del valle, y las obligó a huir del reducto. Sufrió fuertes pérdidas, y fue rápidamente obligada a replegarse. Lucan fracasó en su misión de apoyar a Cardigan, y algunos sospechan que ello se debía a la animosidad que sentía contra su cuñado: la Brigada pesada alcanzó el valle, pero no avanzó más lejos. La caballería francesa, los Cazadores de África, fueron más eficaces puesto que rompieron la línea rusa de la colina de Fedyukin y cubrieron a los supervivientes de la Brigada ligera durante su retirada.

Cardigan sobrevivió, y describió más tarde el combate en un discurso en Mansion House, en Londres, que fue recogido y ampliamente citado posteriormente en la Cámara de los Comunes:

«Avanzamos por una pendiente gradual de más de un kilómetro, las baterías vomitaban sobre nosotros obuses y metralla, con una batería a nuestra izquierda y una a nuestra derecha, y el espacio intermedio erizado de fusiles rusos; así cuando llegamos a 50 metros de la boca de los cañones que habían arrojado la destrucción sobre nosotros, estábamos, de hecho, rodeados por un muro de fuego, además del de los fusiles en nuestro flanco.
Mientras ascendíamos la colina, el fuego oblicuo de la artillería caía sobre nuestra retaguardia, de tal modo que recibíamos un nutrido fuego sobre la vanguardia, los flancos y la retaguardia. Entramos en el espacio de la batería, la atravesamos, los dos regimientos en cabeza hiriendo un gran número de artilleros rusos al pasar. En los dos regimientos que tuve el honor de dirigir, cada oficial, con una única excepción, fue o bien herido, o muerto, o vio al caballo que montaba muerto o herido. Estos regimientos pasaron, seguidos por la segunda línea, formada por dos regimientos suplementarios, que siguieron con su deber de herir a los artilleros rusos.
Después vino la tercera línea, formada por otro Regimiento, que completó la labor asignada a nuestra Brigada. Creo que ello se hizo con verdadero éxito, y el resultado fue que ese cuerpo, formado por tan sólo 670 hombres aproximadamente, logró atravesar la masa de la caballería rusa que —como hemos sabido posteriormente— disponía de 5.240 hombres; y habiendo atravesado esta masa, dan la vuelta, como dice nuestra expresión técnica militar, «al fondo de todo», y se retiraron de la mismo modo, provocando tantos daños como era posible en la caballería enemiga. De regreso a la colina de la que había partido el ataque, tuvimos que sufrir la misma mano de hierro y padecer el mismo riesgo de disparos de los tiradores en nuestro flanco que a la ida. Muchos de nuestros hombres fueron alcanzados, hombres y cabalgaduras resultaron muertos, y muchos de los hombres cuyas monturas murieron fueron masacrados cuando intentaban escapar.
Pero, mylord, ¿cuál fue el sentimiento de estos valientes que regresaron a su posición, de cada regimiento no retornó sino un pequeño destacamento, dos tercios de los efectivos implicados en la acción se habían perdido?. Creo que cada hombre que participó en este desastroso asunto de Balaklava, y que tuvo la bastante suerte como para seguir con vida, debe notar que fue solamente por un decreto de la Divina Providencia que escapó a la muerte más cierta que era posible concebir».

Consecuencias

Oficiales y soldados supervivientes de la carga, pocos meses después de la batalla.

Oficiales y soldados supervivientes de la carga, pocos meses después de la batalla.

El «Valle de la muerte», donde la batalla tuvo lugar, fotografiado por Roger Fenton en 1855.

El «Valle de la muerte», donde la batalla tuvo lugar, fotografiado por Roger Fenton en 1855.

La brigada no queda completamente destruida, aunque sufre terribles pérdidas: 118 muertos, 127 heridos, y la pérdida de 362 caballos. Tras ser reagrupados, únicamente 195 hombres disponen todavía de caballo. La futilidad de la acción y su bravura imprudente han hecho afirmar al general francés Pierre Joseph François Bosquet: «Es magnífico, pero eso no es la guerra». Se ha dicho que los jefes rusos creyeron al principio que los jinetes habían abusado de la bebida. La reputación de la caballería británica mejoró notablemente a raíz de esta carga, aunque no puede decirse lo mismo de sus mandos.

La lentitud de las comunicaciones marítimas hace que las nuevas del desastre no lleguen a conocimiento del público británico sino tres semanas más tarde. Los informes del frente de los jefes británicos se publican en una edición extraordinaria de la London Gazette el 12 de noviembre de 1854. Raglan denuesta a Lucan por la carga, declarando que «Por su incomprensión de la orden de avance, el teniente general (Lucan) consideró que debía atacar a cualquier precio, y ordenó al mayor general Cardigan avanzar con la Brigada ligera».

En marzo de 1855, Lucan es llamado al Reino Unido. La carga se convierte en objeto de considerables controversias y de debates públicos a su regreso. Rechaza vigorosamente la versión de Raglan de los acontecimientos, tratándola de «imputación que ensombrece seriamente mi carácter profesional». En un intercambio público de correspondencia mantenida a través de las páginas del diario Times de Londres, Lucan apostrofa a Raglan y a su ayudante de campo (fallecido) Nolan, el mensajero de la orden contestada. Lucan se defendió mediante un discurso en la Cámara de los Lores el 19 de marzo.

Lucan logra escapar a la reprobación por la carga, ya que es hecho miembro de la Orden del Baño en julio del mismo año. Incluso aunque ya no volvió jamás al servicio activo en el Ejército, ascendió a general en 1865 y fue nombrado mariscal el año inmediatamente anterior a su fallecimiento.

La carga continúa siendo objeto de estudio por parte de los historiadores militares y de los estudiantes como un ejemplo de lo que puede salir mal cuando se carece de informaciones militares precisas y las órdenes no son claras. Winston Churchill, que era un fino historiador militar y un caballero clásico, insistía en 1945 durante la conferencia de Yalta en disponer de tiempo para visitar por sí mismo el campo de batalla.

POEMA ALFRED TENNYSON.*

Media legua.media legua,

media legua ante ellos.

Por el valle de la muerte cabalgaron los seiscientos.

<¡Adelante,Brigada Ligera!

¡Cargad sobre los cañones!>,dijo.

Por el valle de la muerte cabalgaron los seiscientos.

¡Adelante,Brigada Ligera!

¿Se descorazono un solo hombre?

No,aunque los soldados comprendian que era un desatino.

No estaban alli para replicar.

No estaban alli para razonar.

No estaban sino para vencer o morir.

Por el valle de la muerte cabalgaron los seiscientos.

*Texto escrito por Juan Antonio Cebrian.

Mitología mexica

La mitología mexica es una extensión del complejo cultural. Antes de llegar los aztecas al valle del Anáhuac, ya existían antiguos cultos y diosas del sol que ellos adoptaron en su afán de adquirir un rostro. Al asimilarlos también cambiaron sus propios dioses, tratando de colocarlos al mismo nivel de los antiguos dioses del panteón nahua. De esta manera, elevaron sus dioses patronos, Huitzilopochtli y Coatlicue, al nivel de las antiguas deidades creadoras, como Tláloc, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca.

Dicho esto, existe un culto dominante sobre los demás dioses aztecas, el de su dios Sol, Huitzilopochtli. Los aztecas se consideraban como el pueblo elegido por el Sol, encargados de garantizar su recorrido por el cielo, alimentándolo. Este sentimiento fue reforzado por la reforma social y religiosa de Tlacaélel bajo el reino de los emperadores Itzcóatl, Moctezuma I y Axayácatl a mitad del siglo siglo XV. El mito de la creación del mundo de los aztecas expande esta idea.

Las religiones prehispánicas se formaron a través de un lento evolucionar y asimilación de costumbres y dioses. Algunos dioses se asimilaron y mezclaron entre sí, otros cambiaron y se humanizaron, el resultado es que tenemos una infinidad de mitos, y leyendas a veces contradictorios, pues ninguno de ellos llegó a convertirse en dogma.

Los dioses prehispánicos, no son tanto seres de poder ilimitado, sino muchas veces encarnaciones de las fuerzas de la naturaleza, con personalidad humana, por ellos muchos estudiosos prefieren traducir el concepto prehispanico de «Téotl» como señor, y no como dios.

Los sabios nahuas o tlahtimines trataron de dar un poco de orden a esta multitud de dioses, así, tenemos en primer lugar a los dioses creadores, o Ipalnemohuani, ésta es una palabra nahua que significa «aquél por quien se vive» y dado que en náhuatl no existe el plural más que para los nombres de cosas, se ha especulado mucho sobre una posible tendencia monoteísta de los aztecas. Sin embargo sabemos que los dioses creadores eran en primer lugar, Ometéolt y Omecíhuatl, padre y madre de los dioses, Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, creadores del mundo, Tláloc y Ehécatl proveedores de la lluvia y de la vida. Otros nombre que se le daban a estos dioses son Tloque Nahuaque («El inventor de sí mismo» o «El señor del cerca y junto»). La mayor parte de la poesía náhuatl que sobrevive, usa estos nombres para referirse a los dioses creadores, dando la apariencia de monoteísmo.

Después estarían los dioses patronos, que eran los encargados de vigilar a cada pueblo. Según una antigua leyenda, cuando los grupos nahuas (las tribus nahuatlacas) salieron de Aztlan, cada una de ellas llevaba consigo su «bulto sagrado», que contenía las reliquias de su dios patrono. Huitzilopochtli era el dios patrono de los mexicas, pero ellos también respetaban los dioses de los otros pueblos. Junto al templo mayor construyeron un templo especial para los dioses patronos de todos los pueblos conquistados, de manera análoga al Panteón romano.

Existían así mismo, dioses dedicados a cada profesión y aspecto de la vida. Xipe Tótec, dios del reverdecimiento fue adoptado como el dios de los plateros, Nanahuatzin, de las enfermedades de la piel, Tlazotéotl, diosa del amor físico y de las prostitutas, etc.

También existían algunos dioses de origen familiar pero se sabe poco de ellos.

La mayoría de estos dioses son anteriores a los aztecas o mexica, y son compartidos por los demás pueblos nahua.

Mito de la creación

Quetzalcoatl y Tezcatlipoca

Quetzalcoatl y Tezcatlipoca

Los nahuas tenían varios mitos de la creación, resultado de la integración de distintas culturas. En uno de ellos, Tezcatlipoca y Quetzalcóatl se dan cuenta de que los dioses se sienten vacíos y necesitan compañía. Por ello necesitan crear la tierra. Existía solo un inmenso mar, donde vivía el monstruo de la tierra. Para atraerlo, Tezcatlipoca ofrece su pie como carnada y el monstruo sale y se lo come. Antes de que se pueda sumergir, los dos dioses lo toman, lo estiran para dar a la tierra su forma. Sus ojos se convierten en lagunas, sus lágrimas en ríos, sus orificios en cuevas. Después de eso, le dan el don de la vegetación para confortar su dolor. Y posteriormente se da a la tarea de crear a los primeros hombres.

Según otro mito conocido como «La leyenda del quinto sol», en el principio, todo era negro, sin vida, muerto. Los Dioses se reunieron en Teotihuacan planteándose la cuestión de quién tendría la carga de crear al mundo, para lo cual uno de ellos se tendría que arrojar a una hoguera. Dos de ellos fueron seleccionados como víctimas para tal fin.

Sin embargo el más fuerte y vigoroso, al momento de lanzarse a la hoguera, retrocede ante el fuego; por lo que el segundo, un pequeño dios, humilde y pobre, (usado como metáfora del pueblo azteca sobre sus orígenes), se lanza sin vacilar al fuego, convirtiéndose en el Sol. Al ver esto, el primer dios, sintiendo coraje, decide arrojarse a la hoguera, convirtiéndose en la Luna.

Aun así, los dos astros siguen siendo inertes en el cielo y es indispensable alimentarlos para que se muevan. Entonces otros dioses deciden sacrificarse y dar el «agua preciosa» que es necesaria para crear la sangre. Por lo tanto, se obliga a los hombres a recrear eternamente el sacrificio divino original.

Panteón azteca

Dioses

  • Ometéotl (también Citlatonac u Ometecuhtli (masculino) y Omecíhuatl (femenino)): el/los dios/es de la dualidad, pregenerador/es de las almas y Señor/Señora de los cielos.

Principales

  • Huitzilopochtli (también Mextli, Mexitl, Uitzilopochtli): el dios supremo de Tenochtitlan, patrono de la guerra, el fuego y el sol. Guía, protector y patrono de los aztecas (A quienes ordenó llamarse Mexicas a partir de aquel momento) desde su salida de Aztlan. Su nombre significa Colibrí Zurdo (O izquierdo) o Colibrí del sur
  • Quetzalcóatl (también Tlahuizcalpantecuhtli): Serpiente de plumas preciosas, dios creador y patrono del gobierno, los sacerdotes y los mercaderes. Asociado con Ehecatl como viento divino. Uno de los cuatro hijos de la pareja primigenia.
  • Tezcatlipoca (también Omácatl, Titlacauan): El Espejo Humeante, omnipotente dios de los gobernantes, hechiceros y guerreros; de la noche, la muerte, la discordia, el conflicto, la tentación y el cambio; daba y quitaba las riquezas y era el protector de los esclavos. Siniestro rival de Quetzalcóatl en muchos mitos. Puede aparecer como un jaguar, además de sus otros muchos Tonales.
  • Tláloc (también Nuhualpilli): El que Hace Brotar a las Cosas, Licor de la Tierra, grande y antiguo proveedor y dios de la lluvia, la fertilidad y el rayo. Uno de los cuatro hijos de la pareja primigenia (Ometecuhtli y Omecihuatl). Dios creador y uno de los cuatro soles. Fue uno de los dioses más viejos de toda Mesoamérica y tenía un templo gemelo junto al de Huitzilipochtli en Tenochtitlan.
  • Xipe Tótec Nuestro Señor Desollado: dios de la primavera, la germinación de las semillas y la renovación de la vegetación; además de la fertilidad. Era considerado el patrono de los orfebres. Se le identificaba a veces con Mixcóatl; sobre todo como destinatario de los sacrificios gladiatorios y por flechamiento.
  • Xiuhtecuhtli: la personificación de la vida después de la muerte, la luz en la oscuridad y la comida en épocas de hambruna

Celestes

Tepeyollotl

Tepeyollotl

  • Citlalicue: Vestido de Estrellas, un creador de las estrellas.
  • Coyolxauhqui: Cascabeles de Oro o La de los Cascabeles en la Cara, la Luna, hermana legendaria de Huitzilopochtli y patrona de la Vía Láctea.
  • Ehécatl (también Ehecatl-Quetzalcóatl): dios del viento y creador de la tierra, los cielos y la actual raza de los hombres al rescatar los huesos de los hombres viejos del Mictlan, en su advocación de Quetzalcóatl. Como dios del Oeste, es uno de los que sostiene el cielo. Soplaba el viento que limpiaba el camino de los Tlaloque (dioses menores de la lluvia, ayudantes de Tláloc).
  • Meztli (también Metztli, Tecuciztécatl, Tecciztecatl): diosa de la luna, la noche y los granjeros. También se identifica con un dios de los gusanos, de bajo rango, que falló en sacrificarse para convertirse en el Sol, y devino en la Luna, su rostro oscurecido por un conejo.
  • Mixcóatl (serpiente nube): dios de la caza, la guerra y la Vía Láctea.
  • Nanahuatzin (también Nana, Nanautzin, o Nanauatzin): dios de bajo rango que se sacrificó a sí mismo para convertirse en el dios Sol Tonatiuh, en la prueba en que Tecuciztécatl falló.
  • Tlahuizcalpantecuhtli: dios destructor de la estrella del alba (Venus), el amanecer y el este. Es uno de los que sostienen los cielos.
  • Tlalchitonatiuh representa al sol bajo.
  • Tletonatiuh: Era uno de los cuatro soles aztecas. Es el «sol de fuego», bajo cuyo influjo los humanos fueron exterminados por el fuego caído del cielo y transformados en diversos animales como perros, aves, etc.
  • Tonatiuh El Luminoso o El que Calienta: Dios Sol y guerrero de los cielos que disparaba sus dardos luminosos a los cuatro puntos cardinales al amanecer, asociado con las águilas. Identificado con Huitzilopochtli. Se le representaba con el glifo del movimiento (ollin). También era el regente del paraíso al que iban los guerreros muertos en batalla, los sacrificados en su honor y las mujeres que morían en el primer parto.
  • Xólotl Gemelo: Representado como un perro de color oscuro, gemelo del dios Quetzalcóatl. Era considerado la estrella vespertina (Venus), al contrario de su gemelo, la estrella matutina. Representaba los aspectos oscuros de la dualidad de los gemelos.
  • Yohualtecuhtli era la diosa azteca de la noche, y protegía el sueño de los niños.
  • Tlahuizcalpantecuhtli: Señor de la Estrella del Alba el dios del colorido sonrosado de la aurora

Fenoménicos
  • Atlacoya: diosa de las sequías.
  • Ayauhtéotl: diosa de la bruma y la neblina; se la ve por las mañanas o en las noches. Se la asocia con la vanidad y la fama.
  • Tepeyóllotl: Corazón de la Montaña, dios jaguar, asociado con los ecos y los terremotos.

Acuáticos

Chalchitlicue.

Chalchitlicue.

  • Acuecucyoticihuati: diosa de los mares, de los ríos y del agua que corre. Su representación es de una mujer dando a luz, y se la considera una de las representaciones de Chalchitlicue.
  • Amimitl: dios de los lagos, divinidad que calmaba las tempestades y protegía a los pescadores.
  • Atl: un dios de las aguas,
  • Atlacamani: diosa de las tormentas marinas.
  • Atlatonin o Atlatonan: diosa de las costas.
  • Atlaua o Atlahua: Señor de las Aguas, un dios del agua, patrono de los pescadores y los arqueros.
  • Chalchiuhtlatónal: el agua.
  • Chalchitlicue: La de la Falda de Verde Jade, diosa del agua y esposa de Tlaloc.
  • Matlalcehuitl (también Matlalcueje): diosa de los aguaceros y del canto, identificada con Chalchitlicue.

Ígneos

Chantico

Chantico

  • Camaxtli: dios de la caza, la guerra, el destino y el fuego. Fue uno de los creadores del mundo.
  • Chantico: diosa del fuego celeste, los tesoros personales y los volcanes.
  • Huehuetéotl (también Ueueteotl, Xiuhtecuhtli, Xiutechuhtli): antiguo dios del corazón, el fuego de la vida. Asociado con la Estrella Polar y con el Norte, es uno de los que sostienen los cielos. Su nombre significa Dios Viejo.
  • Paynal: el mensajero de Huitzilopochtli.
  • Xócotl: Dios estrella asociado con el fuego.

Alimento

Centéotl

Centéotl

  • Centéotl: también Cinteotl o Centeocihuatl, dios principal del maíz, hijo de Tlazotéotl. Le estaba dedicado el cuarto mes del año.
  • Chicomecóatl (también Chalchiuhcihuatl, Chiccoméccatl, o Xilonen): Siete Serpiente diosa del maíz nuevo, esposa de Centéotl, venerada particularmente por los huaxtecos.
  • Coatlicue: La de la Falda de Serpientes, madre de Coyolxauhqui, los Centzon Huitznahua, y Huitzilopochtli. Dios de la tierra.
  • Xilonen:’’ Barbuda’’, la diosa del jilote

Fertilidad y matriarcado

Xochiquétzal

Xochiquétzal

  • Chiconahui: una diosa doméstica de la fertilidad.
  • Temazcalteci (también Temaxcaltechi o Tozi) – diosa de los baños, diosa abuela, corazón de la tierra y madre de los dioses. Asociada con las parturientas y la guerra.
  • Teteoinnan: madre de los dioses.
  • Tlacúltetl es la diosa de la belleza y del amor sensual.
  • Toci Abuela de los Dioses, señora de la salud, de los temazcales, corazón de la tierra y señora de los textiles, fue sincretizada por Santa Ana
  • Tonantzin (también Omecíhuatl) Madre de Quetzalcoatl, antiguamente tenia su capilla en el cerro del Tepeyac, fue destruida por los españoles y se creó ahí la actual Villa de Guadalupe.
  • Tzítzmitl: anciana diosa abuela.
  • Xochipilli Príncipe Flor: Joven dios de las fiestas, la pintura, la danza, los juegos, el canto, el amor y la escritura. Castigaba con enfermedades secretas a quienes no le guardaban ayuno. Identificado con Macuilxóchitl y relacionado conCentéotl.
  • Xochiquetzal Flor de la Rica Pluma o Flor Preciosa: Diosa de la sexualidad femenina, las prostitutas, las flores, el placer, la artesanía, el tejido, la danza, el canto y las madres jóvenes.
  • Cihuacóatl: primera mujer en dar a luz, considerada por ello protectora de los partos
  • Tonacacíhuatl: diosa esposa de Tonacatecuhtli
  • Tonacatecuhtli: un dios mexica de la fertilidad. Durante la creación del mundo lo dividió en tierra y océano.

Vicios

Mayáhuel

Mayáhuel

  • Huehuecóyotl (también Ueuecoyotl): Coyote Viejísimo, un dios bromista e indulgente, señor de la promiscuidad y los lugares salvajes. Capaz de cambiar de forma, se lo asocia con los tambores y el coyote.
  • Ometéotl (también Citlatonac u Ometecuhtli (masculino) y Omecíhuatl (femenino)): el/los dios/es de la dualidad, pregenerador/es de las almas y Señor/Señora de los cielos.
  • Macuilcozcacuauhtli: El Cinco Buitre, uno de los Ahuiateteo (dioses de los excesos).
  • Macuilcuetzpalin: El Cinco Lagarto, uno de los Ahuiateteo (dioses de los excesos).
  • Macuilmalinalli: El Cinco Hierba, uno de los Ahuiateteo (dioses de los excesos).
  • Macuiltochtli: El Cinco Conejo), uno de los Ahuiateteo (dioses de los excesos).
  • Macuilxóchitl: El Cinco Flor, dios de los juegos y el juego, y jefe de los Ahuiateteo, dioses de los excesos.
  • Mayáhuel (también Mayahual, o Mayóuel): diosa del maguey, y por extensión, del alcohol.
  • Ometochtli (El Dos Conejo): dios conejo ebrio, jefe de los Centzon Totochtin
  • Tepoztécatl (también Tezcatzontécatl): dios del pulque y los conejos.
  • Tlazoltéotl (también Tlaelquani, Tlazolteotli) Devoradora de la Mugre: diosa de la purificación de la mugre, la enfermedad o el exceso. A ella se acogían los moribundos para confesar sus pecados ante su teopixque (Sacerdote), también era considerada patrona del tejido, de los amores y placeres impuros. Protectora y patrona de los amantes.

Muerte

Itzpapalótl

Itzpapalótl

  • Acolmiztli (Brazo de puma): un dios del inframundo azteca.
  • Chalmecatecuchtli: un dios del mundo subterráneo, Mictlan, y de los sacrificios.
  • Chalmécatl: el inframundo (Mictlan) y el norte.
  • Ilamatecuhtli (también Cihuacóatl or Quilaztli): La Vieja Princesa, anciana diosa de la tierra, la muerte, y la Vía Láctea. Su rugido indicaba la guerra.
  • Itztlacoliuhqui-Ixquimilli: dios de la piedra, la obsidiana, la frialdad, la dureza y el castigo. Aspecto de Tlahuizcalpantecuhtli
  • Iztli – dios del sacrificio y los cuchillos de piedra.
  • Itzpapálotl: Mariposa de Obsidiana, Reina de Tomoanchan y de los tzitzimime (demonios de las estrellas) así como una de las Cihuateteo (Mujeres deificadas) .
  • Mictecacíhuatl (o Mictlancíhuatl): diosa de la muerte y Señora de Mictlan, el inframundo de los infiernos.
  • Mictlantecuhtli (también Mictlantecuhtzi, o Tzontémoc): dios de la muerte y Señor de Mictlan, también dios del norte, uno de los que sostienen los cielos.
  • Teoyaomqui (también Teoyaomiqui): dios de los guerreros muertos.
  • Xochitónal: dios menor que cuida la entrada al «reino de los muertos».

Nocturnos
  • Chalchiutecélotl: un dios búho nocturno.
  • Chalchiutotolin: «Precioso Pavo Nocturno», dios de la pestilencia y el misterio.

Oficios

Patécatl

Patécatl

  • Acalometochtli (Dos conejos de las barcas): dios protector de los navegantes.
  • Chicomexochtli: un patrono de los artistas.
  • Cochímetl (también Coccochímetl): dios del comercio, el regateo, el trueque y los comerciantes.
  • Huixtocíhuatl (o Uixtochíhuatl): una diosa de la sal y también del agua salada.
  • Opochtli: dios zurdo de la caza, en particular la caza con trampas, y la pesca.
  • Tlacotzontli es la protectora de los caminos. Para hacerla favorable, los viajeros acudían ante ella sangrándose con ramas de espino.
  • Yacatecuhtli Señor de la Vanguardia: Dios de los mercaderes y los viajeros.

Sanación
  • Ixtlilton: dios de la curación, las danzas, los festivales y los juegos. Hermano de Xochipilli.
  • Patécatl: El de la Tierra de las Medicinas, dios de la medicina y de la fertilidad, esposo de Mayahuel, creador del peyote y padre de los Centzon Totochtin
  • Toci: La abuela de los dioses, también señora de la salud entre los Tlaxcaltecas

Mitológicos

  • Chiconahuiehécatl: asociado con la creación.
  • Iztaccíhuatl: princesa que se enamoró de uno de los guerreros de su padre
  • Malinalxochi: hechicera y diosa de las serpientes, escorpiones e insectos del desierto.
  • Tecuciztécatl: El del Caracol Marino, en algunos mitos asimilado con Tezcatlipoca.

Calendáricos

  • Cipactónal: dios de la astrología y el calendario.
  • Oxomoco: diosa de la astrología y el calendario.

Otros

  • Cuaxólotl: una diosa del corazón.
  • Tlatlauhqui
  • Tloquenahuaque
  • Yayauhqui

Nombres alternativos

  • Citlalatónac ( Ometéotl).
  • Omácatl ( Tezcatlipoca)
  • Omecíhuatl ( Ometeotl)
  • Ometecuhtli ( Ometeotl)
  • Quilaztli (Cihuacóatl).
  • ’’Titlacauan (Tezcatlipoca)

Dioses-serpiente

Coatlicue "Madre de los dioses"

Coatlicue «Madre de los dioses»

  • Chicomecóatl
  • Cihuacóatl
  • Coatlicue
  • Mixcóatl
  • Quetzalcóatl
  • Xiuhcóatl

Grupos de dioses

  • Aihuateteo (también Macuiltonaleque): los cinco dioses de los excesos
  • Centzon Huitznahua: Dioses aztecas de las estrellas del Sur. Son los hermanos rebeldes de Huitzilopochtli e hijos de Coatlicue.
  • Centzon Totochtin (cuatrocientos conejos): dioses del pulque, «inmorales» y ebrios
  • Cihuateteo (o Cihuapipiltin): almas de las mujeres muertas al dar a luz como demonios de la noche que roban niños y causan ataques.
  • Civatateo: almas de las mujeres muertas al dar a luz que guían al sol poniente en los cielos del Oeste. También acompañan a los guerreros al cielo.
  • Tzitzimime: Demonios estrella de la oscuridad, que atacan al Sol durante los eclipses y amenazan la Tierra.
  • Xmulzencab: dioses abeja.

Criaturas sobrenaturales

  • Ahuízotl: Era una criatura con forma de perro, manos de mono y con una larga cola que terminaba en una mano y con la que ahogaba a los incautos. Estaba al servicio de los dioses del agua, por lo que la víctima solo podía ser tocada por los sacerdotes luego de haber sido sacda del agua. Era símbolo de mala suerte y desgracia. En ocasiones el ahuizotl lloraba como un niño atrayendo a quien se atreviese a ver de dónde procedía el sonido.
  • Cipactli: el caimán en los cimientos de la Tierra, fue muerto por la lanza de Tezcatlipoca, aunque le arrancó a éste el pie izquierdo, también llamado Tlaltecuhtli.
  • Nahual: un espíritu tutelar animal o vegetal.
  • Nahuál: un hechicero o una bruja con la habilidad de cambiar de forma.
  • Telcalipoca: el gran oso.
  • Tlaltecuhtli Señor de la tierra, una diosa-caimán, Monstruo marino, asociada con los partos difíciles. Según algunas tradiciones, para crear la tierra Quetzalcóatl y Tezcatlipoca la bajaron del cielo y la dividieron, separando la tierra del cielo. De sus cabellos se hicieron los árboles, flores y yerbas, de sus ojos pozos, fuentes y cuevas, de su boca ríos y cavernas, y de su nariz valles y montañas.

Héroes y reyes legendarios

  • Popocatépetl: guerrero legendario que murió en batalla y fue cambiado en montaña junto a su amante, Iztaccíhuatl.
  • Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl: rey sacerdote legendario de la mítica ciudad de Tollan.
  • Iztaccíhuatl Amante de Popocatépetl. Al morir de pena por engaño de su padre (Quien le dijo que Popocatépetl había muerto en batalla), su cuerpo formó el Iztaccíhuatl (Mujer Dormida), el volcán que custodia la cuenca del Anáhuac.

Leyendas

  • Creación del hombre y el maíz, véase Quetzalcóatl.
  • Creación del magüey, véase Mayáhuel.

Lugares

  • Aztlan, el lugar de la blancura: Hogar original de los mexicas antes de su migración y establecimiento en Tenochtitlan.
  • Mictlan: el inframundo.
  • Tlalocan: el primer paraíso, regido por Tláloc, donde las almas de los muertos aguardaban la reencarnación.
  • Tlillan-Tlapallan: el reino medio de los cielos, o paraíso medio, reservado a quienes entendieran la sabiduría de Quetzalcóatl.
  • Tonatiuhichan: el paraíso más alto.
  • Tomoanchan: Paraíso mítico sobre el que rige Itzapapálotl. Según el mito de la creación azteca, fue allí donde los dioses crearon la actual raza humana.

Texto sacado de aqui.

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Batalla de Salamina.

Antecedentes históricos

En el año 490 a. C. los atenienses lograron derrotar al ejército persa en la batalla de Maratón. Después de la batalla la flota y el ejército persa se retiraron al Asia Menor. Atenas se convirtió en la potencia predominante de la Hélade.

Darío I, rey de Persia, murió en el año 486 a. C. cuando preparaba una segunda campaña contra Grecia, le sucedió en el trono su hijo Jerjes. Este continuó con la preparación de la aplazada invasión a Grecia en la que empleó cuatro años. En esta preparación hizo construir un canal en la península Salónica para que pasaran sus naves, acumuló provisiones para el ejército a lo largo de la ruta por Tracia y construyó dos puentes de barcos en Sardes para que el ejército cruzara el estrecho de los Dardanelos.

En esa época vivía en Atenas un hombre excepcional, Temístocles, dotado de gran clarividencia pues después de la victoria de Maratón predicó que esta victoria significaba nada más que el comienzo de la guerra contra Persia y no el fin como estimaba la mayoría. Manifestó que en una guerra contra Persia lo único que podría salvar a Atenas era contar con una poderosa flota con la cual ejercer el dominio del mar.

Coincidió que en esa época, 483 a. C., se descubrió en Laurión, al sur de Atenas, un rico yacimiento de plata. Los ateniense al principio quisieron repartir la riqueza del mineral entre los ciudadanos atenienses, pero Temístocles convenció a la Asamblea de que se gastara esta riqueza en construir la poderosa flota que necesitaban. Con las ganancias se construyeron doscientos trirremes.

En el invierno del año 481 a. C., Jerjes inició su campaña contra Grecia cruzando el Helesponto por los puentes construidos con barcos.

De las Termópilas a Salamina

De las Termópilas a Salamina

El Congreso de las ciudades griegas conformado por 31 ciudades estado presididas por Esparta decidió enfrentar a los persas enviando su flota a Artemisio, en la costa noroccidental de la isla de Eubea y al ejército, mandado por Leónidas I, rey de Esparta, al paso de las Termópilas. El ejército persa derrotó a los griegos muriendo en forma heroica Leonidas y sus hoplitas pues no contaba con fuerzas suficientes con las que enfrentar a los persas.

Después de la derrota en las Termópilas, agosto de 480 a. C., en Atenas reinaba la consternación. Sin embargo, en lugar de pensar en rendirse, los atenienses tomaron las más heroica decisión de su historia. Fortificaron y guarnecieron la Acrópolis, evacuaron Atenas y el Ática trasladando a sus familias a Egina, Salamina y Trecena.

El ejército griego se retiró tras el muro de 6 kilómetros de largo que cruza el Istmo de Corinto protegiendo la entrada al Peloponeso.

El oráculo de Delfos fue consultado y ofreció la siguiente profecía: la victoria griega pasaría por la construcción de una muralla de madera. Esta muralla de madera fue interpretada por Temístocles como una formación de barcos.

La mayoría de los líderes griegos consideraba que lo mejor era hacer caso a la interpretación de Temístocles, los espartanos, con Euribíades al frente, creían que era preferible presentar batalla en Corinto para tener espacio para replegarse en caso de derrota. Sin embargo, fueron convencidos por Temístocles para luchar en Salamina.

Durante la discusión entre los líderes griegos, Atenas fue destruida tras ser saqueada por las recién llegadas tropas persas, que tomaron este ataque como una revancha por las derrotas sufridas anteriormente.

Fuerzas participantes

  • Fuerzas persas: Iban al mando del propio rey Jerjes. Al mando del ejército iba el general Mardonio. El número de hombres van desde los 2.641.610 que indica Heródoto hasta los 150.000 que indican historiadores modernos. Al mando de las naves iba el almirante Ariabigne. Las naves de guerra eran 1.207 y los transportes 3.000 proporcionadas por sus aliados: egipcios, jonios, griegos y fenicios. En Salamina no se sabe cuantas naves de guerra participaron, pero diremos que el contingente egipcio en esa oportunidad fue de 200 naves.
  • Fuerzas griegas: La armada griega estaba compuesta por 366 naves proporcionadas por 12 ciudades estado confederadas de las cuales 180 pertenecían a Atenas al mando de Temístocles, las naves espartanas estaban bajo el mando de Euribíades.

Movimientos previos a la batalla

Trirreme griega

Trirreme griega

Temístocles sabía que la simple unión de los griegos no vencería a los persas, así que envió un esclavo al campamento de Jerjes para engañarle. El mensaje que llevaba el esclavo era que los griegos no estaban de acuerdo en cuanto al emplazamiento donde debían presentar batalla y que muchos, temerosos, huirían antes de llegar la flota persa. Además, le dijo que si Jerjes ordenaba el ataque, las naves atenieses (la mayor parte de la flota griega) se volverían y atacarían a los demás griegos.

Jerjes creyó el engaño de Temístocles, por lo que cercó la salida de la isla de Salamina. La opinión de sus consejeros estaba dividida en cuanto a qué debía hacer ahora que la isla estaba cercada. Su general Mardonio prefería iniciar un ataque contra las posiciones griegas, mientras que Artemisia I de Caria, aliada de los persas, creía que las pesadas naves persas maniobrarían mal en las recortadas costas de Salamina, por lo que aconsejó a Jerjes que esperara a que los griegos quedaran sin suministros y se rindiesen. Jerjes hizo caso al consejo de Mardonio.

Es curioso señalar que esta reina de Halicarnaso, Artemisia, fue la primera mujer almirante de la historia y que tuvo el mando de una flota de 400 buques en la batalla que estaba a punto de comenzar.

Jerjes, estaba seguro de su victoria, por lo que ansiaba contemplar la batalla para lo cual mandó construir un trono en lo alto de un monte situado al norte de el Pireo.

Desarrollo de la batalla

La batalla de Salamina

La batalla de Salamina

La batalla de Salamina

La batalla de Salamina

Mientras Jerjes tomaba la Acrópolis ateniense, pasando a cuchillo a sus defensores. La flota griega reunía un consejo de guerra en el que Temístocles convenció a Euribíades de enfrentar a la flota persa en el canal del este de Salamina en lugar de hacerlo en el mar frente al istmo de Corinto. Según Temístocles combatir en mar abierto representaba una gran desventaja para los griegos en cambio luchar en el estrecho brazo de mar de acceso a Salamina les daría la victoria pues ellos podrían maniobrar mejor que las pesadas naves persas.

En la mañana del 22 de septiembre se reunió nuevamente el consejo de guerra para tratar el tema del lugar donde enfrentar a la flota persa, ante lo cual Temístocles salió en secreto del consejo enviando un mensajero a la flota de los medos para comunicarles que debido al miedo, los griegos estaban considerando emprender la fuga, por lo que si los atacaban ahora los griegos no opondrían resistencia.

Jerjes creyó el mensaje enviado por el ateniense, pues sabía de las disputas que existían entre los griegos. Por lo que decidió bloquear los estrechos oriental y occidental de Salamina, embotellando a la flota griega. Para ello envió a la armada egipcia compuesta por 200 navíos a bloquear el estrecho occidental mientras el resto de su flota la formó en una triple línea que iba desde el sur del promontorio Cinosura en Salamina hasta el Pireo. La isla de Psitalia fue ocupada por tropas persas poco antes del amanecer del día 23.

Los griegos supieron que los persas habían cerrado los dos canales que rodean Salamina. Ante esto formaron sus naves en una línea de batalla en el canal oriental, entre la ciudad de Salamina y la playa del monte Heraclión, alineándose las 16 naves espartanas a la derecha, a la izquierda las naves atenienses compuestas por más de la mitad del total de la flota y en el centro el resto de de las naves aportadas por las otras ciudades estado.

Las naves persas comenzaron a ingresar al canal,los fenicios a la derecha y los jonios a la izquierda. Apenas iniciado este movimiento debido al gran número de naves persas, las columnas comenzaron a deshacerse siendo fáciles presas de las naves griegas. Luego de encarnizados combates las naves persas optaron por retroceder en medio de una gran confusión. La batalla duró entre siete y ocho horas.

Los griegos no persiguieron a los persas. Arístides acabó con las tropas persas que habían ocupado la isla de Psitalia, las naves persas regresaron a Falero y los griegos a Salamina. Temístocles fue considerado por toda Grecia el héroe de la jornada. La propia Esparta le discernió, como recompensa, una corona de olivo.

Consecuencias

Salamina en el aspecto táctico no fue una gran victoria, pero estratégicamente tuvo un caráter decisivo para ambos pueblos. Los griegos perdieron 40 barcos, mientras que 200 de los persas fueron destruidos y otros muchos, capturados. Sin embargo, lo peor fue el gran golpe sufrido en su prestigio. Presagió las revueltas que tendría que afrontar en el futuro cercano, especialmente entre los griegos de Jonia. Hasta Salamina, el dominio del mar Egeo había sido indiscutible para Persia, pero después de la batalla se le hizo muy dificil mantener el abastecimiento de su numeroso ejército en la Grecia.

Terminada la batalla, Jerjes se preocupó especialmente de la suerte que podían correr sus puentes en el Helesponto por lo que envió inmediatamente la flota a Asia para proteger la costa oriental del Egeo y pocos días después se puso en marcha hacia el norte con su ejército, dejando en Grecia un ejército de ocupación de 300.000 hombres al mando de Mardonio.

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Guerras Cántabras

Se conoce como Guerras Cántabras (29 a. C. – 19 a. C.) a los enfrentamientos entre el Imperio Romano y los distintos pueblos cántabros que habitaban el territorio conocido ya por los antiguos romanos como Cantabri, al Norte en la península ibérica.

Los enfrentamientos mantenidos por Roma contra los diversos pueblos del Norte hispano (cántabros y astures principalmente) representaban la culminación de la larga conquista de la Península Ibérica. La resonancia de estas guerras sobrepasó a la de gran parte de las emprendidas por el Estado Romano a lo largo de su historia. La razón de ello no hay que buscarla en el ámbito estrictamente militar, sino en el alcance político que se le concedió a la conquista del Norte peninsular, única operación dirigida personalmente por el emperador Augusto.

«En el Occidente estaba ya en paz casi toda Hispania, excepto la parte de la Citerior, pegada a los riscos del extremo del Pirineo, acariciados por el océano.»

Floro, historiador romano del siglo I

Así comienza Floro su relato para narrar los hechos acaecidos en una contienda que hizo que el propio emperador romano César Augusto, abriera las puertas del templo de Jano, en señal de combate total, y se desplazara en persona desde Roma hasta tierra de cántabros.

Contexto geográfico e histórico

Desde aproximadamente el año 50 a. C., solamente los cántabros y los astures mantenían la independencia frente a Roma, aunque ocasionalmente se enrolaban en las tropas auxiliares romanas, como consta para el propio año 50-49 a. C., durante las guerras civiles, al servicio de Pompeyo. El resto de los pobladores de la península ya habían sido sometidos, o bien se habían adherido voluntariamente a los romanos.

No es fácil precisar el escenario de la contienda, pero hay datos que apuntan a que en el inicio se extendió hasta tierras astures al menos durante los primeros años de la contienda. Dos años después de comenzada, en el 27 a. C. y en plena campaña militar, se produce un hecho determinante. La península ibérica se divide en tres provincias, en vez de las dos que se conocían hasta entonces. Hispania queda así dividida en La «Bética» ó «Ulterior», la Lusitania, de nueva creación, y la Citerior o Tarraconense. Este hecho tiene gran importancia para realizar una contextualización geográfica correcta:

En primer lugar, la división se produce, precisamente, como consecuencia y en mitad de la guerra. Al mismo tiempo se da la circunstancia de que Asturiae y Gallaecia (Asturias y Galicia) quedan encuadradas en la provincia de Lusitania, mientras que Cantabria queda encuadrada en la provincia Citerior, bajo el control directo del emperador César Augusto que se presenta, precisamente ese mismo año (27 a. C.), en tierras cántabras. Este hecho implica expresamente que Cantabria no se consideraba aún una tierra pacificada y que, por lo tanto, necesitaba tropas bajo el gobierno del legatus augusti propaetore para ser pacificada. Es más, desde el año 26 a. C., el historiador Floro sólo menciona a cántabros como contendientes y es a partir de esa fecha cuando Roma despliega todo su poderío militar en la región.

Cantabria romana durante el periodo de las Guerras Cántabras. El mapa señala las fronteras del territorio cántabro en relación con la Cantabria actual as� como las distintas tribus que lo habitaban, los pueblos vecinos, ciudades y accidentes geográficos interpretados a partir de fuentes clásicas.

Cantabria romana durante el periodo de las Guerras Cántabras. El mapa señala las fronteras del territorio cántabro en relación con la Cantabria actual así como las distintas tribus que lo habitaban, los pueblos vecinos, ciudades y accidentes geográficos interpretados a partir de fuentes clásicas.

En cualquier caso el teatro de operaciones quedaría dividido en dos, con Asturias, León y zonas de Zamora y Galicia a un lado, y Cantabria, norte de Palencia y norte de Burgos al otro. En este contexto el escenario sería atendido independiente y simultáneamente por dos legados diferentes, siendo el propio Augusto el que quedaba con el control de la Guerra contra los cántabros que duraría siete años más.

En ese contexto histórico, los pobladores cántabros, por el Oeste, llegaban hasta el actual Río Sella, hoy en territorio asturiano, bajando hacia el Sur hasta sus fuentes en el Valle de Sajambre; por el Sur sobresalía la ciudad naturalmente fortificada de Peña Amaya (hoy en tierra de Burgos) y por el Este sus límites llegaban hasta la ría de Oriñón, desembocadura del Río Agüera, entre las poblaciones de Guriezo y Castro Urdiales, próximas al actual límite con Vizcaya, entonces territorio autrigón (ver mapa).

Terminadas dichas guerras se puede dar por finalizada la conquista de Hispania por los romanos.

Antecedentes

Las primeras apariciones de los Cántabros en el contexto histórico de las guerras de Roma en Hispania es muy anterior al de las propias Guerras Cántabras, puesto que los cántabros se empleaban como mercenarios en diferentes conflictos tanto dentro como fuera de la Península. De éste modo, nos encontramos con que años antes del comienzo de las Guerras Cántabras, el ejército romano ya tenía conocimiento del carácter guerrero de los pueblos del norte de la Península. Existe constancia de que participaron en la guerra de los cartagineses contra Roma durante la Segunda Guerra Púnica:

Ya para entonces hallábase prevenido Aníbal, habiendo sacado de nuestro país tropas con que guarnecer puntos débiles de África, y trayendo acá otras huestes africanas al mando de su hermano Asdrúbal: reunió al par en Cartagena un ejército compuesto de más de 100.000 soldados de infantería, 12.000 jinetes y 100 elefantes, hallándose entre aquellas tropas numerosos cuerpos de soldados españoles asalariados, a los cuales debió algunas de sus victorias. A la cabeza de esta gente, cuya mayor parte componían nuestros peninsulares sobrios, ágiles e infatigables, se lanzó, en el año 537 de Roma, a llevar la guerra al corazón mismo de Italia, muy contra la esperanza de los romanos que creían iba a circunscribirse la lucha a las comarcas de España y de Sicilia. En el ejército de Anníbal ocupaban el primer lugar entre la multitud hispana los entonces indómitos cántabros, según lo manifiestan Silio Itálico (libro III), y Quinto Horacio Flacco (lib. IV, oda XIV).

Don Manuel De Assas. Crónica de la Provincia de Santander. 1867

También parece constatada su intervención ayudando a los vacceos de la Meseta norte contra los romanos en el año 151 a. C. Y así mismo son mencionados de nuevo durante el sitio de Numancia:

Quinto Pompeyo Rufo, a poco de haber tomado el mando de la España citerior, rompió con la ciudad de Numancia la paz estipulada en los tratados hechos con Tiberio Sempronio Gracco, pretestanto haber los numantinos dado asilo a los habitantes de Segeda que, en tiempo de Viriato, habían auxiliado a tan célebre caudillo español y tremendo enemigo del pueblo romano. Los de Numancia, dirigidos por el valiente y diestro jefe Megara, se defendieron tan hábil y denodadamente, que Pompeyo Rufo, concluido el período de su mando, dejó en pie la guerra, y a Popilio al frente del ejército. Popilio continuó la lucha, pero con tal desgracia, que se vio derrotado por sus aguerridos y heroicos contendientes. Sucedióle en el mando el cónsul Cayo Hostilio Mancino, el cual sitió a Numancia, y después de haber sufrido grandes pérdidas con las impetuosas salidas de los habitantes, tuvo noticia de que los cántabros y los vacceos marchaban a socorrer a los de la ciudad. No atreviéndose a esperarlos, huyó levantando sigilosamente durante la noche su campamento.

Don Manuel De Assas. Crónica de la Provincia de Santander. 1867

También se cree que hubo presencia de guerreros cántabros en las Guerras Sertorianas o su intervención junto a los aquitanos en las guerras contra Julio César para defender las Galias. Según el propio testimonio de César, hubo tropas cántabras en la batalla de Ilerda (Lérida) en el año 49 a. C.

Con todos éstos antecedentes, los cántabros empezaban a sonar ya en todo el Imperio Romano. Las tropas romanas llegaron a perder un estandarte, cosa inexplicable y humillante en ese periodo. Algunos historiadores romanos justificaron esta campaña, no obstante, como respuesta a las incursiones que los cántabros realizaban en las tierras de la Meseta habitadas por pueblos ya sometidos a Roma. Ciertamente parece más probable que estuvieran interesados en el oro astur y el hierro cántabro.

Como indicábamos anteriormente, en la primavera del 26 a. C., el mismo emperador en persona, César Augusto, abrió las puertas del templo de Jano (símbolo de estado de guerra) y se dirigió a Hispania, estableciendo su base de operaciones en Segisama, actual Sasamón, (Burgos).

Ejércitos y estrategias

Operaciones militares romanas llevadas a cabo durante la guerra en los dos frentes contra cántabros (Bellum Cantabricum) y astures (Bellum Asturicum).      Campaña de Décimo Junio Bruto del año 137 adC.      Campaña de Julio César del año 61 adC.      Campaña del año 25 adC.      Campaña del año 26 adC.

Operaciones militares romanas llevadas a cabo durante la guerra en los dos frentes contra cántabros (Bellum Cantabricum) y astures (Bellum Asturicum). Campaña de Décimo Junio Bruto del año 137 adC. Campaña de Julio César del año 61 adC. Campaña del año 25 adC. Campaña del año 26 adC.

La primera intervención importante seria de Roma contra los pueblos del Norte de la Meseta, la protagoniza en el año 29 a. C., Statilio Tauro, quien recibe de Augusto el título de imperator, por someter a cántabros, astures y vacceos. En los dos años siguientes se reanudan las hostilidades consiguiendo Calvisio Sabino y el procónsul Sexto Apuleyo sus triunfos respectivos al mando de las tropas. Pero estas victorias debieron ser más oficiales que reales, ya que los pueblos del Norte continuaban independientes; al menos, los cántabros, que, según los textos más antiguos, eran los más rebeldes. Ello motivó que el propio Augusto se trasladara a Hispania y al frente de los ejércitos iniciara la importante campaña del año 26 a. C. contra los cántabros.

Según el historiador romano Dión Casio la táctica de cántabros y astures consistía en una guerra de guerrillas, evitando la acometida directa sobre las fuerzas romanas conscientes de su inferioridad numérica, su inferior armamento y la invulnerabilidad táctica de las legiones romanas en campo abierto. Su mejor conocimiento de un territorio abrupto y montañoso les permitía ofensivas rápidas y sorpresivas mediante el uso de armas arrojadizas, con emboscadas y ataques de gran movilidad seguidos de un ágil repliegue, que causaban graves daños a las fuerzas romanas y a sus líneas de abastecimiento.

Según ha quedado constancia por representaciones en monedas y estelas, los cántabros manejaban con habilidad el armamento ligero y así lo señala el poeta Lucano cuando dice:

Cantaber exiguis et longis Teutonus armis.

Marco Anneo Lucano. Phars., VI, 259

Iban provistos con espada pequeña, puñal, dardos o jabalinas, lanzas, escudos redondos u ovalados de madera, petos de cuero o lino, gorros de piel con tiras de nervios así como con la falcata ibérica y la bipennis, arma esta última que consistía en un hacha de doble filo claramente definitoria de los pueblos del norte de Hispania. No queda constancia del uso del arco y la honda, aunque es muy probable que la conociesen y utilizaran.

Los cántabros eran hábiles a la hora de montar a caballo como lo refleja el hecho de que algunas de sus tácticas de caballería pasasen a ser empleadas por el ejército romano tales como el circulus cantábricus, consistente en una formación de caballería en semicírculo, y el cantabricus impetus, ataque frontal y masivo contra las líneas enemigas con el fin de deshacerlas, descritas por Flavio Arriano.

Reverso de un As de Caesar Augusta con los aquilae de las legiones IV Macedónica, VI Victrix y X Gemina, que tras las guerras cántabras formaron la guarnición de la Tarraconense desde Augusto hasta Claudio I.

Reverso de un As de Caesar Augusta con los aquilae de las legiones IV Macedónica, VI Victrix y X Gemina, que tras las guerras cántabras formaron la guarnición de la Tarraconense desde Augusto hasta Claudio I.

La calidad del enemigo cántabro fue tal que obligó a Augusto a destacar en el conflicto a varias legiones en distintos momentos de la contienda:

  • Legio I Augusta (Perdió el apelativo Augusta tras su derrota en el 19 a. C.).
  • Legio II Augusta.
  • Legio IV Macedonica.
  • Legio V Alaudae (opera en Asturias).
  • Legio VI Victrix (opera en Asturias).
  • Legio IX Hispana.
  • Legio X Gemina (opera en Asturias).
  • Legio XX Valeria Victrix.

A ellas unió varias tropas auxiliares:

  • Ala II Gallorum.
  • Ala II Thracum victrix ciuium romanorum.
  • Cohors IV Thracum equitata.
  • Cohors IV Gallorum.
  • Ala Parthorum.
  • Ala Augusta.

También participó la marina romana con la Classis Aquitanica, que llegó a las costas cántabras enviada desde Aquitania y desembarcó en Portus Blendium (Suances). Esta sería determinante en la resolución del conflicto puesto que completó el cerco a los cántabros iniciado por las tropas desplazadas en tierra. Se calcula que, en total, el ejército romano destacó unos 70.000 hombres, aunque estos cálculos varían según los autores, dado que el cálculo se basa en 5.000 hombres por legión. Incluso es probable que la cifra sea superior a los 80.000 hombres contando a los auxiliares puesto que, tras la reforma de Cayo Mario, la legión pasó a tener 6.000 soldados, aunque si bien una legión, en época de Augusto, estaba oficialmente compuesta por 6.200 hombres, por diversas circunstancias, la cifra solía oscilar entre los 5.000 y los 8.000 soldados.

César Augusto.

César Augusto.

En el 25 a. C., Augusto entrega a los astures de Brigantum el campamento de Asturica Augusta en premio por su ayuda. Además reparte tierras en los llanos a los aliados. No obstante, los astures se unieron posteriormente a los cántabros en la defensa común. El emperador Augusto, un año después de su llegada, hubo de retirarse a Tarraco, presumiblemente debido a una enfermedad. La contienda duró más de diez años.

Éstas y las campañas contra los ilirios en el 35-33 a. C., fueron las únicas que dirigió personalmente Augusto contra pueblos bárbaros. Con la conquista efectiva de Gallaecia y Asturica, la guerra pareció terminada. Una vez licenciados algunos de los soldados de sus legiones, Carisio fundó en el mismo año 25 antes de Cristo, la colonia Emerita Augusta (Mérida), acuñando una moneda conmemorativa de la fundación y de sus victorias del Norte.

En el año 24 a. C. los cántabros y astures renudan las hostilidades, si bien con sus fuerzas gravemente debilitadas. Ese año, el nuevo gobernador de la Tarraconencese, L. Elio Lamia, llevó a cabo una cruel represión contra estos pueblos, ya que habían atacado a las tropas romanas atrayéndolas a una emboscada bajo la promesa de provisiones.

Es sustituido en el año 22 a. C. por Cayo Furnio, quien en un principio se pareció a los indígenas, al ser poco experto en cuestiones militares. La nueva acción parte de los astures descontentos con el control militar del gobernador de la Lusitania y arrastran a los cántabros, que, en una operación independiente, son sometidos por Furnio. Posteriormente, este último debe acudir con ayuda del legado de la Lusitania para pacificar a los astures.

Principales batallas

La mayoría de las batallas importantes fueron libradas entre el 26 y el 22 a. C., siendo esta la época de mayor intensidad de la guerra. Las principales batallas fueron:

  • Astúrica, primera ciudad astur en importancia, conquistada en el año 26 a. C.
  • Peña Amaya y Monte Bernorio, en el año 26 a. C. Augusto estaba al mando de los romanos.
  • Bergidum, ciudad astur, conquistada en el 26 a. C.
  • Vellica, gran batalla en Monte Cildá, en el verano del 26 a. C.
  • Lancia, en la primavera del año 25 a. C. En esta batalla, un gran ejército formado por astures de diferentes tribus es derrotado.
  • Sitio del Monte Vindio, en el otoño del 25 a. C.
  • Aracillum, en el invierno del 25 a. C., esta fue, probablemente la batalla mas importante de las guerras cántabras, el castro, que ofreció una resistencia heroica fue rodeado por tres campamentos y tomado por Antistio, con 5 legiones a su mando.
  • Cerco de Monte Medulio, 22 a. C. Los cántabros rodeados por un cerco de 15 millas, prefieren la muerte antes que la esclavitud.

Finalización del conflicto

Las fuentes clásicas señalan la existencia de un estandarte utilizado por los cántabros. El actual lábaro cántabro ser�a una interpretación moderna aproximada de esta enseña dado que no existe una descripción inequ�vocamente exacta de su forma, colores o s�mbolos que conten�a.

Las fuentes clásicas señalan la existencia de un estandarte utilizado por los cántabros. El actual lábaro cántabro sería una interpretación moderna aproximada de esta enseña dado que no existe una descripción inequívocamente exacta de su forma, colores o símbolos que contenía.

A diferencia de otros conflictos similares, el Imperio Romano optó por no hacer prisioneros, lo que supuso la eliminación de los cántabros en edad militar. Según Dión Casio:

«De los cántabros no se cogieron muchos prisioneros; pues cuando desesperaron de su libertad no quisieron soportar más la vida, sino que incendiaron antes sus murallas, unos se degollaron, otros quisieron perecer en las mismas llamas, otros ingirieron un veneno de común acuerdo, de modo que la mayor y más belicosa parte de ellos pereció. Los astures, tan pronto como fueron rechazados de un lugar que asediaban, y vencidos después en batalla, no resistieron más y se sometieron en seguida.»

Dión Casio, historiador romano del siglo II

Era costumbre de los guerreros cántabros el suicidio antes que la esclavitud. Bien por la espada, bien por el fuego o, principalmente, envenenándose con pócimas hechas con semillas de tejo, árbol mítico celta, que llevaban preparadas al efecto. Así lo recoge Silio Itálico en su descripción sobre las costumbres de los cántabros alistados en el ejército de Anibal:

«El cántabro, invencible ante el frío, el calor y el hambre, se lleva antes que nadie la palma en toda clase de trabajos. ¡Admirable amor a su pueblo! Cuando la inútil edad senil comienza a encanecerle, pone fin a sus años, ya no aptos para la guerra, envenenándose con el tejo. Para él es imposible vivir sin la guerra, pues toda la razón de su vida la pone en sus armas, considerando un castigo vivir para la paz.»

Silio Itálico (III, 326-331)

Estrabón decía que despreciaban la muerte y el dolor, hasta el punto de seguir cantando sus himnos de victoria aún después de crucificados. Para ellos, según Estrabón, morir como guerreros y libres era una victoria.

La guerra se puede dar por finalizada en el 19 a. C., aunque se tienen constancia de rebeliones menores posteriores. La región fue devastada y los castros destruidos e incendiados, deportándose masivamente a la población y trasladándola a las llanuras. Roma, al igual que hizo en otros territorios, quiso imponer sus reformas. No tuvo demasiado éxito debido al fuerte carácter del pueblo cántabro. A pesar de ser masacrado y obligado a bajar al llano, los romanos tuvieron que dejar dos legiones durante unos sesenta años más (la X Gemina y la IV Macedónica).

Tras las guerras cántabras y el sometimiento de cántabros por Roma, las legiones romanas adoptaron de ellos la simbología solar de cruces gamadas y símbolos lunares, o solares, tales como el lábaro cántabro (en la imagen) que portarían hasta 300 años después. El ejército romano copió de los cántabros también tácticas de caballería como las que dio en denominar el circulus cantabricus y el cantabricus impetus, anteriormente mencionadas.

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LA FALANGE GRIEGA:

La formación básica de combate en la Antigua Grecia era la falange que con las variaciones propias del paso del tiempo constituyó la unidad central del sistema táctico que llevó a los griegos a triunfar sobre los persas en las guerras médicas, se utilizó en los combates de tierra en las guerras del Peloponeso, las guerras sagradas y en las luchas de la hegemónica Tebas y Alejandro Magno.

El origen de la falange ha planteado numerosas discusiones, comenzando con la idea muy criticada que afirma que en la Ilíada de Homero se describen combates en formación de falange, por aquello de que avanzaban como las arenas del mar. Incluso el vaso micénico de los guerreros presentaría una de las primeras representaciones de este sistema de lucha.

Para los especialistas en Historia militar la procedencia menos controvertida es el agon, la mentalidad arcaica relacionada con las competiciones atléticas y teatralizadas.

Las representaciones iconográficas reflejan que la disposición de las tropas en falanges hoplíticas era una realidad atestiguada por lo menos desde mediados del siglo VII a.C., sin embargo ignoramos si este sistema de combate representó una revolución dentro de las tácticas militares utilizadas hasta entonces, o si fue fruto de una evolución dilatada en el tiempo desarrollando modelos arcaicos similares.

Vaso de los guerreros, s. XV a.C., Micenas

En la actualidad se piensa que la falange hoplítica nació de los cambios sociopolíticos que tuvieron lugar en el seno de la ciudad-estado con el nacimiento de las tiranías.

Reconstrucción hipotética de un hoplita

Para Aristóteles, la concepción militar de una etapa anterior, la de las primeras ciudades aristocráticas, había respondido a la táctica de la caballería y no a una organización que, como la falangista, tenía a la infantería como su principal baluarte ofensivo.

La organización de la defensa de las ciudades-estado en falanges eliminó a la casta de los guerreros profesionales. Mediante levas forzosas, toda la población masculina estaba implicada en la defensa de la polis.

ORGANIZACIÓN DE LA FALANGE


Es complicado explicar la organización interna de una falange dado que existen pocos documentos contemporáneos específicos sobre el tema y su estructura interna es compleja:

La unidad básica era la fila: dos protóstatas (filas impares) y dos epistatas (filas pares), formaban la enomotia. cuatro enomotias, una hilera; dos hileras, una diloquia; dos diloquias, una tetrarquia; dos tetrarquias, una taxiarquia; dos taxiarquias, un sintagma. Éste era un batallón que se alineaba, teóricamente, en formación cuadrada de dieciséis hombres por cada uno de sus lados.

Dos sintagmas formaban una pentacosiarquia; dos de éstas, una chiliarquia; dos chiliarquias, una merarquia; y, por último, dos merarquias, formaban la falangarquia, cuerpo compuesto por cuatro mil noventa y seis hombres, divididos en doscientas cincuenta y seis hileras de dieciséis hombres, es decir, dieciséis sintagmas, cada una con dieciséis hileras de dieciséis hombres

ALGUNOS NÚMEROS:

Las Falanges variaron en su forma y composición, según las épocas, pero todas estuvieron basadas, básicamente, en las falanges espartanas.

La falange espartana se componía de varias filas ( 4, 8, 12 ó 16 ), de composición homogénea en sí, pero heterogéneas entre ellas.

Sintagma

Generalmente la primera fila estaba formada por los soldados de más experiencia y habilidad para el combate, en la última estaban colocados los siguientes soldados en habilidad y experiencia. En las filas intermedias se situaban los soldados menos experimentados

Esta composición hacía de la Falange una fuerza de choque muy resistente, tanto en el inicio como al final de la lucha, evitando su desmoronamiento y desorganización en el combate.

La Falange básica estaba la compuesta de 4096 hombres divididos en cuadro de 216 x 16, o lo que es lo mismo 16, sintagmas, formados cada uno por 16 filas de 16 hombres (256 soldados.

Composición del sintagma

(Ampliar imagen)

A continuación se describe las diferentes partes de una falange tipo:

  • Los soldados pares se denominaban Protastas y los impares Epíctatas resultando de la unión de 2 de ambos lo que se denominaba Enomatía (4 hombres).

  • De la union de 4 Enomatias resultaba la Hilera (16 hombres).

  • Al reunir 2 Hileras daba como resultado la Dilochia (32 hombres).

  • De la unión de 2 Dilochias se formaba la Tetrarquía (64 hombres).

  • De la unión de 2 Tetrarquías se formaba la Taxiarquía (128 hombres).

  • De la unión de 2 Taxiarquías se formaba el Sintagma (256 hombres), llamado » Batallón en cuadro «.

  • De la unión de 2 Sintagmas se formaba la Pentacosiarquía (512 hombres).

  • De la unión de 2 Pentacosiarquías se formaba la Quiliarquía (1024 hombres).

  • De la unión de 2 Quiliarquías se formaba la Merarquía (2048 hombres).

  • De la unión de 2 Merarquías se formaba la Falangarquía (4096 hombres).

La cohesión interna de la falange estaba muy relacionada con su arma defensiva por excelencia: el escudo hoplítico (hoplón), la base de su efectividad estaba íntimamente relacionada con uniformidad de movimiento, el alineamiento cerrado de la estructura de la falange y la imposibilidad de ruptura de la formación, dado que si se rompía su efectividad se venía abajo.

El escudo que evoluciona desde otros escudos históricos es un arma nueva, efectiva por una serie de innovaciones:

  • se sujetaba con el antebrazo y no se podía cargar sobre la espalda, lo que impedía una rápida retirada.

  • por delante, cubría la parte izquierda del cuerpo del hoplita y la derecha del compañero de fila.

  • el escudo era el elemento esencia de la llamada solidaridad hoplítica, ya que protegía el cuerpo de su portador y el de su compañero de hilera.

  • para poderlo usar de forma eficaz necesitaba un entrenamiento esmerado, cuya consecuencia era la relación de equipo de los hoplitas

El armas ofensiva característica de un hoplita era una lanza de acometida denominada sarisa, hecha de madera, de unos dos metros y medio de longitud y provista de punta y contrapeso de hierro o bronce.

Junto a la lanza portaba una espada corta para el combate cuerpo a cuerpo. Para su defensa, el hoplita iba protegido por grebas, casco metálico y, dependiendo de las épocas, por una coraza o loriga de cuero con placas o mallas sobrepuestas. Este equipamiento estaba completado por el arma defensiva que daba nombre al soldado, el escudo hoplita u hoplón, fabricado en bronce o de un armazón de madera o mimbre recubierto de piel, cuyo diámetro oscilaba entre los ochenta y los noventa centímetros.

El armamento hoplita evolucionó desde los primeros tiempos de su creación buscando una mayor ligereza que le permitía maniobrabilidad en el combate. Con el tiempo los brazaletes y las protecciones de los muslos o quijotes fueron desapareciendo. Como lanza supletoria se comenzó a utilizar una jabalina

La coraza de bronce se sustituyó por una casaca de lino o cuero que estaba reforzada por con piezas metálicas.

Como es natural esta colección de armas y equipamiento militar no era barato y el equipo requería una importante inversión, aproximadamente unas cien dracmas áticas, que se ha estimado equivalente al salario trimestral de un obrero cualificado, inversión que, en la Atenas del siglo V, sólo podían permitirse los ciudadanos pertenecientes a una de las tres primeras clases censatarias.

Entre las clases acomodadas de la población ateniense, la tercera de ellas, la de los zeugitas, formaban el grueso de los efectivos hoplitas.

Los cuerpos auxiliares, que formaban el cuerpo central o nervio de la falange, acompañaban a ésta multitud de soldados, peltastas, psilites, se nutrían de las capas más desfavorecidas de la población, incluidos los esclavos, que solían actuar como escuderos de sus amos.

La eficacia de las falanges hoplíticas se basaba en la solidaridad, base de su cohesión.

La ley más estricta era no abandonar a los compañeros de filas y, por lo tanto, aguantar las posiciones.

Hoplita griego armado (reconstrucción)

Esta lealtad al cuerpo se inculcaba desde pequeños a los muchachos espartanos a través de la férrea organización de su vida cotidiana, mientras que en Atenas se conseguía a través del agrupamiento de los hoplitas en tribus, Así funcionaban en el seno de la falange relaciones naturales de apoyo y ayuda mutua regidas por el parentesco, la vecindad o la amistad.

La Guerra del Peloponeso, por su larga duración y la complejidad de sus campañas, vuelve al viejo hoplita cada vez más obsoleto. La Guerra del Peloponeso quizá, no fue el único factor que creó el hundimiento del “ideal” hoplítico, pero aceleró un proceso

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